Al anochecer, los jóvenes continuaron su viaje totalmente distanciados. El silencio predominaba en el grupo y Brian sentía que todo aquello era su culpa. Quería resolver el conflicto, pero, desde su enfrentamiento con Leat, todos le daban la espalda. Angustiado, decidió buscar apoyo en otro lado.
Antes de que los primeros rayos del sol se hicieran visibles, mientras paraban a descansar y recuperar fuerzas para la noche siguiente, el muchacho se apartó de sus compañeros en busca de un lugar tranquilo y solitario. Ya solo y sin saber bien qué hacer, comenzó a hablar al aire.
— Dalhila, necesito tu ayuda –imploró–. Dijiste que dejáramos que el instinto nos guiara y es lo que estoy haciendo, pero tengo miedo de equivocarme. Algo me dice que no debemos confiar en Leat, pero los demás me dan la espalda solo por mencionarlo. Algo está pasando y no logro entender qué es. Están molestos. Ya ni hablan entre ellos, y sé que ese chico tiene algo que ver. Ayudame, por favor. Intento ser el líder que Anghell fue en su tiempo, pero parece que cada decisión que tomo es la equivocada.
Rendido, al acabar de hablar, ancló su rodilla al suelo y esperó la tan ansiada respuesta. El tiempo pasó sin señales de la mujer y llegó la hora de regresar. Decepcionado, el joven se levantó y fue a reunirse con sus compañeros sintiéndose abandonado por la única persona que creyó podría ayudarlo. Poco antes de llegar, un ligero susurró inentendible se coló por sus oídos. El muchacho se detuvo y oyó con atención, esperando que se repitiera.
— Anghell –lo nombró una voz en su cabeza–, temo que no puedo interferir en su destino. Deberás confiar en ti mismo para hallar la solución. Cuando llegue el momento, lograras abrir los ojos de los guerreros. Solo debes dar un salto de fe.
Tras esas palabras, la voz se desvaneció en el viento dejando a Brian confundido, pero extrañamente más seguro. Con la certeza de que no se equivocaba, regresó con los demás para descansar y continuar el viaje al anochecer. Comprendió que era necesario ser paciente para demostrar que Leat no era de fiar, por lo que decidió evitar cualquier conflicto que pudiera surgir.
Al despertar, los jóvenes se tomaron un breve tiempo para recobrar su fuerza de voluntad y continuaron su camino. Poco a poco, la distancia que se habían impuesto comenzaba a disiparse y el viaje se volvió más ameno a medida que surgían diferentes conversaciones. Brian disfrutaba al verlo, pero se mantenía al margen para evitar posibles problemas.
Al verlo separado del grupo, Carla sintió pena. Aunque aún estaba dolida por la discusión, en el fondo sabía que lo que el muchacho había dicho era cierto. Queriendo hacer las paces, se acercó tímidamente a él.
— Perdón por lo que te dije–dijo, con la mirada fija en el suelo–. Estaba molesta, y ni siquiera se bien por qué.
— No te preocupes Carla –respondió el joven con una ligera sonrisa–. Todos estábamos molestos y dijimos cosas sin sentido. Tampoco creo ninguna de las idioteces que te solté.
— Pero son ciertas –suspiró–. Estoy aterrada. Creí que alejarme de Vale haría las cosas más fáciles para ambas, pero solo las complicó. Ahora ella me odia.
— No te odia. Solo está tan confundida como vos. No puedo siquiera imaginarme lo que es descubrir algo así.
— Es gracioso. No tengo ningún problema con mi aparente orientación sexual. Si hubiera sido Evelyn estaríamos acurrucándonos a escondidas como lo hace ella con Víctor creyendo que nadie lo nota –sonrió brevemente–. Pero es Vale de quien hablamos. Recuerdo nuestro primer día de clases, cuando la obligaba a tomarme de la mano por ser la mayor, aunque solo tenía un año más que ella. Y al mismo tiempo, recuerdo el primer encuentro entre Minna y Lenia, con todos y cada uno de los sentimientos que despertaron en ese momento. ¿Cómo pueden, dos vidas completamente diferentes, formar parte de una misma persona?
El muchacho meditó la pregunta un instante. A pesar de que quería ayudar a su amiga jamás había estado en una situación similar, por lo que no sabía cómo actuar. Sus vidas, aunque diferentes, no eran incompatibles a esa escala.
— Supongo que no pueden –respondió al fin, temiendo decir lo obvio–. Por difícil que resulte, vas a tener que elegir. Es difícil, lo sé. Mi decisión es mucho más simple y aun no puedo tomarla. Pero nadie te presiona Carla. Estamos para apoyarte, no para juzgarte. Cuando llegue el momento vas a saber qué hacer.
— Brian –la joven lo miró y sus ojos reflejaron el agradecimiento y la admiración que sentía–, nuestra relación no empezó muy bien. Desde el principio te culpé por la suerte que me tocó y por todo lo que Vale y yo perdimos. Sin embargo, lo cierto es que no estaríamos acá de no ser por vos. Creíste a ciegas en algo y luchaste firmemente por defenderlo. Nos reuniste a todos y nos diste una razón para vivir. De los siete, sos el único con el valor de seguir su corazón sin importar lo difícil que sea. Eso es lo que hace un buen líder. Solo falta que vos lo veas.
Editado: 25.07.2018