Ese día había conocido una nueva faceta de Maximiliano, no se alejaba mucho de lo que ya había visto antes, pero su parte… vulnerable me hizo dar cuenta que seguía siendo humano, cabrón y humano a fin de cuentas.
Podríamos decir que tuve la suerte de estar en el lugar correcto para poder verlo.
Se había mantenido callado en todo el trascurso que lo llevé a rastras, aun se mantuvo así cuando el entrenador se nos acercó y ayudó a ir un poco más rápido a la enfermería. Él hablaba largo y tendido aunque Maximiliano no le contestara. Parecía ido, metido en su propio mundo, seguramente queriendo darnos una patada lejos.
La enfermera no tardó en afirmar lo que se temía.
—Tengo una competencia, no puedo sufrir un desgarramiento —susurró.
—¿Mi problema? Pues haber pensado mejor antes de jugar a carreritas, niño, no es mi problema.
No dijo nada, solo agachó la cabeza provocando que su abundante cabellera pelinegra cayera sobre gran parte del rostro.
—Dígame, ¿también es su culpa que a usted no le guste su trabajo y tenga que pagarlo siendo cabrona con sus pacientes? —interrumpí, intentando que el tono cortante que quería emplear nunca se hiciera notar. Si lo hiciera podría pensar que estaba utilizando mi lugar como hija del director para callarla, y no había cosa más desagradable que eso. De soslayo percibí la sonrisa del entrenador, quien se mantenía alejado—. Lo que quiero decir es que las personas que vienen aquí quieren un trato amable, o a menos cortes, no las muecas desagradables que te hacen querer salir corriendo en dirección opuesta. En fin, no soy nadie para aconsejar a un adulto, ¿no? Ahora necesitamos que nos diga si puede tratarlo o hay que alcanzarlo al hospital, s'il te plaît…
Me di una palmadita en el hombro. Aquí marcando respeto, nueva tendencia.
Más bien, la enfermera pensó en una tendencia para estrenar la punta de sus botines en el trasero de una niña metiche.
—Nosotros debemos hablar con el director para poder sacarlo de la institución, ya que no es algo demasiado grave —habló mirando al entrenador, quien asintió y la siguió hacía afuera de la enfermería.
Seguro que tener un pie inflado como una pelota de baloncesto era muy normal.
Me giré hacia la izquierda encontrando a Maximiliano estancado en la misma posición cabizbaja de minutos atrás, sin hacer el amago de moverse. Su espalda estaba recostada contra la pared y su pie apoyado en la camilla mientras el otro colgaba por un lado, aun manteniendo el calzado ya que se había negado rotundamente a quitárselo si eso constaba de moverlo, algo que había entendido por experiencia propia.
Habría sufrido cinco fracturas —que recordara—. Tres en la misma muñeca que en la actualidad sonaba extraño cuando la movía, uno en el tendón y otra en el brazo por caídas con mis patines cuando intentaba aprender nuevos trucos, uno de los pocos momentos que mi madre podía confirmar que dejarme patinar un día terminaría con mi cabeza partida en dos. Por suerte mis padres se habían puesto de mi lado en cada oportunidad, asegurando que algo que me hacía feliz y que siempre usaba un casco de seguridad. Hasta el día de hoy Jolie seguía recia con el tema.
Alejé rápido mi vista, no quería seguir preocupándome por él. No sabía que hacer mientras los otros dos regresaran, sumando que la enfermería no era un lugar muy acogedor para estar merodeando por ahí, tomé la iniciativa de hacerme un lugar alado del chico. Pegué mi brazo y caderas al suyo para poder mantener todo mi cuerpo dentro de la camilla, pero lo que no tuve en cuenta era lo incomodo que podría ser si le sumábamos a su silencio de bibliotecario. Bien, no había sido buena idea, pero ya lo había hecho así que a sonreír.
Me removí en el lugar, sin dejar de lanzar miradas pocas disimuladas a su rostro aun oculto.
—No conozco el hospital de Miami, pero te puedo asegurar que el de Payton es muy bueno y tiene personal muy capacitado además de agradable —comenté, pinchando su brazo con el dedo—. Las fracturas no duelen tanto luego de unos días con medicamentos, eso sí, el yeso suele picarte como el demonio, y si tienes alergias como yo puede ser un verdadero martirio hasta el límite de usar un alambre para rascarte; ¡no lo recomiendo! Por poco me hago un agujero. Uy, sí, ahora que recuerdo también es divertido leer las cosas que pueden escribir tus amigos y familia, hasta una vez Ruby me dibujo un pene y creo que fue la primera vez que mi padre quiso matarla, no en el buen sentido. Y seguro ahora estás pensando que soy una insoportable, ¿me equivoco?
Silencio.
Ya comenzaba a asustarme así que ignoré las advertencias de mi cabeza, acerqué mi mano a su rostro y aparte el cabello que me estorbaba para observarlo directamente a los ojos. Abrí los ojos de par a par, siguiendo el camino que estaba recorriendo una gota. Luego otra. Y otra. Cualquiera que no hubiera hecho mi arrebato pensaría que estaba durmiendo; sus hombros estaban rectos y tensos, su respiración parecía normal y no había ningún sonido similar a un sollozo.
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venganza y mentiras, amigos de infancia, novela juvenil que contiene romance
Editado: 05.05.2019