Falsa dulzura

[09] Max: Parte II

—Y eso no estaría bien, ¿verdad?

Sacudió la cabeza, sin llegar a perder el contacto visual. Algo se sacudió detrás de mis costillas al darme cuenta de los dos tonos más oscuros de su iris.

—¿N-no?

Por un momento me encontré con el anhelo —necesidad— de acariciar su labio menor, confirmar que eran tan mullido y suave como se vía, pero hubo un clic en mi cabeza que me empujó lejos de cualquier malicia que pudiera haber deseado. Bajé mi mano, guardándola en el bolsillo de mi sudadera como si esa fuera la barrera entre el bien y el mal… si es que existía eso.

—He hecho la promesa de que las chicas con novios son intocables… o al menos no besables. —Y como si hubieran bajado el telón de un teatro, la magia se acabó y cada uno tuvo que dejar su guión sobre la mesa.

«¿Qué promesa?»

Cállate

«Vamos, sinvergüenza, seme sincero a mi… recuerda que soy tu subconsciencia, lo sé todo»

Que te calles.

—¿Maximiliano? —Pestañé, volviendo a una realidad donde mi teléfono resonaba por toda la habitación y la única chica que tenía sobre mis piernas evitaba a toda costa mi mirada—. Un teléfono… está sonando.

No fue hasta que balbuceó esas palabras que me percaté de la vibración en el bolsillo de mi sudadera. Esa vez sí me fije quién me estaba llamando, chocando con un número desconocido y eso no hizo más que aumentar mi desconfianza. Nadie, además de mi familia, me llamaba. Nunca. A no ser…

Atendí de toda forma.

—¿Qué?

Luego de mi brusca palabra se armó un denso silencio, consiguiendo percibir el sonido de murmullos y risillas.

—Ya, voy a colgar. —Alejé el teléfono antes de escuchar una exclamación del otro lado.

—¡Espera! —murmuró una voz que no se encontraba en mi disco duro—. L-Lo siento, pero ellas no pueden saber que te estoy llamando.

Ya, me estaban jugando una broma. Que divertido, en serio, me estaba muriendo de la risa.

—Cuelgo.

—¡Es sobre Mary-Lou! —Cuadré los hombros, irguiéndome.

—¿Qué pasa con ella?

Sentí la mirada de Celine, pero ahora mismo no podía preocuparme por ella cuando seguro mi hermana había metido la pata para no perder la costumbre. Aun así, no importaba que se hubiera convertido en una rutina allá en Miami, seguía alterando mis nervios hasta el límite de sentir que esa vez podría ser un problema sin arreglo.

Siempre existía una solución, pero en todo había excepciones.

—E-Ella… ¡Recorcholis! Si ellas llegan a enterarse que le estoy avisando a su hermano para ayudarla me van a revolear el culo con una patada tridimensional… —Su parloteo me hacía recordar a la chica que se estaba cubriendo la rodilla con gasas, y si no erraba tendría que interrumpir antes de que su divagues fuera indetenible.

—Nadie va a saber esto, así solo dime de una pu… —Inhalé hasta que mis pulmones no pudieron más—. Dime, por favor, ¿dónde está Mary-Lou?

Giré cuando Celine jaló de mi manga varias veces, obligándome a enfrentar el signo de interrogación que se dibujaba en su rostro. Sacudí la cabeza.

—¡Ese es el jodido problema! Ay, lo siento por el grito, pero alguien está estresada por aquí…

Me llevé la mano al cabello, jalando con fuerza.

—Y por aquí se está perdiendo la paciencia. —escupí, llegando a la conclusión que la amabilidad no estaba sirviendo—. Mira niñata, dime de una put…

En un momento tenía el teléfono en la mana, y en el otro maldiciendo en voz baja. Acto seguido, entrecerré los ojos hacia Celine quién se encogió de hombros mientras atendía a algo que le estaba diciendo la niña no-puedo-callarme. Guardé silencio, hundiéndome en el sofá para detener el condenado impulso de quitarle mi teléfono y llamar a la problemática de mi hermana.

Ella bajó el brazo despacio sin quitar la mirada de mí. Mis nervios no lo soportaron.

—¿Qué dijo?

—Esto… ¿La historia corta o la larga?

—La que se te entre en gana, pero habla.

Enredó un dedo en una hebra de cabello, jugueteando con él.

—Mary-Lou… Digamos que se juntó con las chicas equivocadas. —Se dobló soltando un estornudo, o dos—. Por lo que me dijo Luna, ella quiere entrar al grupo de porristas, ¿en su antigua prepa era la líder, no?

—Lo era, y todas la idolatraban. —recordé, atrayendo a mi cabeza una imagen de sus ojos iluminados antes de cualquier práctica o reunión con el quipo. Mary-Lou siempre amó la popularidad que le daba su rango, seguro era lo que más extrañaba de nuestra antigua vida.

Antigua vida… sentía que había pasado meses cuando solo habían sido unas semanas en aquel pueblo.

—Seguro ella quiere recuperar su lugar, pero algo que no debe saber es que nuestras porristas son demasiadas… recelosas con sus puestos: nunca le van a dar un lugar a un extranjero. —Hizo eso de arrugar la nariz coordinando con su ceño, signo de que no me gustaría lo que iba a decir a continuación—. Esas maleducadas no trataron bien a tu hermana… Dieu! Me encantaría usar mi puesto como hija del director y sancionar a esas chicas, o al menos castigarlas, porque no pueden salir triunfantes luego de haber humillado a otra chica enfrente del equipo de fútbol americano como si ya no le fuera difícil adaptarse a una nueva vida… Juifs!




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