Semana 4 - Días 24 y 26
Shaun
—¿Quieres ser mi papá?
La pregunta de Noah me dejó sin habla y sin aliento.
Me había llevado de la mano a su cuarto para enseñarme sus juegos, pero apenas nos sentamos en la alfombra disparó la pregunta.
—Yo tengo un papá -aclaró el pequeño moviendo su manito-, pero él no viene nunca porque está ocupado. Y papá Jason en realidad es el papá de Ethan y Logan.
Hizo una pausa mientras movía distraídamente las piezas de una caja que acababa de abrir.
—Tú podrías ser mi papá “Shaun”. Es sólo para que le ayudes a mami a renegar conmigo, porque ella solita se cansa… a veces la veo triste y… no quiero que se canse de mí.
—Escucha Noah… Mírame -le pedí con dulzura-. Tu mamá jamás se va a cansar de ti, porque te ama. Y por supuesto me encantaría ser tu papá porque eres un niño bueno, tú no haces renegar a nadie. Sin embargo… eso es algo que no depende de mí, tendrías que hablarlo con tu mami.
—¿Puedes hablarlo tú? Porque no quiero que me castigue.
—De acuerdo, le hablaré por ti -le dije con una sonrisa-, pero tú deja de preocuparte, eres un niño afortunado porque tienes a muchas personas que te aman, incluido yo.
Inmediatamente Noah se levantó, vino a mí y me abrazó con toda la fuerza de sus pequeños brazos, lo que provocó un vuelco en mi corazón porque en verdad me encantaría ser su padre. Sin embargo, la vida no era tan sencilla y el pequeño, sin saberlo, la estaba sufriendo.
—¿Qué opinas si vamos a ver películas con tu mami y tía Leah?
—¡Sí! -dijo él con entusiasmo.
Al regresar a la sala, pude ver a Elizabeth y Leah secarse rápidamente los ojos y reconstituyendo la expresión.
—¿Quieres ver Cars, mi cielo? -le preguntó Elizabeth simulando un tono relajado, aunque pude notar un temblor en su voz.
—Síiiiiii -celebró Noah.
Y tomando mi mano me llevó hasta el sofá y luego se trepó para sentarse a mi lado.
A mitad de la película le ganó el sueño, por lo que buscó los brazos de su madre y allí se quedó dormido.
Cuando pusimos una película para “chicas”, como las llamaban ellas, Elizabeth la vio completa con Noah en brazos. No hubo forma de convencerla de que lo llevara a su cama. Lo envolvía en sus brazos y de tanto en tanto besaba su cabecita.
Fue el cuadro más hermoso que vi en mucho tiempo. Y sentí que sería un honor formar parte de sus vidas.
Al finalizar la película, Elizabeth le dijo a su amiga:
—¿El lunes me acompañas a comprar la ropa para el evento?
—¡Sí! ¡Por supuesto! ¡Vamos a elegir ropa de diva!
—Voy con ustedes -intervine.
—No haces falta -me respondió Elizabeth.
—Pero quiero ir, me divierto con ustedes, y de paso me pueden ayudar a elegir la ropa para mí. De hecho, yo las busco a ambas.
Después de acordar el horario, me ofrecí a llevar a Noah a su cama y me despedí para marcharme.
Una vez en mi apartamento, le envié un mensaje a Elizabeth.
—Debemos hablar sobre Noah. Podría ser el lunes después de las compras, si te parece.
—De acuerdo -me respondió escuetamente, como solía hacer ella.
* * *
El lunes por la tarde fuimos al shopping. Como el evento estaba confirmado para el sábado 9 de Noviembre, debíamos elegir ropa de otoño y un abrigo para el frío de las tardes de Massachusetts.
Noah caminó de mi mano por todo el shopping, con la seriedad de un caballerito, bajo las miradas furtivas cargadas de tristeza de su madre.
Comenzamos nuestras compras en una boutique para Elizabeth. Se probó muchos vestidos porque no había forma de que se pusiera de acuerdo con Leah. Su amiga le elegía vestidos sumamente sexis, muy ajustados al cuerpo, y ella los elegía demasiado flojos. Debo decir que todos le sentaban de maravilla.
—Debo ir vestida como una madre de familia, Leah, no como una prostituta.
—¡Pero debes mostrar tus atributos, Lizzy! Para que te envidien la otras mujeres y… tal vez conquistes un corazón masculino.
Ese comentario me incomodó. Ella no tenía por qué conquistar el corazón de nadie que no fuera yo, su supuesto esposo. Y si bien no me involucraría con ella de esa manera, sentí que sería una traición.
Hice un esfuerzo para no mostrarme molesto y, cuando finalmente ella eligió el vestido que la convencía, mi incipiente mal humor se transformó en admiración. Le quedaba espléndido. Era un vestido de un color raro, entre rojo oscuro y violeta, recto y a la rodilla, ni flojo ni excesivamente ajustado, pero marcaba sus formas de una manera que me vi obligado a fijar mi mirada en otra cosa que ni siquiera fui consciente de qué era.
Después de que eligiera el abrigo, me adelanté a pagar con mi tarjeta y tuvimos el primer altercado de la tarde.
—Yo puedo pagar mi propia ropa, Shaun -dijo conteniendo el enojo, ante la mirada atenta de Noah.