Familia de Alquiler

CAPÍTULO 13

Semana 4 - Día 27

Elizabeth

Pasé a buscar a Noah por el apartamento de Leah, y, una vez que llegamos a casa, le ayudé a cambiarse de ropa y me senté en su cama.

—¿Quieres que hablemos?

Había llegado el momento de encarar esa conversación con mi hijo, para la que me había preparado con Silvie, la psicóloga amiga de Leah, y que aún así me tenía angustiada.

Noah se sentó a mi lado y me miró expectante.

—Tú sabes que te amo ¿verdad?

—Sí, mami. Yo también te amo.

—¿...Y que eres lo más importante en mi vida?

Él sólo asintió en silencio, observándome con atención, con su mirada inocente y confiada..

—Pues lo eres. Y también eres muy importante en la vida de tío Jason, de abuela Grace y de abuelo Oliver; también de tía Leah. Tienes una gran familia que te ama muchísimo.

››Y debes saber que yo estaré siempre para ti, cariño, para cuidarte, para abrazarte, para ayudarte a crecer… y jamás voy a cansarme de estar para ti.

La amplia sonrisa de mi pequeño me llenó el corazón y sentí deseos de estrujarlo entre mis brazos, pero por el momento debía continuar.

—El doctor Shaun también te ama mucho, mi cielo.

—Yo también lo quiero a él.

—Me parece hermoso lo que sientes. Está bien sentir cariño por las personas que nos cuidan y con las que pasamos lindos momentos… Pero esa no es suficiente razón para que él sea tu papá, mi cielo.

—¿Por qué no?

—Porque ser papá es algo que viene con el tiempo y depende de decisiones que toman los adultos, y no importa cuánto queramos a alguien, no siempre se pueden cambiar esas decisiones.

—Entonces… -dijo bajito, haciendo un mohín y con los ojitos llenos de lágrimas- ¿no puedo llamarlo papá?

—No deberías, cariño -le dije acariciándolo-. Las palabras son importantes para no confundirnos… pero prometo no enojarme contigo si alguna vez lo haces.

En ese momento, Noah se levantó y me abrazó con fuerza.

—Recuerda siempre que te amo -le dije estrujándolo entre mis brazos.

Estuvimos así largo rato. Mi pequeño necesitaba sentir mi contención y mi amor, y yo necesitaba dárselos. Me sentía destruída, incapaz de protegerlo de los golpes de la vida, pero firme en mi decisión de estar siempre para él. Sabía que él necesitaba algo más: necesitaba y quería un padre, pero yo no podía dárselo, y era evidente que tampoco podía reemplazarlo. Todos estos años había intentado cumplir los dos roles, pero mi hijo me estaba demostrando que era imposible. No obstante, con toda la gentileza de su corazón generoso, él trataba de que yo no lo notara, y eso me provocaba aún más angustia.

Tratando con fuerza de tragarme las lágrimas, le pregunté:

—¿Qué quieres cenar?

—¡Pollo! -exclamó mimoso.

Y como no parecía querer apartarse de mí esa tarde, le llevé papel y lápices y lo instalé en la mesa de la cocina, cerca de mí, a dibujar.

Comenzaba a preparar unos filetes de pollo con verduras salteadas y un puré de patatas, cuando recibí el mensaje de Shaun.

—¿Hablaste con Noah?

—Sí. Acabo de hablar.

—¿Él está bien?

—Creo que sí. Lo mejor que puede estar. Está aquí conmigo.

—¿Puedo ir ahora?

—Puedes. Se pondrá contento. Estoy preparando la cena, si quieres estás invitado.

—Enseguida estoy allí.

Poco tiempo después llegó Shaun.

—Hola, amigo -le dijo a Noah con una sonrisa, tendiendo su puño para chocar con el de mi hijo-. ¿Qué dibujas?

—A nosotros -respondió mi niño mostrándole su dibujo.

Me volteé para verlo con disimulo. Era hermoso. ¡Mi hijo era todo un artista! En el dibujo, él estaba tomado de mi mano, a mi lado había dibujado a Leah y a su lado, aunque un poco apartado, a Shaun.

—¡¿Éste soy yo?! -preguntó él, señalando con el dedo su figura.

—Sí.

—¡Qué guapo me hiciste, Noah!

Este comentario provocó la risa orgullosa de mi pequeño.

—Es que tú eres guapo. Yo quiero ser como tú cuando sea grande.

—¡Tú serás más guapo! Yo te llevaré al gimnasio y ¡tendrás músculos fuertes!

Yo realmente estaba disfrutando de esa conversación, pero me sentía nerviosa. Siempre me perseguiría la sombra del temor de perjudicar a Noah. Ya había tomado conciencia de que no podía protegerlo de todo sufrimiento, pero sí me sentía la única responsable de qué clase de personas permitía que entraran en nuestras vidas, y esperaba no haberme equivocado con Shaun.

Al poco tiempo estuvo lista la cena.

—Recoge tus cosas, cariño, que debo tender la mesa.




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