Semana 4 - Día 27 Cont.
Shaun
Cuando salimos a la acera y miré la expresión de Elizabeth, me di cuenta de que no entendía para qué los había llevado hasta allí.
—El SUV -le dije con una sonrisa, señalando mi nuevo coche familiar en gris plata.
—¡¿Te compraste otro vehículo?!
—¡Sí! -le respondí feliz- El otro era para soltero, éste es para la familia.
—¡Estás loco! -exclamó ella riendo- ¡Vas por todo!
—Mira, Noah -le dije al pequeño, abriendo la portezuela trasera-, esa es la butaca para ti.
Él, que había salido en mis brazos, me pidió que lo bajara y que le diera permiso para probar la butaca booster que de ahora en más sería su lugar en mi coche.
—¿Por qué lo haces? -me dijo Elizabeth por lo bajo, en tono severo.
—¡Lo compré por él! -intenté explicarle- Podemos salir de día de campo o ir de vacaciones. La invitaríamos a Leah si lo deseas. ¿Quieres que demos un paseo ahora?
Ella dudó pero terminó aceptando, y mientras cerraba la puerta de su casa, yo aseguré el cinturón de Noah.
Los llevé hasta el North Point Park, en la ribera del Charles. Caminamos hasta el parque infantil, donde Noah quiso probar todos los juegos que allí había.
Elizabeth y yo nos sentamos en un banco próximo, a disfrutar del anochecer entre la arboleda y a controlar a Noah. Se sintió muy íntimo, muy relajante; me habría quedado a pasar el resto de mi vida en ese lugar y con esa compañía…
Pero la magia no dura para siempre, y cuando decidimos que se hacía tarde para Noah, emprendimos el regreso.
Al llegar a la casa ya estaba dormido, por lo que lo alcé y lo llevé hasta su cama, donde Elizabeth le cambió la ropa por un pijama y lo arropó.
Creo que yo era el más feliz de los tres. Me gustaba tener familia, y ésta que había conseguido por azar era maravillosa.
Cuando nos quedamos solos, me ofrecí a preparar café.
Pensé que debía comprar un paquete grande para mi próxima visita, porque por mi culpa Elizabeth agotaba todas sus reservas.
—Conseguí los datos de dos abogados expertos en temas de familia, para ver contigo y que tú decidas -le dije cuando estuvo listo.
Nos sentamos a la mesa de la cocina, uno junto al otro, con nuestros tazones de café -ya habíamos renunciado a los pocillos pequeños que debíamos recargar casi continuamente.
—Consulté con mi padre y me dio el nombre de dos excelentes abogados de familia: Blake Morgan y Edwin Dawson -le dije mostrándole los datos en mi móvil-, ambos con una larga carrera y mucha experiencia en el tema, y ambos amigos suyos. El segundo tiene el récord de casos ganados. También consulté con mis conocidos, y todos me nombraron éste último.
—Si es tan bueno debe ser caro -dijo ella pensativa.
—Por eso no te preocupes, yo me haré cargo de esa parte.
—No es tu problema, Shaun.
—Si es problema de ustedes, es mi problema.
—¿No crees que te estás confundiendo?
—¿No eres mi amiga? ¿Acaso Noah no quiere que sea su papá?
—Pero le dejé en claro que no lo eres, y también debes tenerlo en claro tú.
Eso dolió. Sin embargo no se lo dije.
—Sé que si me entrometo demasiado en tu vida te puedo estropear la posibilidad de que encuentres a un buen hombre que te haga feliz -eso que le decía, no sabía por qué pero también dolía-, no obstante te prometo que si se da el caso, me apartaré.
Creí ver dolor también en su mirada, pero tal vez me confundía por tenerla tan cerca. Las sensaciones que me provocaba su proximidad podían confundirme.
—Puedo aceptar si me permites que te devuelva lo que gastes, aunque sea en cuotas.
—De acuerdo. Mañana solicitaré una cita… mmm… ¿me lo permites?
—De acuerdo -dijo ella con la más hermosa de las sonrisas.
Estaba demasiado cerca y me sentí turbado, por lo que me levanté y me senté del otro lado de la mesa, enfrentado a ella.
—Cuéntame más sobre la charla con Noah.
—El lunes hablé con una psicóloga amiga de Leah para pedirle orientación. Ella me dio algunas pautas importantes a tener en cuenta para hablarle con la verdad sin herir sus sentimientos, así que, después de elaborarlo mucho en mi cabeza, me decidí a enfrentar esa conversación.
››Le dije que tú también lo amas, pero que ser padres es una decisión que toman los adultos en determinadas circunstancias. Creo que lo comprendió aunque sus ojitos con lágrimas me revelaron que le dolía -esto último lo dijo con lágrimas en los ojos también ella.
Hubiese querido abrazarla para que no sufriera, y buscar a Noah y abrazarlo también. De todos modos, ¿por qué no podía ser su papá, si yo también lo deseaba?
Pero Noah dormía, y abrazar a Elizabeth no era una opción conveniente. Ya había sucedido la noche anterior y no se me daba nada bien. No podía abrazarla sin sentir la sensación de intimidad que ponía en marcha mis hormonas y amenazaba con desbordarme, y si lo hacía, si permitía que me desbordara, lo arruinaría todo, porque lo más seguro era que ella me rechazara.