Miedos y dudas
Elizabeth
—Hola. Te esperaba.
La miré con desconfianza. ¿Qué podía querer de mí esa mujer? ¿Arruinar a Shaun… otra vez? Me puse alerta.
—¿Cómo era tu nombre? -preguntó para hacer hincapié en mi insignificancia.
—No necesitas recordarlo, no seremos amigas.
Ya que había probado la estrategia de la indiferencia y el desprecio sin obtener resultado, decidió ser directa.
—Ven. Tengo que hablar contigo -dijo caminando hacia el Café.
La seguí y ella, al entrar, al igual que Craig, eligió la mesa junto al ventanal que daba a la acera. Era evidente que ambos buscaban mostrarse para molestar a Shaun.
—Tengo algo que decirte -comenzó.
Yo aguardé en silencio.
—Me acosté con tu marido -dijo mientras abría discretamente su blusa dejando al descubierto las marcas en su cuello.
Luego se atrevió a bajarla un poco más para mostrarme las marcas dejadas por Shaun en el comienzo de sus pechos.
Tuve que hacer un enorme esfuerzo de voluntad para no revelar el dolor que aquello me provocaba.
—Dime algo que no sepa -le dije con mi mejor tono de indiferencia.
—¿Lo sabes? -preguntó levantando levemente las cejas, sorprendida.
—Claro, Shaun me lo dijo. De todos modos, no me queda claro el motivo de tu orgullo. Acostarte con marido ajeno no habla muy bien de ti, ¿no crees?
—Tú lo hiciste antes.
—Oh, no. Estás equivocada. Él nunca fue tu marido, y te ocupaste tú sola de que así sea. Eso me deja en mejor posición que a ti.
››Hay algo que me intriga, Tayra…
—Tasha -me interrumpió con mirada de odio.
—Cierto, Tasha. Tal vez puedas explicarme: ¿qué los motivó, a ti y a tu hombre, a volver a acercarse a Shaun con tanto afán?
—¿Qué tiene que ver Craig?
—No creerás que está contigo por tu cara bonita, ¿verdad? Está contigo porque eres el trofeo que le robó a su supuesto amigo.
››Y ayer vino por otro trofeo. Me invitó un café sentados a esta misma mesa, y a tener sexo con él para vengarnos de Shaun.
En el momento en que terminaba de decirlo y Tasha me lanzaba la peor de sus miradas, me percaté de una presencia a nuestro lado.
Volteé y me encontré con la mirada profunda de unos ojos celestes.
Sin dejar de mirarme, Shaun tomó una silla de la mesa contigua y se sentó a mi lado. Deslizó su mano bajo mi pelo y, tomándome por la nuca, acercó su boca a mis labios y me besó.
No fue un beso cualquiera. Fue un beso profundo, intenso, íntimo, decidido. No supe cuánto duró porque logró hacerme perder la noción del tiempo y el espacio, pero supe cómo se sentía, y esa intensidad era difícil de fingir.
—Te amo -me dijo apartándose unos pocos centímetros de mi boca cuando terminó el beso-. Es lo que quiero decirte desde el domingo y tú no quieres escucharme.
—¡Patéticos! -sonó lejana la voz de Tasha.
—Por cierto -dijo Shaun volteando a mirarla-, no estamos casados. Pero sería el hombre más feliz si fuera tu esposo y el padre de Noah -agregó volteándose nuevamente hacia mí y volviendo a besarme, esta vez con menos urgencia y con inmensa ternura.
Terminamos el beso estremecidos de emoción y nos dispusimos a marcharnos. Tasha ya no estaba.
Shaun dejó dinero en la mesa y salimos.
Una vez en el aparcamiento, me acompañó hasta mi coche y allí me envolvió con sus brazos y me apretó contra su pecho. Después de otro beso intenso me dijo quedo contra mi boca:
—Regresa conmigo. Te necesito. No puedo trabajar bien sin ti.
—Tienes otra Asistente.
—Ella no es tú.
—¿Cómo le explicaría a Ryan? -le dije riendo sobre sus labios.
—¿Quién es Ryan? -preguntó apartándose con el ceño fruncido.
—Mi amigo, el Jefe de Recursos Humanos.
—Tu amigo ¿eh?
—Después de lo de Tasha ni siquiera tienes derecho a fingir celos.
Se puso serio de pronto, y sin soltar el abrazo me dijo quedo:
—No me va a alcanzar la vida para pedirte perdón.
—Debo ir por Noah -fue mi respuesta.
Por supuesto jamás le diría que lo perdono, aunque llegara a hacerlo alguna vez.
Dejé sus brazos aunque se sintieran tan bien, y subí a mi coche.
—¿Puedo ir esta noche?
—Ven a la tarde. Noah te extraña.
Me fue inevitable sonreír ante su expresión de niño feliz.
Al marcharme, vi por el retrovisor su figura, de pie en el aparcamiento, mirando alejarse mi coche, con una sonrisa en su rostro.
* * *