Familia de Alquiler

CAPÍTULO 28

Momentos

Elizabeth

—¿Cuándo vas a perdonarlo, Lizzy? Está haciendo de todo el pobre hombre.

—Te dije que no tengo nada que perdonarle. Él nunca fue mi pareja y no lo será nunca. Tan simple como eso.

—¡Pero mira que eres terca! Si no eran pareja no hubo infidelidad. ¿Entonces…?

—Claro que no… pero el boxer flojo me ilusionó y después se fue con la ex. Y yo no estoy tan desesperada como para aceptar a un hombre compartido.

—¿Segura que no? Digo… no me refiero a los cuatro años de abstinencia sino a lo que el guapo doctor te despierta -me dijo riendo.

—¡Leah! ¿Tú te meterías con Jason, aún cuando no se resiste a ninguna mujer?

—¡Claro! Si me prestara atención.

Moví la cabeza resignada. Mi amiga no tenía remedio. Estaba tan enamorada de mi hermano que le perdonaría cualquier cosa.

¿Eso me hacía a mí tan dura? Estaba segura de que no era así, sólo tenía mis propias ideas “egoístas” de no querer compartir a un hombre… y mucho menos a “ese” hombre.

Jamás nos pondríamos de acuerdo con Leah, aunque nuestra amistad no era menos genuina por eso, todo lo contrario, se hacía cada vez más fuerte porque aunque pensáramos distinto, nos comprendíamos y respetábamos nuestras diferencias. Además siempre estábamos para la otra, aunque ella, como trabajaba desde su casa, estaba más para mí que yo para ella.

En resumen, Leah era una amiga de oro, una joya con la que Shaun no había tenido jamás la suerte de contar.

A pesar de eso tuve ganas de matarla cuando, al acercarse Shaun con Noah de la mano, provenientes de los juegos del parque, ella se puso rápidamente de pie, se acercó a ellos, le habló a mi hijo y luego se lo llevó de la mano rumbo a la arboleda.

Shaun vino a sentarse a la mesa que ocupábamos y se sentó en el banco opuesto a mí.

Bien, estaba entendiendo perfectamente la situación.

—¡Noah es incansable! -comentó.

—O tú estás viejo -le dije sonriente, intentando sonar relajada.

—Es posible -dijo pensativo y no agregó nada más, aunque se lo quedó mirando con un dejo de tristeza hasta que desapareció correteando con Leah entre los árboles del North Point Park.

Al cabo de un momento se volteó con una leve sonrisa.

—¿Tienes alguna novedad de Dawson?

—Sí, el jueves me llamó para informarme que acababa de presentar la moción ante el Tribunal de Familia. Dijo que cree que en cuatro semanas la jueza fijará la fecha para la Audiencia Inicial.

—Yo iré contigo.

—No te molestes. Lo más probable es que sólo debamos estar Daniel y yo con nuestros abogados.

—Estaré para ti del otro lado de la puerta. Te prometí que te acompañaría en este proceso, y eso haré.

—Gracias -murmuré-... y también por este día de campo. Noah está feliz.

Volvió a esbozar una sonrisa al mirarme, que también me pareció triste.

* * *

El día de Acción de Gracias nos reunimos en casa de mis padres. Leah viajó a California a pasarlo con su familia, y mis sobrinos lo pasarían con su madre y sus otros abuelos, por lo que creí que sólo seríamos mamá, papá, Jason, Noah y yo.

Sin embargo, después de la cena llegó Shaun y se sumó a la celebración.

Tras entregarle a mi madre las botellas de ponche y jugo de arándanos que traía como presente, se sentó en la sala junto a mi padre y Jason a ver un partido de la NFL.

Por supuesto que Noah estaba encantado y se sentó con ellos, aunque de vez en cuando venía a mí -que conversaba con mamá en la cocina-, me daba un beso y volvía corriendo a sentarse junto a Shaun.

Mi madre me interrogó con la mirada y yo sólo negué con la cabeza para que borrara cualquier idea esperanzada que tuviera.

* * *

Los primeros días de Diciembre Shaun nos acompañó a comprar el árbol de Navidad, y luego de instalarlo en un rincón de la sala, junto a la ventana, también nos ayudó a decorarlo.

Leah era espectadora, y de tanto en tanto me preguntaba por lo bajo: “¿Me llevo a Noah?”, sólo para recibir una reprimenda de mi parte y acabar riendo.

La noche de Navidad nos reunimos en casa. Esta vez contamos con Leah, ya que no pudo viajar por la tormenta de nieve, y aunque mi pobre amiga sufría por la indiferencia de Jason, le puso el mejor humor a la velada.

A medianoche abrimos los regalos. Todos recibimos uno, incluso Shaun, que llegó después de la cena, aunque él recibió dos: uno mío y otro de Noah. Mi pequeño fue el más afortunado: además de la ropa que recibió de mis padres y los libros de cuentos de parte de Jason y de mí, abrió tres paquetes más de parte de Shaun: un camión para acarrear sus bloquecitos y dos juegos didácticos.

Mi madre me hablaba con la mirada pero no decía ni una palabra por temor a mi reacción, mi padre miraba de reojo, Jason fruncía el ceño y Leah sólo sonreía socarronamente.




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