Confianza - Parte 2
Elizabeth
En el momento en que llegaba a la puerta del apartamento, Tasha rodeaba el cuello de Shaun con sus brazos y metía la lengua en su boca en un beso salvaje.
En ese primer instante se detuvo mi mundo, casi como si estuviera inmersa en un déjà vu.
Con gran esfuerzo intenté recordar mis propias palabras: “¿confías en mí?”. Recién entonces tuve la claridad mental para ver que Shaun sujetaba con fuerza los brazos de Tasha intentando quitársela de encima.
—¡¿Qué haces?! –gruñó apenas logró apartarla de sí–. ¡¿No comprendes que no quiero nada contigo?!
Entonces entré, al tiempo que ella me miraba con una sonrisa burlona.
La mirada de Shaun fue de horror.
—¡Lizzy! ¡No es lo que crees!
—¡Oh, sí! ¡Claro que lo es! No sólo lo creo, lo confirmo ahora.
La lividez del rostro de mi amado me urgió a explicarme, a la vez que interponía mi cuerpo entre él y Tasha.
—Estos dos miserables no lograron tener una vida feliz, por eso se dedican a hacer infelices a otros. Aunque en realidad yo no les importo, su único objetivo eres tú –le dije a Shaun, que había quedado con su pecho pegado a mi espalda– y aún no comprendo por qué. Creo que ellos tampoco; tendrán que averiguarlo en terapia.
La sonrisa burlona de Tasha se transformó en mirada de odio.
—¿Qué pensaste? ¿Que me acostaría con tu hombre sólo porque me lo propusiera? Vives en tu propia burbuja, Tasha, por eso no logras ver que en el mundo hay mujeres decentes, y somos muchas. Tal vez las de tu grupo sean menos sólo que suenan más porque destruyen vidas.
—¿Tú qué sabes? Eres una vulgar empleada que se acuesta con su jefe para lograr estatus.
Eso me dolió, y mucho, e incluso me dejó sin palabras. Shaun lo percibió al instante y me abrazó por la cintura.
—Vete, Tasha –dijo ronco y bajo–, y jamás regreses. No eres bienvenida. Ya no te desprecio ni te guardo rencor, sólo siento lástima por ti, porque jamás conociste el amor, y no sabes de lo que te pierdes.
Tasha nos miró con odio y se marchó dando un portazo.
No alcanzaba a cerrarse la puerta aún cuando Shaun apretó su abrazo y descansó su cabeza en mi hombro.
—Confiaste en mí –dijo quedo, muy próximo a mi oído.
—Y tú en mí –musité volteando y buscando sus labios.
Me aparté al instante.
—¡Deberías lavarte la boca! ¡No quiero besar a Tasha a través de ti!
Shaun me soltó, corrió al cuarto de baño y los escuché enjuagarse la boca mientras yo reía.
Regresó enseguida, volvió a apretarme contra su pecho y se apoderó de mi boca en un beso intenso, urgente, anhelante… con sabor a menta.
Me reí sobre su boca. ¡Él era hermoso! Parecía un niño grande que experimentaba por primera vez la relación con una mujer y no tenía reparos en someterse a mis caprichos.
—¿Sabes qué acabo de descubrir? –musitó sobre mis labios–. ¡Cuánto te amo!
Ya no volvimos a permitir que nada nos interrumpiera, sólo queríamos amarnos y eso fue lo que hicimos. Nos sumergimos en una vorágine de besos y caricias que nos arrastró hasta su lecho, donde nos amamos hasta quedar exhaustos.
* * *
Me levanté furtivamente para no despertar a Shaun y me puse rápidamente la ropa.
—¿A dónde crees que vas? –sonó su voz ronca y dulce desde el lecho.
Volteé a verlo con una sonrisa.
—A buscar a Noah –le respondí acercándome y besando fugazmente sus labios.
Él tomó mi mano sabiendo que no podía retenerme.
—Nos vemos más tarde –me dijo acariciando mis dedos mientras me soltaba.
Me marché rumbo al apartamento de Leah con una sensación extraña.
* * *
Al abrazar a mi hijo, ya en el apartamento de mi amiga, me sentí inmensamente culpable.
Cuando mi pequeño rodeó mi cuello con sus bracitos y me llenó de besos, pensé en él aguardando por su madre mientras ella disfrutaba de los placeres del sexo.
Entonces mis ojos se llenaron de lágrimas mientras mi amiga me observaba con intriga.
—¿Tuviste sexo? –articuló con los labios, en silencio.
Asentí.
—Sabes que puedes darle un padre a Noah, ¿verdad? –musitó.
—Lo sé –respondí en voz baja.
¿Podía?
* * *
Esa noche, después de que Noah se durmiera, Shaun y yo preparamos juntos nuestro café habitual.
En realidad, yo lo preparaba mientras él me abrazaba por la espalda y besaba mi cuello.
—Quiero que conozcas a mis padres –murmuró mientras me besaba.
Volteé para mirarlo a los ojos. Lo que quería decirle tal vez le doliera.