Familia de Alquiler

CAPÍTULO 38

El oráculo de plástico

Elizabeth

—Lo vemos juntas –dijo Leah con la voz temblorosa por el miedo.

—Ahora –respondí armándome de coraje, aunque también yo temblaba como una hoja.

Ambas miramos la pequeña barrita blanca que cada una tenía en sus manos, esa barrita que habíamos intercambiado por temor a lo que tuviera que decirnos.

Sabíamos que nuestro futuro se definiría a partir de cuántas líneas decidiera revelarnos.

Miramos el test y de inmediato nos miramos a los ojos. La expresión de felicidad de Leah provocó en mí una sensación indefinible, entre el temor y la esperanza.

Mi sonrisa, en cambio, la asustó. De pronto se sintió aterrada y se sentó sin fuerzas en el borde de la bañera.

Nos mostramos mutuamente los test que ambas teníamos aún en la mano, y los ojos de mi amiga se llenaron de lágrimas.

La abracé en silencio hasta que dejó de llorar, tomé el test que tenía en sus manos y los dejé a ambos en el borde del lavabo.

—¿Quieres que hablemos? –le dije quedo.

Ella asintió en silencio.

—Vamos a la sala.

Nos sentamos una frente a la otra y tomé sus manos entre las mías.

—Es de Jason –dijo de pronto, en un susurro.

—¿De…?

No terminé la pregunta. Mil sensaciones pasaron por mi corazón y mil ideas por mi mente.

Dolor por mi amiga si es que debía enfrentarlo sola, alegría por ella porque ese hijo sería lo más importante en su vida como Noah lo era en la mía, enojo con mi hermano si es que no la correspondía… y muchas, muchas ganas de abofetearlo.

—¿Fue con él tu última cita?

Asintió en silencio.

—¿Se lo dirás?

—Sí, pero no aún. Lo haré cuando… cuando me sienta fuerte.

En ese momento escuchamos abrirse la puerta y al instante la figura de Shaun con Noah en brazos se recortó en la entrada de la sala. Se detuvo sorprendido al ver la escena, sin atinar a avanzar.

—¡No vayan al baño! –les dije con premura.

—¿Vamos un rato al parque, Noah? –dijo Shaun de pronto, dirigiéndose otra vez a la puerta–. ¿Media hora estará bien? –me preguntó antes de salir.

—Sí, regresen en media hora.

Busqué pañuelos y le ofrecí a Leah. Luego tomé dos y acudí a envolver los test para ocultarlos en el mueble del cuarto de baño.

—Sabes que no estarás sola, ¿verdad? –le dije al regresar–. Lo que sea que decidan tú y Jason, yo estaré contigo. Contigo y para ti, como lo hemos estado siempre las dos. ¿De acuerdo?

Mis palabras volvieron a provocar el llanto de mi amiga aunque no fuera esa mi intención, por lo que me senté a su lado y volví a abrazarla hasta que dejó de llorar.

—Gracias, Lizzy –susurró al cabo–. Pero nos centramos en mí y tú también tendrás un cambio en tu vida.

—Es cierto, pero de eso se trata, ¿verdad? La vida entera es una sucesión de cambios.

Volvimos a escuchar abrirse la puerta, pero esta vez fue Jason quien apareció en la entrada, adoptando la misma expresión de sorpresa que antes había mostrado Shaun.

—Nos hablamos luego –susurró Leah levantándose de golpe y marchándose de prisa.

Jason la miró atravesar la puerta con expresión confundida, y al voltear a verme recibió la bofetada más violenta que había dado en mi vida.

De pronto la sala se convirtió en una escena que habría sido de comedia de no haber contenido tanto drama implícito: Jason mirándome atónito, Shaun parado a la puerta con idéntica expresión y Noah abrazando a Shaun con carita de asustado.

—¡¿Cómo te atreviste?!

—¡¿Qué hice?!

—¡Romperle el corazón a Leah! Tú me cuidas a mí pero te comportas como un cerdo con mi amiga. ¡Te dije que no te metieras con ella! ¡Sabes bien que ella te ama! ¿Por qué aprovecharte de eso?

—¡Pero yo también la amo!

La respuesta de Jason me dejó sin habla. ¿La amaba? ¿Era cierto? ¿Entonces por qué hacerla sufrir?

—¿Y qué esperas? –solté de pronto–, ¡ve y díselo ya! Nada justifica que la hagas sufrir con tu silencio.

Jason se marchó, y recién entonces escuché las voces apagadas de Shaun y Noah que conversaban en su cuarto con la puerta cerrada.

Entré y los hallé sentados en la cama, hablando bajo. Me arrodillé frente a mi hijo y lo abracé.

—Discúlpame, mi cielo, ¿mamá te asustó?

—¿Estás enojada? –preguntó vacilante.

—No, cariño.

—Lo retaste a tío Jason. ¿Se portó mal?

—Un poco, pero ahora va a enmendarlo.

Entonces me rodeó con sus pequeños brazos y me dio un beso.

—Tú no te preocupes, mami. Él es grande, se va a portar bien.




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