Familia por casualidad

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- Algo te pasa, - afirmó, no preguntó, sino afirmó mi madre cuando mi hermana y yo discutíamos en voz baja sobre el juego de muñecas que le había regalado por su cumpleaños. Sí, tuve que empujarme el orgullo por la garganta y venir a esta odiosa casa, que solía ser mi hogar, y felicitar a la niña en su día especial. Me habría sentido como el último cabrón del mundo si no lo hubiera hecho, porque en la infancia, son las fiestas como los cumpleaños, la Nochevieja o el día de San Nicolás las que más se recuerDen, por lo que estaba claro que no quería que se llevara un mal sabor de boca en su vida adulta. Por el bien de mi hermana, me pasé de la raya y me reconcilié con mi madre, pero ella seguía teniendo problemas. Incluso en un día tan importante para su hija. Y no estoy hablando de mí...

- ¿Qué le pasa? - ¿No le gusta que le haya regalado el conjunto con el que siempre soñó y que sus padres no le compraron? ¿O está confundida por el hecho de que su hermana no le preste atención y hable tanto conmigo? Está claro que a mamá hay algo que no le gusta, pero ¿qué es?

- Tienes mal aspecto, pálida, todo está mal, - negó con la cabeza, pero en realidad no era mi familia, e incluso aquí, teniendo en cuenta que estaba preocupada por mí (lo cual es bastante extraño si la conoces bien), lo servía todo con tal salsa que yo era lo último del mundo. Y es que nadie se metería con una persona tan asustadiza como yo.

- Últimamente trabajo mucho, tengo muchas cosas que hacer en el trabajo, así que quizá por eso estoy un poco cansada, - me encogí de hombros, y dije la verdad, porque ahora estaba metida en la farmacia día y noche, lo principal era no depender de mis padres ni moral ni económicamente. También quise añadir que en esta casa, junto a ella, siempre me siento mal, así que no es de extrañar que esté pálida y agotada. Sin embargo, me acordé a tiempo de mi hermana, así que me mordí la lengua y, esperando que el interrogatorio hubiera terminado, volví junto a la niña para continuar nuestra conversación, que trajo emociones positivas en lugar de negativas y acusaciones.

- Ve al hospital, porque no es bueno tener ese aspecto, - insistió la madre, y luego añadió algo que me hizo enrojecer y enfadarme al instante en un santiamén, - ¿o tienes dinero para eso? Si no, que así sea, tu padre y yo te daremos un par de kopeks. Al fin y al cabo eres nuestra hija.

- Yo no... - uf, qué oportuno empezó a sonar el tono de llamada de mi móvil, porque si hubiera dicho lo que quería decir, la velada podría haber girado radicalmente en la dirección equivocada. Quería declarar que no necesitaba sus "céntimos", como no los había necesitado antes, porque vivo sola, y estoy noventa y nueve con nueve por ciento segura de que mi madre habría recogido rápidamente el testigo y la mierda se habría ido al garete... Ella es una verdadera maestra en esto. - Lo siento, es una llamada de trabajo.

Aunque el número era en realidad desconocido, afortunadamente, detuvo mi ira, que ya no era posible ocultar, y que se habría derramado sobre mi madre en un potente chorro.

- Hola, te escucho, - contesté a la llamada y me llevé el teléfono a la oreja, saliendo al pasillo para que nadie de mi familia pudiera oír la conversación.

- Hola, ¿sabe quién llama? - la voz de un hombre sonó por el altavoz, y mi corazón dejó de latir en ese momento, y me encogí en una pequeña pelota de tenis que no sabía dónde ir para esconderme de los problemas.

- Buenas noches, no, no sé... - tenía la garganta tan seca que apenas pude pronunciar estas pocas palabras, y cuando lo hice, tuve que jadear porque empecé a asfixiarme por la falta de oxígeno en el pecho.

- Soy Dennis, ¿te acuerdas de mí?

Esperé hasta el final haberme equivocado, haberle confundido con otra persona... Pero no, era él... Casi un mes después de que irrumpiera en mi vida, me hiciera mujer y desapareciera tan rápido como había aparecido, ese hombre volvió a aparecer en el horizonte... Justo cuando apenas era capaz de recuperarme de nuestro encuentro y de calmar todas las emociones que me desgarraron tras aquel fatídico día...

¡¡¡Mi nueva historia ya está en mi página!!!

Niñera a convenir

¡Tengo problemas! Sí, estos fueron los pensamientos que me vinieron a la cabeza cuando me enteré de que tendría que sustituir a mi madre como niñera. Y no, no es que no me gusten los niños. El niño que voy a cuidar es un angelito. Pero no puedo decir lo mismo de su padre. No nos llevamos bien desde el principio, desde el mismo momento en que decidí hacer una broma sobre él en un sitio de citas. Pero no tenía ni idea de que el destino decidiría gastarme una broma cruel y ponerme cara a cara con este imbécil. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Él ni siquiera oculta el hecho de que tiene la intención de aprovecharse plenamente de mí. Y no puedo renunciar a este trabajo porque le prometí a mi madre. ¿Cómo puedo negociar con alguien que quiere castigarme por mi estúpida broma?




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