Familia por casualidad

20

Dennis

***

La cabeza se me parte como una olla de hierro fundido. Es muy difícil de entender. Me viene a la mente el recuerdo de una chica. Al principio no estaba seguro de que me resultara familiar, pero luego caigo en la cuenta. Al fin y al cabo, la conozco. Nos hemos visto y no sólo eso...

La miro fijamente. Parece tan frágil, como un ratón magullado, pero en cuanto le hice una pregunta, se irguió de inmediato. Era como un perro de pelea. Parece que va a enseñar los colmillos en cualquier momento.

La foto es interesante e incluso jugaría con ella... Pero hay una pregunta sin resolver que está provocando un huracán de emociones en mi interior.

- ¿De quién es este niño? - me levanto de la mesa con rabia. Digo cada palabra con firmeza y sin fisuras, para que no haya posibilidad de no ser escuchada.

- Es mío, - la niña da tímidamente un paso atrás. Tiene los labios blancos de miedo, pero sigue firme. En otra situación, esto me habría conmovido, pero ahora definitivamente no. ¿Es una puta broma? ¿Una patada en los pantalones del destino por toda la mierda que he hecho en mi vida?

Me estoy acercando. Con cada nuevo paso que doy, el ratón presiona más y más la pared. Tiene miedo. Puedo ver en sus ojos que tiene miedo. Pero esta no es una situación en la que vaya a ceder ante mi presión. He tocado un tema serio. Y no sólo para ella. Todavía no me cabe en la cabeza que el niño de la foto pueda ser mío. Pero si te lo propones, cuenta el tiempo... Calcula. Entonces las posibilidades son muy altas. No parece alguien que saltaría de la cama a la coca. Para nada.

- Veo que no tienes ni idea, pero te iluminaré, hacen falta dos para hacer un bebé, - le echo en cara irritado. No me gusta que me tomen por idiota. Mis labios forman un mohín y no me gustan esos juegos.

- Este niño es mío y de nadie más, - continúa cantando su canción. Y lo hace con insistencia, haciendo hincapié en "mío". Pero aún no se ha dado cuenta de que así no va a funcionar, que se está metiendo con la persona equivocada.

Me doy la vuelta y vuelvo a la mesa. La rabia me invade por dentro y hierve a cada segundo que pasa.

Recojo la carpeta de la mesa, la aprieto con los dedos hasta que cruje y miro el cuestionario. La edad del niño es de dos años y tres meses. ¡Realmente es una maldita coincidencia! ¿Se está burlando de mí? ¡¿Lo está haciendo?!

- Sé contar, niña! ¡Este niño es mío! - Agito la maldita carpeta como si de algún modo fuera a ayudarme a hablar con la cabezota. Ella sólo me mira con miedo.

- ¡No, no tiene padre! - Otra vez esta maldita cosa, ¿no conoce otras palabras?

- Piénsatelo bien antes de volver a decir eso, - me acerco y la acorralo, - porque tengo intención de realizar una prueba de paternidad.

Su cara se funde con la pared, su boca se redondea instantáneamente en una "O".

- ¡Qué... por qué... no, no lo hagas! - chilla asustada, y hasta las mínimas dudas que tenía antes desaparecen. El niño es mío. No hay duda. La niña acaba de demostrarlo.

- Porque este niño es mío, ¡y tengo los mismos derechos sobre él que tú!

Se pone aún más pálida, incluso parece temblar un poco. Y entonces ocurre algo que no esperaba en absoluto. Pone los ojos en blanco y se desmaya. Es un milagro que consiga levantarla. ¡Joder, lo que me faltaba! ¿Quién iba a pensar que una maldita noche traería tantos problemas?




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