Fui Dendo tumbos hasta mi mesa sin levantar la vista, porque no quería ver a nadie ni a nada. La mala tarde de ayer se había convertido en una mañana aún peor, así que las ganas claramente no eran de trabajar, sino de hacer algo malo, muy malo. Todo depende de cómo recibas un nuevo día. Así que habría sido estupendo que hoy me quedara en casa e intentara dedicarme a otra cosa durante veinticuatro horas y calmarme, pero no existían tales privilegios para los recién llegados a este trabajo, así que, lo creas o no, tuve que quedarme en la oficina y, al menos, fingir ser un trabajador concienzudo. Aunque no tenía ni idea de cómo iba a ser capaz de hacer otra cosa que no fuera machacarme en mis propios pensamientos.
- Hola, Vi, - oí una voz tan alegre que me dieron ganas de estropear bruscamente el humor de esa persona para que no estuviera tan contenta. ¿Cuál era el motivo de esa alegría desenfrenada? ¿Has ganado un premio? ¿Te vas a casar con un millonario de dólares? ¿O compraste medias en rebajas? ¿Cuál era el motivo de aquella alegría desenfrenada?
- Hola, - respondí con un gruñido y ni siquiera levanté la vista hacia la persona, aunque sabía perfectamente para quién era este saludo. Era Rhi.
- ¿Por qué estás tan triste? ¿Ha pasado algo? - ¿Por qué tiene que estar tan triste? ¿Qué le importa a ella de qué humor vine a trabajar? ¿Qué tiene que ver con ella?
- Estoy bien, sólo que no he dormido lo suficiente, - digo, levantando la cabeza, que hoy parece hecha de hierro fundido, y sonriendo dulcemente a mi colega. Aunque, para ser sincera, si me regalaran una sonrisa así, mi humor para todo el día se iría al carajo. Dudo que algo agradable pudiera verse en mi cara en este momento.
- ¿Seguro que no quieres compartir nada con nosotros? ¿No estarás ocultando nada a tus amigos? - Anya se unió a la conversación, gorjeando tan maravillosamente como si fuera un soleado día de primavera y ella hubiera salido volando de su nido para hacer girar su pico a derecha e izquierda y despertar a todo el mundo por la mañana temprano. Una dulce criatura a la que apetece abrazar ligeramente para que se sienta "adorada".
- Quise añadir, - mis queridas amigas, - pero pude contenerme y no estropear mi relación con ellas, que aún no estaba establecida. No tiene sentido discutir con ellas, pero ¿dónde demonios están mis compañeros de trabajo y dónde están mis "novias"? ¿Saben siquiera lo que significa la palabra amistad? ¿O es que no les importa de quién son amigos y están dispuestos a dejar que incluso alguien que conocen desde hace sólo dos días se acerque demasiado a ellos?
- No lo sé, tú lo sabes mejor, - empezó a soltar Ri evasivamente, como Dendo a entender que ella y Anya sabían algo, pero no querían involucrarse ellas mismas. Aunque eso era exactamente lo que estaban haciendo en ese momento.
- No, no hay nada extraordinario en ello. Si hubiera algo, sin duda lo compartiría con vosotras -miento sin ruborizarme, porque estas dos son casi las últimas personas en todo el mundo a las que contaría algo. Puedes decirles algo por la mañana "en confianza" y "entre nosotras", y por la tarde todas las personas de esta oficina estarán haciendo gárgaras sobre tus huesos.
- No tengas prisa por ponerte a trabajar, - antes de que la punta de mis talones cayera sobre la silla y mis ojos se clavaran en la pantalla del portátil, Ri volvió a alzar la voz, lo que me enfureció aún más, - Oleg Valerievich te ha llamado.
- ¿Por qué? - Me quedé inmóvil en una pose nada decente y miré fijamente a la chica, intentando comprender si se trataba de su venganza por no haberles contado nada interesante o si el jefe realmente me quería en la alfombra.
- ¿Y yo qué sé? Me ha dicho que te diga que vengas a verle en cuanto llegues al trabajo, - le digo, y parece que la chica dice la verdad, así que decido no perder el tiempo e ir directamente al despacho de Oleg Valerievich, pero probablemente no sean buenas noticias. Porque el jefe estaba enfadado, yo diría que incluso muy enfadado, y hacía mucho tiempo que no lo veía así.
Si Rita quería arruinarme aún más el humor, lo hizo increíblemente bien, porque mi humor era malo, y ahora mi frente tocaba fondo. Parecía que las cosas no podían ir peor, pero, de nuevo, la vida tiene una forma de darte sorpresas...
¿Qué piensan ustedes, qué probabilidad hay de que el deseo de Oleg Valerievich de verme por la mañana y el estado de ánimo que tiene estén relacionados con su hijo y la situación de ayer? ¿Quizás haya optimistas entre ustedes que me animen un poco y me digan que las cosas no están tan mal y que no todo está perdido? Porque hoy soy definitivamente una completa pesimista, que evalúa la situación con realismo, y que se da cuenta de que Dennis ha decidido arrasarme, y que será casi imposible detenerle...