Familia por herencia

Capítulo 5

David

***

Hostia puta. Debo haberme pasado cuando le hice una rápida reconstrucción facial a este idiota. Oigo un chasquido desagradable, y sé lo que significa ese sonido: ahora este idiota sí que tendrá que ir a un cirujano para que le arregle la nariz. Aun así, mi pasado de boxeador no me deja ir del todo, y a veces no sé cómo calcular mi fuerza. Como con este personaje. Pero no pasa nada, porque la próxima vez pensará si debe insultar a otras personas. Sobre todo si son chicas, que en la mayoría de los casos no pueden defenderse cuando se trata de resistir a un gran cerdo.

¿Cómo puede subirse a la cabeza de esta chica y ser tan insolente como lo hizo este personaje? ¿De dónde saca el valor para enfrentarse a este ángel de carne y hueso? Se queda ahí, parpadeando, y parece que las lágrimas estén a punto de correr por sus mejillas. Una niña tan dulce, tan frágil, no se puede ni pensar que hace apenas unos minutos esta niña dulce y frágil estaba amenazando a esta cerda, que ahora está sentada de culo en el suelo y se lleva la mano a la boca. Más concretamente, a la nariz, que le sangra.

- Entonces, ¿he conseguido convencerle para que se disculpe de una vez ante la niña y su madre? - Pero sus aullidos como los de un chacal a la luna no servirán de nada. Hasta que no se disculpe con la niña, no sacará los pies de allí. Si sigue liándola, recordará este viaje al estudio el resto de su vida.

Y parece que va a morder el polvo de verdad. ¿He confundido a este imbécil con un carnero? ¿No un pobre cerdo, sino un cordero testarudo?

- No le oigo, - doy un paso hacia él, y el muy cabrón se pone inmediatamente en marcha con el culo hacia la salida. ¿De verdad cree que puede escapar así de un merecido castigo? A pesar de que en el pasado boxeaba y participaba en varias competiciones, ganando premios, sigo estando en contra de la violencia. Pero cuando te encuentras con casos como éste, tienes que utilizar una táctica ligeramente diferente: la violencia engendra violencia. No es culpa mía, es del mundo. - Créeme, puedo golpear tanto con el pie como con la mano, así que te sugiero que te lo pienses dos veces y no te sometas a una actualización quirúrgica completa de tu cara.

No me voy a contener, te voy a pegar de verdad en la cara. Y no me importa si este debilucho escribe un informe policial contra mí. No me importan las consecuencias. Herir a una madre es lo último que una persona puede hacerle a la madre de otra. Recuerdo que en el instituto era inaceptable hacer daño a las madres de los compañeros o de otros estudiantes, era una bajeza y te podías llevar una buena paliza por ello. Incluso cuando aún éramos jóvenes e inmaduros, comprendimos que eso no estaba bien, ¿y este gran imbécil vivía según qué reglas? ¿No le enseñaste la regla de que está mal hacer daño a otra persona por culpa de tu madre? Bueno, le enseñaré, que así sea, le daré un par de lecciones. Que recordará el resto de su vida.

- No, no, no, por favor, no lo hagas, - dije, justo un segundo o dos antes de que su cara se encontrara con mi pie, ya lo había pateado en el aire y el jabalí decidió espabilar justo a tiempo. Giró a tiempo sobre su cerebro, que estaba a punto de convertirse en un saco de boxeo para mi extremidad.

- Sólo tienes una oportunidad, - le advierto y me hago a un lado para que los ojos de este idiota se dirijan a la chica.

- Niña, por favor, perdóname, idiota, por ofenderte a ti y a tu madre. Siento mucho haberlo hecho y siento mucho estas palabras. Créeme, no volverá a ocurrir. Por favor, perdóname. Me equivoqué. Tu madre hizo los zapatos perfectamente y no tengo ninguna queja de su trabajo. Tampoco tengo ninguna queja de su trabajo. Recomendaré tu taller a todos mis amigos y conocidos.

- Pero no deberías hacerlo. A juzgar por la clase de mierda que eres, tus amigos y conocidos son el mismo montón de estiércol, - y entonces me dirijo al empleado del atelier. - Bueno, ¿creemos a este cerdo?

- Sí...

Bueno, de verdad, ¿cómo puedes insultar a esta criatura de Dios? Apenas pronunció esta única palabra. Y no está claro si quería que este milagro saliera de aquí cuanto antes, o si realmente creía en la sinceridad de sus palabras. Pero está cien por cien claro que la chica estaba avergonzada y abochornada.

- ¡Lárgate de aquí! ¡Aún tienes tres segundos para hacerlo!

Esta vez, el cerdito no necesitó que se lo pidieran por segunda vez, saltó bruscamente del suelo, se olvidó del calcetín y salió corriendo.

- ¡Alto! - Pero en el último momento antes de que el cadáver de este cerdito desapareciera del horizonte, sigo ladrando y él se detiene inmediatamente. Como si fuera una señal. - ¡Se te ha olvidado algo!

Voy detrás del mostrador, cojo mis zapatos y los lanzo hacia el dueño. Y de nuevo, un recuerdo de la escuela. Ahora recuerdo que se me daba bien meter la pelota en la canasta en los partidos de baloncesto. Veo que esta experiencia tampoco la he perdido todavía, porque un zapato le da a este idiota por debajo de la cintura, y el otro le da en la nariz de cerdo muy sabroso. Tan delicioso que grita como una niña, y entonces... Las lágrimas se juntan en sus ojos.

- ¡Sopla! - Pero estas lágrimas no me harán sentir sentimental, el bastardo tuvo lo que se merecía, así que ahora puede correr por las colinas. Comiéndose su estrés.

Y sólo cuando el cerdito desaparece de la habitación, sólo cuando estamos a solas con la chica... Sólo entonces empiezo a analizar la situación. Oye, David, ¿qué te pasa? ¿Qué es este ataque incontrolable de agresividad? La última vez que me pasó esto fue hace unos cuatro años, si no más. ¿Qué te ha puesto tan furioso ahora? ¿Es realmente el deseo irrefrenable de proteger a esta chica? ¿Es tan irrefrenable como el impulso de ir hacia ella, abrazarla y asegurarle que todo va bien?




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