Familia por herencia

Capítulo 6

Diana

***

¿Por qué tengo la abrumadora sensación de que el hombre quiere acercarse mucho más a mí y... ¿Qué? Hacer algo. Pero qué... Es un misterio. Me mira tan intensamente, me examina, como si viera a una chica por primera vez. Aunque estoy segura de que no sufre de falta de atención por parte de la mitad femenina de la humanidad. El hombre es guapo, incluso mucho, y no es el tipo de belleza que tienen las chicas, no la que agrada a la vista, pero en este hombre se aprecia un núcleo masculino. Un núcleo que te hace querer... Para, para, Diana, nos hemos metido en el bosque equivocado, hemos deambulado por la espesura, así que inmediatamente siento que me sonrojo de pies a cabeza, y lo más ofensivo es que no puedo ocultar esta vergüenza.

- Hermosa muchacha, ¿cómo te llamas?

Pero el hombre no va a apiadarse de mí, sino que añade aún más pintura roja a mi ya sonrojada cara. Desde la primera palabra, me supera, y no sé qué decir. Ni siquiera sé cómo seguir en este juego, en el que él es claramente bueno.

- Diana, - espero que me haya oído y que no vuelva a preguntarme mi nombre, porque me sonrojaría aún más y me caería al suelo. Y como no tengo esa magia, tendré que seguir aquí de pie y ardiendo de vergüenza.

- ¿Cómo está la princesa? - En cambio, el hombre no se avergüenza en absoluto, como si estuviera a gusto, así que sonríe aún más y me mira fijamente a los ojos.

- ¿Quién es la princesa? - Primero una belleza, luego una princesa... Nunca había recibido tantos cumplidos en un minuto. No me extraña que esté conmocionada. Es tal la disonancia. Hace poco querían matarme, mezclarme con algo no muy agradable, y ahora me piropean de pies a cabeza.

- Como la princesa Diana, - me explica este hombre, y yo sigo en el astral. - ¿Estás bien? ¿No te ha hecho nada ese cabrón?

¿Quizá piensa que el muy cabrón consiguió golpearme con algo en la cabeza y por eso estoy tan lenta y fuera de este mundo? Lo más probable es que sea así, porque no hay otra forma de interpretar mi actitud distante y cercana.

- No, no, todo iría bien si no fuera por ti... - ¿Y quién eres tú? El hombre sabe mi nombre, pero yo no.

- David, me llamo David, - acude el hombre al rescate a tiempo de decirme cómo llamarle, - y tuteémonos. - Me queda mucho camino por recorrer antes de jubilarme. Un par de décadas más, seguro.

- Vale, trato hecho, David. Si no fuera por ti, David, no sé qué habría sido de mí. Este... hombre ya había llegado a la emoción, y entonces...

- Y entonces, si no fuera por mí, el bastardo habría estado en problemas. Definitivamente no me gustaría caer bajo su mano en un ataque de ira. Por cierto, este taser es una gran cosa, perfecto para freír a esos cerdos insolentes.

- Bueno... lo es, - pienso en el momento en que cogí la pistola eléctrica de mi mochila, cuando me abalancé sobre aquel canalla, y me sorprendo inmediatamente de mi determinación. Y eso que tenía un testigo de mis incontrolables acciones. Cualquier otra persona habría pensado que estaba fuera de mí, pero este hombre, por el contrario, parecía gratamente sorprendido por mis acciones.

- Mierda, - David aparta su mirada de mí, la dirige a algún lado y claramente no le gusta lo que ha notado allí. - Aun así, este cabrón ha causado problemas.

Me alejo del hombre y me fijo en lo que le ha molestado tanto. Resulta que el cristal no ha resistido el impacto de las botas del bastardo. Se ha rajado, y va en una enorme diagonal de una esquina a la otra del escaparate.

- No pasa nada, lo arreglaremos. Lo principal es que todos estén sanos y salvos. - Intento fingir que no estoy disgustada en absoluto, que todo va bien, pero, de hecho, la rabia dentro de mí empieza a desbordarse contra el hombre y, al mismo tiempo, la desesperación crece en tamaño, porque se trata de un gasto imprevisto en nuestro presupuesto familiar. Esto significa que mi madre se enfadará. Y siento mucha amargura en el alma y el corazón cuando ella está triste o de mal humor.

- No, eso no vale, - David saca su cartera, saca un par de billetes y me los da.

- No, no, no, no lo cojas, - me alejo inmediatamente del dinero, como si fuera algo que pudiera meterme en problemas. Él ya me ha ayudado increíblemente protegiéndome de ese cabrón, y coger dinero de un hombre sería megaincorrecto.

- No es sólo por diversión, es un anticipo del encargo, - y con la otra mano me entrega un paquete. Está claro que contiene algo. Es el traje de mi abuelo. Y mi abuelo es un poco así, con sus propias cucarachas en la cabeza, y lleva este traje desde hace treinta años, si no más. Necesita un parche o algo para que no se le vean los agujeros... En una palabra, echa un vistazo. Quizá se te ocurra algo. Te lo agradecería mucho.

- Está bien, mi madre y yo veremos qué podemos hacer, pero está claro que hay más de lo que necesitamos: hay billetes en denominaciones con las que se podría comprar fácilmente un traje nuevo, o coser una docena de estos.

- ¿Y para café? - David frunce el ceño, como si no entendiera por qué me hago el listillo y no acepto el dinero.

- ¿Qué café? - No tengo ni idea de lo que está hablando.

- Es para el café que me vas a comprar el otro día. ¿Qué te parece? ¿Quieres tomar un café conmigo?




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