Familia por herencia

Capítulo 9

- Diana, amiga mía, ¿te he dicho alguna vez cuánto te quiero? - me saluda Lesya en el camerino de nuestro teatro local con estas palabras, disfrazada de teléfono móvil. Si no fuera por la cabeza que asoma de este gigante, no habría sabido que era mi amiga la que estaba aquí escondida.

- Habló. - El buen humor mezclado con lo que veo ahora delante de mí me arranca una sonrisa con la que no pensaba cruzarme en un futuro próximo. Anoche todo estaba tan mal que no podía ir a más, y esta mañana mi estado de ánimo está por las nubes, rompiéndome la cabeza.

- ¡Pues no es verdad, te adoro! - Y al mismo tiempo, este móvil se abalanza sobre mis brazos y casi me derriba, porque aunque mi amiga es una chica pequeña y frágil, el traje es bastante grande y parece que sigue pesando. Me hace falta mucha fuerza para no estremecerme bajo la presión del artilugio de felpa. - No sé qué habría hecho sin ti y sin tu madre. Estoy tan agradecida a la tía Lyuda que ni siquiera sé cómo agradecérselo. Ella me salvó.

- Y no sólo a ti, - añado, y mis labios se estiran aún más en una sonrisa de satisfacción.

Ayer, mi familia se las arregló para que celebrara el Año Nuevo, mi cumpleaños y todas las fiestas combinadas con su inesperada oferta para salir del lío. Resultó que mi madre no sólo había dicho aquello de "una familia de verdad siempre te ayuda". Podría haber pensado que hablaba de sí misma, pero en realidad era cierto, mi familia me estaba ayudando una vez más, demostrando que era una madre con mayúsculas, pero en ese momento se acordó de su madre, es decir, de mi abuela. Mi abuela que, desgraciadamente, ya ha fallecido, pero cuyo trabajo perduró después de su muerte. Mi abuela se dedicaba a coser ropa diversa, a reparar la misma ropa y zapatos, en fin, mi madre se apropió de sus genes y continuó con el negocio de su abuela. Y este taller lo heredó mi madre de su madre, por así decirlo, un legado laboral. Mi abuela estaba muy contenta de que mi madre continuara con su negocio y no vendiera el local. Y ahora su familia decidió pignorar el taller como garantía de un préstamo. Un préstamo que era suficiente para cubrir un año de estudios universitarios para mí y, atención, para Lesya. Y no, no fui yo quien pidió una amiga, ni siquiera me atreví a ser tan descarada, fue mi madre quien preguntó por Lesya y cómo iba a salir de esta situación, porque mi familia sabía perfectamente que la chica era completamente huérfana. Sin embargo, su amiga pasaba a menudo la noche en nuestra casa, y su madre sabía cómo le iba y cómo vivía. Lo sabía casi todo sobre Lesya.

- Como habíamos acordado, devolvíamos el préstamo entre todos, nada extraordinario.

Cuando Lesya se enteró de la oportunidad de seguir en la misma especialidad que el año pasado, puso el grito en el cielo. Si alguien nos estaba escuchando en ese momento, eran pobres personas, porque sus tímpanos estaban claramente reventados de lo fuerte que mi amiga expresaba su alegría.

- Sí, sí, claro, ¡ni siquiera se discute!

Acordamos que las tres, es decir, yo, mi madre y Lesya, ganaríamos todo el dinero posible y devolveríamos el préstamo para que no nos quitaran el estudio. No puedo ni imaginar lo que le pasaría a mi familia si, Dios no lo quiera, esto ocurriera y perdieran su principal fuente de ingresos. Da miedo siquiera imaginarlo.

- Así que, ¿qué puedo hacer yo aquí? - Señalo con la cabeza el traje que lleva mi amigo. Sigamos con el asunto que nos ocupa, podemos hablar más tarde. Anoche, ella y yo empezamos a buscar activamente un trabajo en el que pudiéramos ganar algún dinero extra. Acordamos que trabajaríamos todo lo que pudiéramos hasta el comienzo del curso escolar, y luego nos adaptaríamos para poder ir a trabajar después de las clases. Y Lesya encontró por primera vez un buen trabajo, con el que pudo ganar el primer dinero para pagar el préstamo.

- No era nada especial. Te pones este disfraz y empiezas a repartir folletos a los transeúntes. Todo es trillado y sencillo. Cuando lo hayas repartido todo, te lo quitas, lo dejas aquí y te puedes ir a casa. El dinero llegará a la tarjeta. Ya me han pagado, por cierto.

- Bueno, cambiemos los papeles, - y empezó a ayudar a su amiga a quitarse el atrezzo para ponérselo ella pronto.

Sí, no es el mejor trabajo, no está muy bien pagado, pero lo principal es que no tienes que pasar por un periodo de prueba, luego no tienes que esperar a ver si te contratan o no, y seamos sinceros, ¿quién contrataría a dos estudiantes a tiempo parcial? Así que la elección no es tan buena, pero para poder seguir estudiando y no perder un año entero, puedes aguantarte.

- ¿Cómo te sientes? - Cuando terminó la transformación, mi amigo se apartó, como si me mirara y se interesara por mi estado de ánimo.

- Me gustaría decir que me siento como una bola de masa en mantequilla, pero, por desgracia, no es cierto, - el traje pesaba mucho y, lo que es peor, abultaba, creo que tardaré un par de horas en darme la vuelta en un sentido u otro.

- También es bueno que el sol no caliente tanto, porque casi me desmayo cuando calentaba como un loco. Así que se puede decir que has tenido un poco de suerte.

Me solidarizo al cien por cien con Lesya, porque aún no había salido a la calle, no me había expuesto a los abrasadores rayos del sol, y ya notaba el calor dentro de este teléfono. Asfixiante.

- De acuerdo, buena suerte, y yo me voy a la residencia, quizá encuentre algo más que valga la pena sobre el trabajo.

- Vale, estaremos en contacto.

Intercambiamos besos en la mejilla y mi amiga se fue corriendo al dormitorio, y yo realmente esperaba que encontrara algo que mereciera la pena, porque sólo llevaba un par de minutos con este traje y ya notaba que me dolían los hombros y me tiraba la espalda. Este tipo de trabajo es más adecuado para los hombres, que son mucho más fuertes por naturaleza. Pero nos recogemos los mocos en un puño y salimos. Nadie dijo que sería fácil. Y está muy bien que hayamos encontrado una salida así a un callejón sin salida aparentemente obvio.




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