Familia por herencia

Capítulo 10

David

***

No presioné a la chica para que saliera inmediatamente, y mucho menos para que viniera a casa ese día y se metiera en mi cama. Como habría ocurrido con muchos otros. Con muchos otros, pero obviamente no con ella. No quería actuar con rudeza con ella. Quería ser amable y gentil con ella, aunque nunca me había dado cuenta de ser así. La mayoría de las chicas de hoy en día se han vuelto egoístas, o quizá sólo me las encuentro en mi vida, no lo sé, no puedo asegurarlo. Pero tuve una conversación muy corta con ellas. Si es que alguna vez tuve una conversación.

Una vez decidí hacer un experimento, por así decirlo. Me gustaba una chica, y por su aspecto se veía enseguida que sabía lo que valía y que era muy exigente con su alma gemela. Aun así, decidí acercarme a ella y conocerla. Al principio, parecía interesada en mi candidatura, empezó a arrullarme dulcemente y, cuando le propuse ir a un restaurante y seguir conociéndonos allí, la joven me preguntó dónde tenía aparcado el coche. Elegí un restaurante que estaba al otro lado de la ciudad, un lugar muy respetable, no barato, pero lejos de donde estábamos. Cuando le dije que no tenía coche y que en su lugar llamaría a un taxi, y saqué mi teléfono móvil para hacer este pedido, la señora se negó y dijo que ella no conducía un taxi. Me aconsejó que primero ganara dinero para comprarme un coche y que sólo después le echara balones fuera a gente como ella. ¿A qué tipo de gente se refiere la pregunta? Creo que la joven se refería a esa élite de damas de virtud fácil, entre las que se incluía ella misma. En efecto, ¿acaso no afinó la boca para montarse en unos taxis con unos pobres? Todavía no he tartamudeado para el microbús. Creo que si esta señora hubiera escuchado tal sugerencia, mi cara habría sufrido sus zarpazos, dejando el recuerdo de esta "simpática" conocida.

Fue sólo un experimento, pero este experimento se repitió muy a menudo en el futuro sin el propósito mismo de llevar a cabo un experimento. Las chicas querían una vida bonita y exitosa, y a cambio podían ofrecer... ¿qué? ¿Todo lo que tiene una dama? Si querían ganar dinero con sentimientos como el amor, ¿qué hace a estas chicas mejores que las damas de la profesión más antigua? Por mi parte, nada. Estas últimas son incluso mejores, porque fijaban el precio y no te jodían la cabeza, mientras que las primeras te jodían la cabeza y no sabían el precio, cobrándolo hasta el techo.

Así que conocer a alguien como Diana fue algo muy inesperado. Algo que antes me parecía irreal. Podría haber pensado que sólo estaba interpretando el papel de una chica tan amable y humilde, y que cuando sintiera quién era yo y lo que era, se lo pasaría bomba. Pero hoy, ahora mismo, este pensamiento se va definitivamente al infierno, porque ¿quién repartiría folletos a los transeúntes y llevaría un disfraz tan gracioso? Creo que es una pesadilla para una joven que no cree que los taxis estén a su nivel, disfrazarse así y ganar dinero repartiendo panfletos. Por eso me convencí una vez más de que Diana era diferente, como si no fuera de este mundo, y me acerqué a ella, sin darme cuenta de la sonrisa que se dibujó en su rostro.

Pero... ¿Por qué parece retroceder? ¿Por qué se me escapa esta impresión? ¿Soy sólo yo, o...?

No, realmente está huyendo, o mejor dicho, estaba huyendo, porque la chica no se da cuenta del bordillo que hay detrás de ella y cae, con las postales volando en todas direcciones.

- ¿Estás bien? - rompo a correr y en un par de segundos ayudo a Diana a levantarse, mientras los demás transeúntes se quedan mirando y ninguno se molesta siquiera en ayudar. Una vez más, me convenzo de que la humanidad está podrida, y la regla del sálvese quien pueda transmite ahora su esencia de la mejor manera posible.

- Todo está... bien.

Pero no todo está bien, la chica se pone en pie y veo en su cara que hace muecas. Debe haberse hecho daño en la pierna al golpearse contra el asfalto.

- ¿Dónde está el despliegue donde te pusiste este traje? - La sujeto por la cintura, aunque es difícil encontrar la cintura de una chica con este traje. Ella es pequeña, y este móvil es enorme. ¿No podrías haber encontrado un trabajo mucho más fácil? No hay trabajos malos, pero ¿en qué estaba pensando cuando se puso este engendro?

- Por allí, - señala con la cabeza hacia el teatro dramático, hacia el que aparentemente se había dirigido antes a toda prisa. - Bueno, esa es la dirección que Diana tomó en cuanto me vio en el horizonte.

- ¿Puedes ir andando?

- Sí, - vuelve a asentir, y entonces da un solo paso para que me dé cuenta de que no, no puede, la mueca de dolor reaparece en su rostro. Distorsiona su bonito rostro.

- No, no funcionará, - me detengo, y la paro para no causarle más molestias. - Debe de ser un moratón muy fuerte, si no peor. - Sujétame el cuello.

El tamaño de este traje es más o menos el de un gran luchador de sumo, pero aún así consigo coger a esta chica móvil en brazos y trasladarme con tan valiosa carga al teatro de drama.

- ¿Está todo bien? - Le dije que se agarrara a mi cuello, por supuesto, pero ¿por qué se agarró a mí como si yo fuera un salvavidas y ella estuviera en medio de un vasto océano? Y esa mirada de caza en sus ojos... Maldita sea, ¿me tiene miedo? ¿Tiene miedo y por eso huyó de mí tan rápido?




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