Familia por herencia

Capítulo 15

- Mamá, ¿de qué estás hablando? ¿Qué has visto? - Hacía mucho tiempo que no veía a mi madre de este humor, si es que alguna vez la había visto. Normalmente me hablaba con mucha delicadeza, en un tono suave, como si no hablara, sino que me acariciaba la cabeza con sus palabras. Pero ahora no sentía nada de eso, sino que las palabras eran como un cuchillo que me cortaba la piel, y la mirada de mi madre no presagiaba nada bueno. Vi decepción en esa mirada. Decepción en mí. La peor emoción que podría haber sentido. Después de todo, quería dar las gracias a mi madre por haberme criado sola, por haberme proporcionado todo lo que necesitaba, a pesar de que le resultaba extremadamente difícil. Quería demostrarle que todo aquello no fue en vano, y que salió bien... No funcionó. Ahora me doy cuenta de que no funcionó.

- Diana, no me tomes el pelo, ¿vale? - Ahora el dolor se sumaba a la decepción, una emoción más que me estaba matando en vida. Incluso quería darme la vuelta y huir de la cocina, de este apartamento, para olvidar estas emociones en los ojos de mi madre. Volver al cabo de un rato y no volver a ver nada parecido en sus ojos. Olvidarlo como un mal sueño.

- Mamá, no te estoy tomando el pelo, de verdad que no sé de qué me estás hablando, - pero no tengo diez años para coger una rabieta, enfadarme y correr a mi habitación, encerrarme y enfurruñarme con mi madre. Soy una niña mayor y tengo que comportarme como tal, así que, a pesar de mis reticencias, cojo una silla y me siento frente a mi madre. La miro a los ojos. Es difícil mantener el contacto visual, enseguida me convierto en una niña pequeña que lamenta lo que ha hecho, pero no hay nada de lo que retractarse.

- ¿Quién es el hombre que te trajo a casa? ¿Quién es?

Eso es, mi madre vio a David. O desde la ventana del apartamento, o tal vez estaba entrando en la entrada y me vio en algún coche, junto a algún hombre.

- Es... - me rasco la nuca para encontrar una respuesta adecuada a esta pregunta.

- Me lo imaginaba, - pero mi madre no se lo piensa mucho, ya saca algunas conclusiones de mi silencio y luego sacude la cabeza.

- ¿Qué pensabas? - Es la segunda vez que habla con acertijos. Acertijos para los que no tengo respuesta. Mi cerebro acaba de estresarse por ir en el mismo coche que David y atreverse a besarle. Y ahora mi familia me está matando con sus charadas.

- Está claro que no es tu compañero de clase, porque este hombre es claramente mayor que tus compañeros. Definitivamente no es tu profesor, porque como mínimo no está bien tener ningún tipo de relación con tu alumno, y como máximo no recordaré a un profesor así.

- Sí, este hombre no es mi compañero de clase, y no es mi profesor, - lo expuso todo con lógica, no hay nada que reprochar, pero ¿qué dice su madre?

- Entonces, ¿quién es, Diana?

- Es... un visitante de nuestro atelier que trajo un traje para reparar -vale, digo la verdad. Parece que no me va a dejar en paz si no le digo quién es David.

- Diana, ¿se te podría ocurrir una excusa más estúpida? - dice mi madre enfadada, sin creerse que esto pueda ser real. - Es obvio que un hombre así no llevará el traje del que hablas. Y aunque lo lleve, aunque lo asumamos, ¿desde cuándo los clientes te llevan a casa? ¿Desde cuándo añadimos esta función a nuestro trabajo?

- Mamá, ¿a dónde quieres llegar? - Mi madre y yo somos las mejores amigas, compartimos nuestros problemas, secretos y casi todo la una con la otra, pero en este momento, en primer lugar, no podía entender qué quería de mí. Y en segundo lugar, soy adulta, puedo decidir por mí misma lo que quiero hacer y con quién quiero hacerlo, así que ¿por qué tendría que excusarme ante ella como si aún estuviera en sexto curso?

- Diana, cuando dije que tenemos que devolver ese préstamo cuanto antes para que no nos quiten el atelier, no me refería a utilizar todos los métodos disponibles para hacerlo.

- Espera, espera... - no podía creer que mi propia madre estuviera diciendo esto. Ni siquiera podía pensar que fuera capaz no sólo de decir tales cosas, sino incluso de pensar en mí, su hija. Pero si estoy interpretando todo correctamente... - ¿Está diciendo que estoy con este hombre... por dinero...?

- Hija mía, eres todavía tan joven, tan caliente, puedes cometer errores de los que te arrepentirás en el futuro, así que sólo quiero ayudarte y evitarte un mal destino, - y la madre cubrió mis manos con las suyas. Todo esto lo dijo en tono comprensivo, como si lamentara infinitamente que yo fuera una niña tan pequeña y estúpida que no entendía nada de esta vida.

- ¿De qué estás hablando? - Inmediatamente me liberé de ese cautiverio de las manos de mi madre, porque normalmente me complacían infinitamente esas caricias, la ternura y el calor que mi madre transmitía a través de ellas, pero ahora todo era radicalmente distinto. Era como si me estuvieran quemando con la escarcha que desprendía mi pariente.

- Diana, lo entiendo todo, él es un hombre adulto, tú eres una niña pequeña, estás mareada, tus emociones están a flor de piel, y....

- ¿Cómo se te ocurre pensar una cosa así? - Casi nunca descargaba mis emociones con mi madre, nunca quería ofenderla ni hacerle daño, pero en ese momento no podía controlarme ni controlar mis impulsos, así que aparté bruscamente la silla, que raspó el suelo y me cerní sobre mi madre.

- ¿Qué otra cosa podía pensar al ver a un hombre adulto con una niña mirando a la boca del hombre, dispuesto a hacer lo que él dijera?

- Me dio pena David, porque ya me había ayudado dos veces, y su madre le estaba echando barro. Yo ya había estado en este fango, mi familia hizo lo que pudo, acusándome de algo que no sucedió. Quería al menos blanquear a el hombre en esta situación.

- ¡No todos son así! - Mi madre soltó un chasquido y explotó también, ahora estábamos de nuevo frente a frente y mirándonos a los ojos. - ¡Mientras no tenga que ver con una cama y el deseo de arrastrar a una jovencita a ella!




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