Familia por herencia

Capítulo 18

- Diana, ¿estás bien? Sí, de ahí viene... - Parece que me había salido de la realidad por un momento y no daba muestras de cordura, porque levanté ligeramente la cabeza y vi la cara de excitación de David frente a mí, intentando llegar a mi cerebro.

- S-sí, - tartamudeo un poco, así que asiento con la cabeza para asegurarle que todo está bien.

- ¿Te he ofendido con esa comparación? - Me mira a los ojos con tanta intensidad que no me ayuda a salir del pozo de shock en el que estúpidamente he caído.

- No, no, es que... - ¿quizá debería decirle a David que no he tenido ningún novio en la intimidad y que por eso estoy tan nerviosa? ¿No se supone que es una excusa? ¿No es normal que una virgen se avergüence de comparaciones tan ambiguas?

Diane, ¿eres idiota? ¿En qué estás pensando? ¿Qué le vas a decir a David? ¿Por qué querría saber que eres virgen? ¿Estáis los dos juntos en la cama ahora mismo, a punto de cruzar una línea prohibida que llevará vuestra relación al siguiente nivel? ¿Estás en una cafetería, tomando café y un hombre te acaba de comparar con esta bebida, y no tienes ni idea de qué demonios está pasando por tu cabeza y quieres compartir esta tontería con él? ¿Has perdido la cabeza? Por eso recuerdo a mi madre y cómo nos peleamos. Se supone que es una excusa para explicar por qué perdí de vista la realidad durante un tiempo y me olvidé de la presencia de el hombre.

- ¿Es por eso que estás tan molesta?

- ¡Sí, funcionó! ¡Me creyó! Uf, ahora exhalamos y ya no caemos en el astral. - Para ser honesto, esta es la primera discusión que he tenido con ella en toda mi vida adulta. Nunca he discutido con mi madre, siempre hemos encontrado un lenguaje común, somos como mejores amigas, y hoy...

- ¿Así que resulta que no era con tu amiga con la que tenías que quedar, sino que te has escapado de casa?

Parece ser que David, después de dejarme en casa, no se fue a su apartamento, no se dedicó a sus asuntos, sino que se quedó esperando a mi entrada, así que vio perfectamente el estado en que salí corriendo de su apartamento y hacia dónde me dirigí. Fue muy preciso en sus observaciones.

- Sí. Siento haber mentido sobre mi amigo, simplemente no quería estropear tu estado de ánimo, - mi mentira fue rápidamente revelada y ahora estaba avergonzado una vez más. Si hace unos minutos estaba que ardía por las implicaciones íntimas de las palabras de David, ahora me preocupaba que me tratara tan bien y yo le tomara el pelo. Podría minar así su confianza en mí.

- Es muy amable de tu parte pensar en mí en este momento difícil. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?

- Para ser sincero, sí. Me gustaba ayudar a la gente en todo lo que podía, siempre les echaba una mano, pero sólo pedía ayuda en casos extremos, así que siempre me sentía incómodo cuando tenía que recurrir a estos casos extremos. - No lo tomes como una insolencia, pero ¿podría pedirte prestado algo de dinero? Te lo devolveré en cuanto me paguen las postales. Sólo necesito que mis emociones se calmen un poco, que mi madre se tranquilice, y todo lo demás...

- Resultó que todo era mucho peor de lo que pensaba, - David no me dejó terminar, me interrumpió con esta frase, y no me inspiró ninguna esperanza. El hombre lo dijo de una manera triste, como si hubiera roto los potes con alguien cercano.

- ¿Qué quieres decir? - ¿Pensaba el hombre que yo quería estafarle y que por eso le había llamado? Bueno, le dije una mentira sobre que había quedado con un amigo hace sólo un par de minutos, así que ¿quizá piensa que todavía le engaño con mis cuentos de hadas?

- Pensé que era una discusión normal entre tu madre y tú, nada tan crítico, pero ahora no quieres pasar la noche en casa...

- Por desgracia, no lo era, y no puedes contarle de qué iba la discusión porque está directamente relacionada con David. Esto no nos sumará puntos ni a mí ni a mi madre a los ojos de el hombre.

- Esperemos que podáis arreglar las cosas, y que no sea un problema pasar la noche. Te ayudaré.

- ¿Lo harás? Me has ayudado tantas veces, ¡que no sé ni cómo agradecértelo! - Me estoy sintiendo incómoda, David no para de sacarme de apuros, y ni siquiera puedo devolvérselo en su totalidad.

- Y lo sé, - y realmente puedo ver en sus ojos que sabe cómo puedo serle útil.

- ¿Y cómo? Estoy dispuesta a cumplir cualquier deseo, - piensa primero y habla después, - eso es lo que siempre me enseñó mi madre. Pero en ese momento, me olvidé de esta regla, y estas palabras salieron volando de mí antes de que la materia gris tuviera tiempo de pensarlas.

- ¿Algo? - El hombre no dudó, enseguida me pilló con las manos en la masa.

- Bueno, dentro de lo razonable, claro, - intento suavizar un poco la situación, aunque ya he pisado el fino hielo que cruje bajo mis pies.

- No te preocupes por un sitio donde pasar la noche, pasarás la noche en mi casa, - no es una pregunta, es una afirmación.

- ¿Qué pasa, Diana, se te ha ocurrido alguna razón adecuada por la que vuelves a estar cubierta de manchas rojas de la cabeza a los pies?

- No has cumplido tu promesa de no poner peso en la pierna, así que voy a asegurarme de que no hagas ninguna estupidez. Lo tomaré como un deseo.

- Sí, pero...

- No te preocupes, te tumbarás contra la pared para que no te tire por la noche, porque sólo hay una cama, y tendremos que caber ahí de alguna manera...




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