Diana
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Diana, ¿qué estamos haciendo aquí, puedes decírmelo? ¿Estamos mirando el paisaje por la ventana en el apartamento de un práctico desconocido? ¿Estamos admirando la inmensidad? ¿Es real? ¿No te molesta nada en absoluto?
- Parece que no, que nada me molesta, porque esta pregunta me sale mucho más rápido de lo que tengo tiempo de pensarla. Sale de mí mucho más rápido de lo que realmente puedo profundizar en todo el significado de la pregunta.
- ¿No vendrá mi mujer a casa en mitad de la noche y nos pillará en la cama?
¿Qué querías? ¿Qué esperabas oír a cambio cuando dijiste esa estupidez? No es de extrañar que David esté allí de pie ahora, y puedo ver que apenas está conteniendo la risa ante la cara de completo fiasco que tengo. He tendido una trampa y yo misma he caído en ella.
- Um... no... Me refería a un animal. - ¿Qué animal, Diane? ¿De qué estás hablando? ¿Quizá podáis mirar juntos los álbumes familiares en los que tenía tres años y gateaba por debajo de la mesa? ¿O cantando canciones divertidas en el orinal? Bueno, ¿por qué, es tan absurdo como lo que supuestamente pregunté acerca de una mascota. Me refería a otro animal. Un bípedo. Con labios grandes y una nariz recta y pequeña. Un animal humano.
- ¿Un animal?
No en vano vino a visitar a David, se convirtió en su payaso personal y mejoró su humor con sus estúpidas preguntas y sus aún más estúpidas reacciones a sus contrapreguntas.
- Bueno, sí, un gato, o un loro -si realmente hubiera un loro en esta casa en ese momento, habría empezado a gorjear "Diana es estúpida, Diana es estúpida", con un "estúpida" especialmente alto y sonoro. Y tendría todo el derecho a llamarme así, porque, de hecho, estaba un poco loca. ¿Quién si no iría a casa de un desconocido a pasar la noche y le haría preguntas sobre su vida personal de una forma tan torpe? Así es, sólo Diana, sólo preguntas duramente estúpidas.
- Ni gato ni loro, pero me gustaría tener un perro, pero hay que cuidarlo y dedicarle tiempo, y de momento tengo problemas con eso.
- A mí también me gustaría tener un perro, pero por desgracia mi madre tiene alergia, así que este sueño se queda en un sueño, - digo, dando por fin un giro a la conversación en una dirección más o menos adecuada. Al menos puedo recuperar el aliento, si no calmarme. Trago un poco de aire.
- Los sueños tienden a hacerse realidad. ¿Y si nuestros sueños se hacen realidad al mismo tiempo?
No me da tiempo a calmarme lo suficiente, porque cuando trago otra porción de aire, se me atasca en la garganta y empiezo a ahogarme. Entonces toso. Y enseguida se me llenan los ojos de lágrimas.
- Toma, bebe a pequeños sorbos, - David no se confunde, parece que ya se ha dado cuenta durante este par de encuentros de que estoy un poco loca de la cabeza, así que me tiende un vaso de agua como si nada.
- Gracias, - le devuelvo el vaso cuando mi tos ha remitido y el riesgo de morir se ha reducido casi a cero. Habría sido de risa si me hubiera recostado en el apartamento de el hombre. Bueno, no nos habríamos reído David y yo, sino los que hubieran leído otra columna en los canales de noticias describiendo cómo una chica, fuera de sí, levantó las manos ante las palabras del hombre al que vino a ver ¿Para pasar la noche? ¿Sólo para pasar la noche? ¿Quién se lo creería? No sólo para pasar la noche, sino para prestar servicios de carácter íntimo... Eso es lo que pensarán. También cubriré de vergüenza a David, porque no todos los días se hace una víctima cuando pides a una chica así que venga a tu casa.
- ¿Qué vas a comer?
Menos mal que no estaba sola, porque me habría llevado a la risa histérica con estos pensamientos, y luego probablemente a un ataque de histeria. Estaba claro que me había equivocado de estepa.
- ¿En qué sentido? - Sé perfectamente que vuelvo a las preguntas estúpidas, pero es mucho mejor que pensar en el diablo sabe qué. Créeme, en mi caso es definitivamente mejor.
- El café está bien, pero ya tengo bastante hambre. Así que te propongo que pidamos algo de comer, y mientras nos lo preparan y entregan, me cuentas qué problemas has tenido últimamente que te han obligado a tener dos trabajos a la vez. ¿Vale?
- ¿Problemas? - Tengo problemas, y son bastante globales, pero...
- Sí, sobre los problemas. Ni siquiera tienes que negar que los tienes. Sólo tengo derecho a saber sobre ellos, ¿no? Confías en mí, ¿verdad?
No recuerdo una época en la que conociera a una persona sólo un poco y le confiara mis temas y experiencias personales. Pero hoy, ahora mismo, por alguna razón, quería compartir estos problemas con David, hablar, poner mi alma del revés. Abrirme.