- Así es como es, - Así resumí mi historia sobre el abandono del Ministerio de Educación, sobre el estudio que mi madre había hipotecado para pagar la matrícula de mi amigo y la mía, y se me ocurrió otra razón por la que mi familia y yo nos peleamos. Como obviamente no era una opción decir la verdad, le conté a David que la discusión surgió porque yo quería trabajar algunos días de clase, descuidando mis estudios esos días, y mi madre se opuso a esta idea y me aseguró que ella se encargaría de todo por su cuenta. Prefería rebajarme a los ojos de el hombre que traicionar a mi familia diciendo la verdad.
- Ya veo, - o bien le chocó un poco mi historia o finalmente demostró que no le interesaba demasiado escuchar mis problemas, pero este "ya veo" no me sonó nada claro.
- Oh, perdón, está sonando el teléfono, - menos mal que alguien decidió interrumpir este incómodo silencio, porque primero sentí la vibración y luego la melodía de mi teléfono. - Voy a apartarme.
Pero no fue bueno que fuera mi madre quien marcara. Aún no estaba preparada para reconciliarme, así que salí de la habitación y me dirigí a otra, que resultó ser la cocina.
- Lesya, hola, - ignoré la llamada de mi madre, luego otra, y sólo cuando mi madre se hubo calmado un poco marqué a mi amiga. - ¿Puedes cubrirme?
- ¿Qué quieres decir? Diana, ¿dónde estás? - Está claro que hoy sorprendo a la chica, y no de la mejor manera, porque primero voy corriendo a su dormitorio, luego me escapo de allí con el pretexto de que debo estar inmediatamente en otro sitio, y luego la guinda es “cúbreme”. ¿Quién no sospecharía algo después de eso? ¿Quién no pensaría que no estoy en mis cabales?
- Te lo contaré todo más tarde, te lo prometo. Pero ahora mismo, voy a pedirte un favor. ¿Puedes decirle a mi madre, si te llama, que voy a pasar la noche en tu casa? - Mi madre sabía perfectamente que Lesya era mi mejor amiga, así que podía estar pensando en llamarla en ese mismo momento y preguntarle si sabía dónde estaba. Así que no había tiempo que perder. A lo mejor mi madre ya está llamando a mi amiga.
- Vale, pero ¿qué ha pasado? ¿Dónde estás ahora?
- Estoy bien, y te contaré el resto cuando nos veamos. Muchas gracias. Besos. Besos. Adiós.
Terminé la llamada e inmediatamente envié un mensaje a mi madre para decirle que pasaría la noche en casa de Lesya y que hablaría con ella mañana. Esperaba que para mañana las emociones se hubieran calmado un poco y pudiéramos resolverlo todo amistosamente.
- ¿Va todo bien? - pregunté nada más salir de la cocina y entrar en la habitación, y esta pregunta vino de David, que, resultó ser, ya había recogido la entrega y estaba colocando las golosinas sobre la mesa.
- Sí, - al ver la comida, y más aún al darme cuenta de que iba a cenar en compañía de TAL hombre, se me dibujó una sonrisa en la cara, así que asentí con la cabeza a la pregunta de mi amiga.
- Entonces vamos a comer esta deliciosa comida.
No sé qué me afectó tanto, si el estrés o el hecho de que llevaba mucho tiempo sin comer, pero todo salió a pedir de boca. Al mismo tiempo, David y yo volvimos a hablar de perros, de razas, de órdenes que nos gustaría enseñarles, de lugares que nos gustaría visitar con nuestros amigos de cuatro patas. Juguetes que pensábamos comprar para nuestros hermanos pequeños. Con conversaciones tan sinceras e interesantes, ni siquiera nos dimos cuenta de que estaba oscureciendo fuera, y nos comimos todo lo que había en la mesa.
- Así nos sentamos, princesa, hacía mucho tiempo que no tenía una conversación tan entusiasta con alguien.
- Bueno, con mi madre hablo y comparto varios secretos, pero con ella no se puede hablar de perros. Parece que a mi madre le da alergia en cuanto oye la palabra “perro”.
- Bueno, suele pasar. Limpiemos y preparémonos para ir a la cama.
Y fue entonces cuando volví a sonrojarme. Antes de eso, me había sentido relajada, muy relajada, dado el hecho de que estaba en la misma habitación que un hombre al que conocía desde hacía sólo dos días, pero ahora esa relajación se había esfumado como una mano, y la excitación volvía a ser la protagonista.
- Debo advertirte desde ya - duermo desnudo, - después de "desnudo", David me miró detenidamente y pareció ver perfectamente cómo me encogía hasta el tamaño de un guisante, así que tras un par de segundos añadió, - bueno, en bóxers, para ser exactos. - Lo siento, princesa, pero este alojamiento tiene desventajas en verano. A pesar del aire acondicionado, hace calor en el apartamento, ya que el sol calienta mucho durante el día. ¿Qué te vas a poner?
- Um... - efectivamente hacía un poco de calor en el apartamento, no sé si por el sol o por la mirada inquisitiva que me lanzaba David, como preguntándome en silencio, - ¿qué te vas a quitar para que haga menos calor? - Probablemente lo que llevo puesto.
- ¿Seguro? Deja que te dé mi camiseta. Te quedará enorme, así lo cubrirá todo, pero al mismo tiempo no pasarás tanto calor.
- Vamos, era una oferta realmente buena, apenas podía soportar pasar toda la noche en una habitación algo vaporosa, y encima, con David tumbado a mi lado. Y la opción de dormir en ropa interior.... No es una opción, como te puedes imaginar.
- Aquí tienes, - un minuto y el hombre vuelve con una camiseta, basta con echarle un vistazo para darse cuenta de que me ahogaré en ella.
Así que es una gran opción.
Cojo la prenda que me ofrece y miro a David. Aún no tengo prisa por ponerme mi imagen de casa.
- Ahh, ya lo pillo, soy la cabeza de carnero, - sonríe, se aleja un par de pasos de mí, - ya está, me doy la vuelta. Puedes ir a cambiarte.
Por supuesto, sería mejor que saliera de la habitación, entonces me sentiría mucho más cómodo y confiado. Pero no quiero ser insolente, David me ofreció su apartamento para pasar la noche, así que no es muy apropiado decirle lo que tiene que hacer en su propia casa.