- Siento no haber podido resistirme -me disculpé con David cuando subió al coche unos minutos después. - Tardé un par de minutos en calmar un poco mis emociones y llegar a la conclusión de que había actuado de forma inapropiada. Sí, el abuelo de el hombre es un pesado. Sí, el viejo es una persona insoportable. Pero debería haber sido más prudente. No involucrarme en el conflicto y no iniciar toda esta discusión. Hubiera sido mucho mejor.
- ¿Qué? ¿Por qué te disculpas? - El hombre claramente no se dio cuenta, así que me hizo una pregunta muy directa que le interesaba. Al mismo tiempo, me miró con cara de tonto, recalcando que no entendía absolutamente nada.
- Bueno, por decirle a tu abuelo todas esas cosas... No debería haberlo hecho. Debería haberme callado.
- Diana, no te inventes historias, - David me puso la mano en la rodilla, lo que me hizo girarme inmediatamente en su dirección y mirarle directamente a los ojos, - Renan lleva mucho tiempo pidiendo que le pongan en su sitio. Y me alegro mucho de que no se haya acobardado y haya demostrado su carácter. Hacía tiempo que no veía a este viejo tan avergonzado. No sólo le has sorprendido a él, sino que me has cogido a mí por sorpresa. No te creía capaz de hacer cosas así.
- No me lo esperaba de mí mismo... - No fueron dos, sino hasta tres las personas que se quedaron tan sorprendidas, parecía que durante ese par de minutos alguien más se había metido dentro de mí y estaba destrozando a Renán Arkadievich. Menos mal que recuperé el sentido a tiempo y salí de allí, seguro que me habría abalanzado sobre mi abuelo a puñetazos. Me enfurecía tanto con su actitud arrogante hacia los demás y esas palabras desagradables que lanzaba.
- Está bien, no te preocupes. No tienes por qué disculparte. Hiciste bien en no doblegarte ante ese viejo. Me alegro por ti.
Y entonces David me dio unas palmaditas tranquilizadoras en la rodilla y arrancó el coche, para ponerse en marcha en un momento. Probablemente hacia el hotel donde debía registrarme.
- ¿Me dejas que me ponga un poco gallito? - Una pregunta me seguía dando la lata, así que no podía dejarla sin respuesta.
- Claro que, para ser sincera, me gustaba cuando hacía eso.
¿Por qué David estaba tan contento de que yo hubiera respondido a su abuelo de forma tan tajante? El hombre no ocultó su alegría ante este hecho. Sonrió incluso ahora, dándome permiso para preguntar.
- ¿De qué herencia hablaba Renán Arkadievich? No creas que la estoy reclamando ni que la necesito, - aseguré inmediatamente a mi amigo para que no sospechara de mí como mercenario o avaricioso, - es sólo que tu abuelo hablaba de esta herencia como algo sumamente importante.
- Tienes razón, es el tema más importante para un abuelo, incluso más importante que la felicidad de su nieto. Es decir, yo.
- ¿Pero por qué es eso? Entiendo que el dinero puede comprar casi todo y no todo el mundo hoy en día, pero aún así... Esto no es lo más importante. El dinero no puede comprar el amor. No puedes construir relaciones con él. No te darán las emociones y los sentimientos que las personas pueden darse unas a otras. Esto es evidente. - ¿Debemos considerar que la herencia es el valor más importante de la vida? ¿Darle preferencia sobre tu propio nieto? ¿Qué demonios es esto?
- El abuelo claramente no está de acuerdo contigo. Él piensa que es la mayor riqueza del mundo. Literal y figuradamente. Mi padre también lo pensaba. Y pagó el precio por ello.
- Tu padre...
- Murió. O mejor dicho, fue asesinado. Lo mataron cuando yo sólo tenía doce años.
- ¿Tu padre fue asesinado por dinero? - No podía creer que toda la familia estuviera volcada en el dinero. No podía asegurarlo, pero no me parecía que David tuviera tanta hambre de dinero. Bueno, yo no tenía una imagen completa del hecho de que para un hombre esta es la principal felicidad de este mundo. Aunque, hablando con franqueza, se le notaba enseguida que no sufría por falta de dinero. David lo tiene. En una cantidad considerable. Pero no se centra en ello. No lo considera su valor más importante.
- Se podría decir que. Cuando empezó...
Yo estaba escuchando atentamente al hombre, absorbiendo la información como una esponja, así que no entendí por qué al segundo siguiente David dejó de hablar bruscamente, y todo su cuerpo, incluida la cabeza, pareció tensarse en un instante. Se convirtió en un nervio continuo.
- ¡Sujétate al asiento!
Gritó el hombre, e inmediatamente me agrupé en un pequeño bulto, mientras conseguía girar la cabeza hacia la carretera. Hacia donde David miraba con tanta atención.
Un coche se abalanzaba sobre nosotros, a velocidad de vértigo, directo hacia nosotros, de frente...