- ¿Una gran familia? - Esta frase no salió de los labios de Renán Arkadievich, no, al contrario, el anciano pareció reanimarse aún más tras esta información. En ese momento, los ojos del anciano brillaron como los de un niño que ha encontrado un preciado regalo bajo el árbol de Navidad. En cambio, su nuera, o más bien su ex nuera, no pudo contener su indignación. Y lo expresó con palabras.
- Sí, mamá, - se adelantó David, demostrándome que su apoyo estaba totalmente de mi parte, y demostrándole a su madre que no me ofendería. El hombre dará la cara por mí en caso de cualquier cosa. - Somos una gran familia. Esta es Diana, mi querida novia, y espero que se convierta en mi esposa en un futuro próximo.
- Y tú, ¿cómo te llamas? - Reforzada por el apoyo de David, decidí no quedarme a la defensiva. Si durante el día no había necesidad de incurrir en la ira de la mujer, y tuve que calmar a David para que no causara problemas, ahora no había necesidad de contenerme en absoluto. No puedo dejar que esta mujer me pase por encima con un adoquín y se olvide de que existo en unos minutos. - Espero que muy pronto pueda llamarte mamá, pero antes de que eso ocurra, me gustaría saber tu nombre y tu patronímico. Si no te importa.
No esperaba que mi descaro provocara una reacción tan fuerte. Y cada uno de los presentes la experimentó de forma diferente. Mientras el hombre permanecía con la boca abierta, claramente en estado de estupor, el abuelo de David estalló en carcajadas. Fue tan fuerte y tan disgregador que creo que los vecinos de un par de kilómetros de distancia pudieron oír que aquel anciano estaba de un humor increíble. Simplemente magnífico.
- Cariño, siento no haberte presentado a mi querida madre, - David apenas pudo contenerse para unirse a la compañía de su abuelo. - Elizaveta Alexandrovna, - dijo, apenas pudiendo controlarse para no sucumbir a su alegre humor.
- Elizaveta Alexandrovna, mucho gusto.
Esta mujer tenía muy pocas cosas de las que alegrarse en ese momento, así que ignoró mi mano en señal de saludo y en su lugar me dirigió una mirada asesina. No descarté la posibilidad de que no pudiera resistirse a agarrarme del cuello, pero sí de la mano. Privándome lenta pero inexorablemente de oxígeno. Para que nunca pudiera llamarla "madre".
- Casi se me olvida, - David podía verlo y sentirlo perfectamente, así que decidió volver su atención hacia él, - Mamá, te he comprado un regalo aquí. Aquí tienes.
- ¿Qué es? - Probablemente no es frecuente que esta mujer sea mimada con regalos, y más aún, probablemente no esperaba que su hijo pudiera hacerle un regalo. Me pregunto si Yelizaveta Alexandrovna se dio cuenta de que estaba lejos de ser una buena madre, por lo que difícilmente podía esperar algo bueno de su propio hijo. ¿O pensaba que todo estaba bien y que el mundo entero se lo debía?
- Mira, - David señaló con la cabeza la bolsa que la mujer sostenía en la mano extendida, como si fuera un explosivo que pudiera causar problemas en cualquier momento.
También era un colgante. Igual que el mío, pero con una inscripción diferente.
- Así quiero agradecerte al menos un poco el calor y los cuidados que me diste de niño, rezaba la inscripción de esta joya, - madre querida, - te estoy eternamente agradecido, mami.
David lanzó una pulla tan deliciosa a Elizaveta Alexandrovna que su rostro se torció al oír estas palabras. Al mismo tiempo, en el fondo, Renan Arkadyevich miraba con la boca abierta este cuadro de "hijo agradecido". Estaba fascinado y al mismo tiempo feliz.
- Gracias... hijo, - la mujer no se puso la joya al cuello, escondiéndola de nuevo en la caja, y este "hijo" traqueteó como un coche centenario en una carretera golpeada por la vida.
- Propongo celebrar el hecho de que estamos aquí todos juntos, - David dio una palmada y nos miró a cada uno por turno, - Diana y yo hemos traído una parrilla, así que vamos a por carne y hacemos una barbacoa. - ¿Qué os parece la idea? Propongo que nos separemos enseguida: las mujeres cuidarán del fuego y al mismo tiempo se conocerán mucho mejor, mientras que los hombres irán a por las provisiones.
- No lo creo.
- Por cierto, nunca llegamos a conocernos, - nadie sabrá nunca en qué estaba pensando el marido de Elizabeth Alexandrovna, porque David lo interrumpió allí mismo, sin dejarle terminar. - ¿Cómo te llamas?
- Artem, - al hombre no le gusta que no le dejaran hablar, pero aun así le da información sobre cómo llamarle.
- ¿Y tu patronímico? - David extendió la mano para saludar a Artem, pero en el último momento la retiró, haciendo esta pregunta adicional. Era como si no pudiéramos darnos la mano sin esta aclaración.
- Puedes llamarme simplemente Artem, - dice este personaje entre dientes apretados.
- Vale, Artem, es un placer conocer a la persona favorita de mi maravillosa madre, - David, como director experimentado, juega con los nervios no sólo de Artem, sino también de su madre, - así que, Artem, ¿vamos a por carne?
- Creo que...
- ¡Vamos! - A nadie parece importarle lo que piensa Artem, e incluso resulta un poco ofensivo sentir lástima por el hombre. Esta vez a Renan Arkadievich no le importó el "creo" del hombre. - Si todos los hombres se van, entonces todos los hombres se van. ¿No eres un hombre, Artem?
Una familia bien coordinada, nada que decir. Tanto el abuelo como el nieto tomaron cartas en el asunto, y Artem no tuvo más remedio que ir con la Santísima Trinidad a por carne. Pero también había una desventaja obvia en toda la idea: me quedé con el villano principal. Con la madre de David. Cara a cara.
- Bueno, dígame, princesa, - Elizabeth Alexandrovna ni siquiera mira en mi dirección, ahora está mucho más interesada en los troncos de la parrilla, que está moviendo con un atizador. Y esto es una "princesa" de sus labios... Suena tan repugnante, como si no fuera "princesa", sino algo así como "abominación". Qué agradable suena esta palabra de David y qué diametralmente opuesta a su madre... Horrible.