- Dos de las cuales son... - no tengo el valor ni el aire para terminar, que abandona mis pulmones en grandes porciones, y mis ojos se han abierto al máximo y ahora miran fijamente a Maria Ivanovna. Está claro que esta taza de té calmante no me basta, al menos debería llevar una lata. O tal vez debería cambiar drásticamente el grado de la bebida...
- ...ya no está en este mundo, - continuó la mujer e hizo un gesto con la cabeza para confirmar que no la había oído. No la había oído. De hecho, era cierto. - Estas dos personas están muertas. El padre y la abuela de David. Se llevaron este secreto a la tumba.
- Si las dos personas que conocían este secreto están muertas, y tú eres la tercera persona que lo sabe, entonces ¿quién es esta cuarta persona? El mismo David, Elizabeth Alexandrovna. O Renan Arkadyevich. Los tres pertenecen, o pertenecían, a la misma familia, por lo que cada uno de ellos puede saber acerca de este secreto. Cada uno, pero de las tres opciones posibles, sólo una es correcta.
- Lizka. Ella es la culpable de lo sucedido. O mejor dicho, de lo que podría haber pasado, pero afortunadamente no pasó. Gracias, en primer lugar, a Yana Vasilyevna. Fue mi amiga quien se convirtió en el ángel guardián de David. Le dio un futuro a su nieto. En el verdadero sentido de la palabra.
- Sí, pero... ¿qué pasó? - Por desgracia, no encontré a Yana Vasílievna con vida, no tuve tiempo de conocer a esta persona, pero me di cuenta en ausencia de que era una mujer maravillosa. Probablemente, ella es muy parecida a Maria Ivanovna, que me conoce muy poco, pero todavía está dispuesta a revelar un secreto que sólo los elegidos están al tanto. Y yo estoy entre ellos.
- Cuántos años han pasado, cuánto ha sucedido... y recordar aquel día... es como un cuchillo en el corazón... - a la mujer le cambió la cara, si antes parecía mucho más joven que su edad, tan vivaracha y sonrojada, ahora la pintura de la cara de Maria Ivanovna se había desvanecido y enseguida se puso pálida. Estaba avergonzada. Y su mirada... una mirada de sufrimiento. Una mirada de desesperación. Una mirada llena de dolor. Dolor que, según sus palabras, ha estado experimentando durante tantos años...
- Tal vez no deberías, - no podía ignorar el estado de la mujer, no podía limitarme a verla sufrir y no intentar ayudarla, así que tomé sus manos entre las mías para calmarla y darle apoyo. Comprendo que no es suficiente, pero es lo que puedo hacer.
- No, si lo hice, te lo diré, - María Ivanovna dejó una mano en mis brazos y con la otra se secó las lágrimas que acudían a sus ojos, y al igual que el agua llena rápidamente la piscina, las lágrimas llenaron las cuencas de los ojos de la mujer, - Lizka quería matar a David.
Estupor. Miro a la mujer estúpidamente. Ni siquiera me doy cuenta de en qué realidad estoy. Y si es realidad. ¿Hay lugar en una realidad normal y adecuada para una madre que quiere matar a su propio hijo? ¿Su propia sangre?
- Lizka quería abortar cuando se enteró de que estaba embarazada de David. Si no la hubieran detenido a tiempo...
- Hola, ¿hay alguien en casa? - Si Maria Ivanovna había dicho esta información en un susurro, este grito resonó por toda la casa. Y era la voz de un hombre. La voz de David.
- Pero...
- Entonces, nena, entonces, - la mujer se levantó de la silla de un salto como una jovencita y empezó a retirar las tazas de la mesa, dándome así a entender que la conversación había terminado por el momento.
Y no tuve más remedio que seguir el ejemplo de María Ivanovna, apagar las decenas de preguntas que quería hacerle a aquella mujer e ir al encuentro de David para que no sospechara nada.
- Diana, - apenas pude salir de la cocina de lo impresionada que estaba, y entonces María Ivanovna me detuvo con su llamada, obligándome a darme la vuelta y quedarme unos segundos más, - recuerda, esto debe quedar entre nosotras. David no lo sabe. Y no debe enterarse.
Todo lo que tuve que hacer fue asentir, y entonces me alejé como un fantasma, ahora parecía que incluso podía pasar por las paredes como un fantasma, las palabras de la criada me habían chupado el alma. Dejando sólo una cáscara.
- Princesa, - conseguí arrastrarme fuera de la cocina a tiempo, porque David apareció, con el rostro iluminado por una sonrisa y una mano metida en la espalda. Por alguna razón, me di cuenta inmediatamente de este matiz. - Tengo un regalo para ti.
- ¿En serio? - fingí sorpresa, y menos mal que no tuve que esforzarme demasiado, María Ivanovna ya se había encargado de esta tarea.
- Esto es para ti, - ahora no puedo ver la cara de David ni la sonrisa en su rostro, porque aparece ante mí un osito de peluche, que en un segundo está en manos de su nuevo dueño, envolviendo placenteramente mis dedos, - ¿te gusta?
- ¿Me gusta este hombre tan guapo? - Primero miro a mi nuevo amigo, luego dirijo mi mirada a David, e inmediatamente tengo el impulso de volverme loca. Y no me niego ese impulso, depositando un beso en los labios del hombre.
Y todo esto no podría haber sucedido si Elizaveta Alexandrovna no se hubiera contenido a tiempo. Ni mi relación con David. Ni estos maravillosos regalos de sus manos. Ni este hombre en general. Qué crujiente es la vida, sobre todo en manos de inadecuados...
- Si hubiera sabido que aquí iba a haber TANTA gratitud, habría comprado un camión entero de zamarras de estas, - dice David con una sonrisa de treinta y dos después de terminar nuestro beso. Aunque yo quería pasar enseguida al siguiente y no perder el tiempo. Para continuar con esta extravagancia.
- Eh, tortolitos, ¿vamos a comer o qué? - Yo quería, pero había un personaje en esta casa que estaba arruinando todo el romanticismo. Usó un hacha afilada para cortarlo de raíz.
- Ya nos vamos, querido abuelo, - dijo irónicamente el hombre, y luego centró su mirada en mí, me miró a los ojos con mucha atención, - ¿estás bien? - Porque llegamos y mi madre se quedó sola junto a la parrilla. Y estaba enfadada. No puedo decir que sea una mensajera del optimismo en su vida, pero aun así... ¿No se pelearon?