Cebana (1864)
Cebana continuaba siendo un pueblo muy prospero. Hoteles rodeaban el pueblo para recibir a los viajeros que hacían uso del tren. Otros negocios también rodeaban el pueblo. Aún los Gustamante eran dueños de muchos de los negocios, pero tenían competencia. A esa competencia ellos también se habían unido abriendo una herrería y expandiendo el restaurante.
David Gustamante era dueño de muchos acres en las afueras y sus cultivos lo hacían uno de los hacendados más importantes del pueblo. Cuatro de sus hijos se habían casado y se habían establecido en tierras que David les había dado para continuar expandiendo sus cultivos. Juan, el más pequeño aún no había sentado cabeza, pero David no perdía la esperanza.
Joaquín Gustamante se había casado hacía 7 años atrás y tenía 2 hijas. Se había quedado viviendo en la capital ya que le habían dado una excelente oportunidad. Visitaba Cebana cuando podía, pero aun así extrañaba su familia. Esmeralda quería que el viniera más seguido y de una vez trajera las nietas, pero sabía cuán difícil a veces era lograrlo.
Perla Gustamante había estado viviendo en la capital por un tiempo, pero en cuanto Darío terminó sus estudios volvieron a Cebana para ayudar a Damián con su práctica. Luego de volver a Cebana Perla había decidido que era momento de tener hijos y ya tenían 2.
Por varios años todo había estado muy bien. Todas las respectivas familias eran felices. Ahora, no contaban con una epidemia en el pueblo. Una epidemia que mató a sobre 20 personas en el pueblo. Entre esas personas se encontraban Damián y Esmeralda.
Damián contrajo la enfermedad justo al comienzo de la epidemia. Se enfuscó tanto en ayudar que no tomó las medidas necesarias para no enfermarse. Cuando murió tanto Darío como Perla estaban devastados sin embargo siguieron ayudando todo cuanto pudieron a las demás personas que enfermaron.
Esmeralda se enfermó ya finalizando la epidemia. Fue la última víctima ya que Darío pudo terminar de controlar la epidemia para cuando Esmeralda enfermó.
Su muerte era esperada ya que Darío sabía que estaba malita. Ya por lo que pasó con Damián sabía que estaba en las ultimas e hizo llamado a que la familia pasara sus últimos momentos con ella. Logró despedirse de todos excepto de Joaquín que no vivía en el pueblo. Cuando se fue a despedir del Gitano pidió privacidad para hablar con él. El Gitano no quería enfrentar que su muerte era inminente y en cuanto todos abandonaron el cuarto para darle privacidad le tomó la mano se la besó y le pidió que por favor no hablara. Que guardara sus energías.
Al Gitano se le salen las lágrimas y le dice que no con la cabeza.
A Esmeralda se le hacía muy difícil respirar y ya casi no tenía fuerzas. Le acarició la cara al Gitano y él le la besó en la mano.
Esmeralda murió en los brazos del Gitano. Si hubiese sido más joven seguramente hubiese podido sobrepasar su enfermedad, pero el destino no lo quiso así. Cuando Esmeralda murió el Gitano no tuvo ninguna reacción. Soltó un par de lágrimas, pero su rostro estaba totalmente estoico. En ese preciso momento no podía procesar lo que acababa de ocurrir. Salió a avisar a todos los que estaban en la clínica. Cuando salió del cuarto y todos lo vieron ya sabían las noticias. El Gitano al dar la noticia vio el dolor de Perla y David y vio el dolor de hasta el mismo Darío. El grito de Azucena lo sacó de tiempo, pero en ese momento él no podía procesar su dolor.
El mismo día que murió la velarían. Cuando el Gitano llegó a la casa para prepararse fue que internalizó lo que había acabado de ocurrir.
El Gitano fue directamente al cuarto en lo que Azucena preparaba la sala y cocina para la noche. Luego de un rato Azucena escuchó ruidos de cosas rompiéndose desde el cuarto del Gitano. Ella respiro profundo, era algo que ella esperaba. No acudió al cuarto rápidamente, el Gitano necesitaba ese espacio. El Gitano necesitaba desahogarse. Luego de un rato de escuchar cosas caer al piso y cristales rompiéndose hubo un momento de silencio, seguido de un grito.
Azucena no estaba en condiciones de consolar a nadie. Su dolor también era inmedible. Ahora, respiro profundo se limpió las lágrimas que habían comenzado a bajar y decidió ir a hablar con el Gitano.
Cuando Azucena entró al cuarto el Gitano había roto todas las fotos que había en marcos en el cuarto, además del espejo. Había tirado la mesa de noche y roto la lámpara que había sobre la misma.