Fingiendo amor

CAPÍTULO 5

Miley

Mi corazón comenzó a latir con fuerza en cuanto escuché el peso de las pisadas cada vez más cerca. La leve sonrisa en mis labios amenazaba con extinguirse, pero me obligué a mantener la compostura.

El primero en entrar fue mi padre, Thoren Cherrys, con el ceño tan fruncido que sentí que perforaba mi alma. Apreté el brazo de Damiano, buscando algún tipo de apoyo. Detrás de papá venían mis hermanos, Kian y Evander, igual de tensos, con incredulidad escrita en cada línea de sus rostros.

—¡Miley Anne Cherrys! —bramó papá, deteniéndose justo en medio de la sala. Su voz grave era como un trueno en una tormenta de verano—. ¿Qué es esto que me dice tu madre? ¿Que estás casada?

Kian resopló detrás de él, cruzándose de brazos como si estuviera listo para golpear al primero que se moviera. Evander, el menor, fruncía el ceño como si no pudiera decidir si estaba más molesto o decepcionado.

Mi garganta se cerró y por un instante desee que la tierra me tragara, pero sabía que no iba a suceder. Solté el brazo de Damiano y di un paso al frente, intentando calmar el torbellino.

—Hola, papá… ¿Podemos hablarlo con calma?

Papá me miró un segundo. Luego sus ojos se clavaron en Damiano, que trataba de mantener una sonrisa cordial.

—Buenas tardes, señor —dijo Damiano con ese tono tranquilo que siempre usaba, extendiendo la mano—. Soy Damiano Ferreti, el esposo de su hija. Mucho gus…

Papá no lo dejó terminar. De un movimiento rápido, lo tomó del cuello de la camisa y lo levantó del suelo con esa fuerza bruta que siempre lo había caracterizado.

—¡Papá, no! —grité, dando un paso al frente, pero Kian me agarró del brazo, impidiéndome acercarme.

—¡¿Cómo te atreviste a desposar a mi hija sin mi consentimiento?! —rugió papá, sacudiendo a Damiano como si fuera un muñeco de trapo—. ¿Tus padres no te enseñaron que el matrimonio no es un capricho? ¡Primero se habla con los padres! ¡Se pide la mano, se corteja con respeto y luego, solo entonces, se lleva a la novia al altar!

Damiano trató de decir algo, pero el agarre de papá lo tenía casi sin aire. Por primera vez, lo vi titubear. Su acostumbrada valentía parecía desmoronarse bajo la mirada asesina de mi padre.

—¡No, señor, yo…!

Papá lo soltó de golpe, haciendo que Damiano cayera al suelo de rodillas, tosiendo y tratando de recuperar la compostura. Papá lo miró con una mezcla de desprecio y furia.

—¡Esto es una falta de respeto no solo para mí, sino para toda nuestra familia! —continuó papá, señalándolo con un dedo acusador—. ¿Crees que puedes venir aquí, tomar lo que quieras y simplemente esperar que lo aceptemos? ¡No en esta casa, muchacho! ¡No mientras yo esté vivo!

—¡Papá, basta! —grité con desesperación, pero su mirada furiosa se volvió hacia mí.

—¡Y tú, Miley Anne! —espetó, levantando un dedo como si estuviera a punto de reprenderme como cuando era niña—. ¿Qué clase de desvergüenza es esta? ¿Casarte en secreto, como si no tuvieras una familia? ¿Así es como nos agradeces por todo lo que hemos hecho por ti?

—Papá, yo…

—¡No me interrumpas! —cortó de inmediato—. Esto no es lo que te enseñamos, Miley. Una mujer decente no actúa de esta manera. No te criamos para que fueras el chisme del pueblo, para que todos murmuren detrás de nuestras espaldas que la hija de Thoren Cherrys se casó como si estuviera huyendo del pecado.

—Querido, cálmate por favor —trató de intervenir mi madre, pero papa no le prestó atención.

Mi rostro ardía de vergüenza. Damiano, a pesar de todo, logró ponerse de pie y levantó las manos en señal de tregua.

—Señor Cherrys, con todo respeto, no fue mi intención faltarle al respeto a usted ni a su familia. Las cosas sucedieron rápido, pero mi amor por Miley es sincero.

Papá lo miró de arriba abajo, su expresión endureciéndose aún más.

—Amor… —repitió con un tono cargado de escepticismo—. Escúchame bien, muchacho. El amor no es excusa para la falta de decoro. ¿Sabes lo que es el matrimonio? Es un pacto ante Dios, un compromiso sagrado, no una ocurrencia del momento.

Damiano abrió la boca para responder, pero papá alzó la mano con un gesto firme, silenciándolo al instante.

—¡No acepto esta unión! Ustedes van a…

Lo que fuera que estaba a punto de decir se perdió en el aire cuando un llanto suave pero inconfundible llenó la habitación.

Bethany.

Me solté del agarre firme de Kian, ignorando su protesta, y crucé rápidamente la sala hasta donde estaba mi pequeña. La tomé en brazos, apretándola contra mi pecho mientras ella sollozaba con su carita oculta en mi cuello.

—Shhh… Tranquila, cariño —le susurré, acariciando su espalda con ternura—. Todo está bien, mamá está aquí.

Por un momento, el silencio cayó sobre la sala, roto solo por los pequeños lloriqueos de Bethany.

—¿Esa niña? —murmuró papá, sus palabras cargadas de confusión, como si acabara de notar su presencia por primera vez.

—Ella es Bethany, su nieta, señor —se apresuró a decir Damiano, su voz baja pero firme.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.