Fingiendo amor

CAPÍTULO 8

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Damiano

Mi padre se trae algo entre manos. De lo contrario, no me estaría llamando insistentemente ni enviando mensajes tan intimidantes.

La rabia me arde en el pecho, pero no voy a ceder. No voy a inclinar la cabeza ni a seguir sus exigencias como un perro obediente.

Quiere que regrese. No voy a hacerlo. ¿Para qué? ¿Finalmente anunciará que esta oveja negra es su hijo? Desde que recuerdo siempre mantuvo a su familia al margen de la vida política y hace dos años previo a las elecciones 2023 me borró de su familia para que mi reputación no arruinara su candidatura a la presidencia del país, por eso nadie me conoce ni me relaciona con él. Todo lo que le ha importado siempre es el mismo, cuidar su imagen. Por eso no se lo pensó para enviar a mi amigo Dante a la cárcel. Yo también debí ser encarcelado, después de todo, los dos fuimos responsables de lo que pasó, los dos estábamos involucrados en las carreras y apuestas ilegales, pero con sus influencias logró hacer que toda la culpa recayera en Dante y ahora que ha salido libre él quiere matarme. La verdad es que no lo culpo. Debe haber pasado un infierno estando encerrado. No lo visité ni una sola vez desde que lo condenaron, pero no porque yo no quisiera si no porque mi padre con su influencia lo impidió. Compró al juez, al director del penal. No pude hacer nada, luego me lo quitó todo diciendo que esa sería mi lección y que debía aprender a ganarme las cosas por mi mismo, pero de buena manera. A los cuatro meses de haberme ido de Washington D.C ya estaba trabajando en la empresa de publicidad donde conocí a Miley. El resto de mi vida hasta ahora solo se resume en fiestas, mujeres y tratar de no morir de hambre.

Con calma, saco el chip del móvil y lo examino. Sé que no va a detenerse hasta encontrarme. Con su influencia, probablemente ya ha contactado a expertos en seguridad o incluso al FBI para rastrear mi ubicación. Pero hará falta más que eso para que me atrape.

Levanto la cabeza y veo el coche estacionado justo frente a mí. Es perfecto para despistar a mi padre. Cuando salí de la casa parroquial, escuché a los dueños decir que irían a comprar víveres antes de salir de regreso a New York.

Saco el teléfono que le compré a la dueña de la tiendita de la esquina a tan solo 50$ e introduzco el chip y lo configuro. Después lo meto dentro del coche por la ventanilla que dejaron abierta. Me aseguro de esconderlo bien en los asientos traseros.

Si mi padre ya hizo que rastrearan mi número, entonces debe saber que estoy en este pueblo y si llegaran a buscarme no tardarían nada en encontrarme, así que tengo que hacer que mi señal se mueva aquí. Ellos seguirán el rastro.

—¡Damiano! —la voz de Miley resuena detrás de mí, haciendo que me aleje rápidamente del coche. Su expresión es seria mientras se acerca.

¿Habrá visto lo que estuve haciendo?

¿O su enojo se debe a la forma en que me comporté antes?

Sé que no debí reaccionar como lo hice. Solo… estaba molesto por mi padre.

—El sacerdote ya está hablando con mi padre, nos esperan —dice sin rodeos, su tono es firme, distante.

Bien, parece que no vio lo que hacía cerca del coche, pero no es mejor.

Tengo que disculparme.

—Miley… La forma en que reaccioné antes, solo quiero decir que lo siento, no quise ser grosero ni irme así. Tengo algunos problemas y eso me hizo explotar.

—Está bien, ya no importa. De todos modos, tu vida personal no me incumbe —su voz carece de la calidez que empezaba a acostumbrarme a escuchar en ella—. Solo necesito que me digas si realmente vas a ayudarme con esto o no.

—Lo haré, no quiero que mi actitud de antes…

—Genial, es lo único que necesitaba saber. Vamos y terminemos con esto de una vez.

Se da la vuelta sin esperar respuesta y comienza a caminar de regreso a la casa parroquial. Me quedo mirándola, atónito.

Supongo que lo arruiné.

Me dispongo a seguirla, pero el rugido del motor del coche me hace girar la cabeza.

Veo cómo el vehículo donde escondí el móvil arranca y se aleja por el camino de tierra hasta la carretera principal, levantando una ligera nube de polvo. Mi plan para despistar a mi padre está en marcha.

Exhalo lentamente y paso una mano por mi nuca antes de volver la vista a Miley. Ni siquiera se ha detenido para ver si la sigo.

Definitivamente lo arruiné. Pero lo bueno de ser yo, es qué sé exactamente qué hacer para arreglarlo.

Nos reunimos con el padre de Miley y el sacerdote en la oficina y fuimos directo al grano: la ceremonia se llevará a cabo el sábado a las diez de la mañana, y él nos dará su bendición. Explicó algunos detalles sobre la misa y lo que se esperaba de nosotros. Sugirió hacer nuevos votos matrimoniales.

Me aseguré de prestar atención y hacer preguntas, tratando de mostrarme interesado. Quería compensar mi actitud de antes, y siendo sincero, no era difícil. No sabía mucho sobre este tipo de ceremonias, pero escuchar sobre la importancia de la familia en todo esto me hizo pensar en lo diferente que era la vida de Miley respecto a la mía.

Aun así, por mucho que intenté acercarme, Miley se mantuvo distante. Sus respuestas eran cortas y su mirada evitaba la mía.

Casi al final de la reunión, el sacerdote preguntó si Bethany ya había sido bautizada. Miley se apresuró a responder que sí, con un tono que me hizo preguntarme si era cierto o solo una excusa para evitar ponerse en otra incómoda situación.

Finalmente, la reunión terminó y regresamos al rancho, sumidos en un silencio incómodo que no parecía tener fin.

—Después de almorzar quiero que vengas a trabajar conmigo. El veterinario vendrá a vacunar algunas reses —dijo el padre de Miley mientras nos sentábamos en el comedor con el resto de su familia.

—Claro, iré encantado —respondí, tranquilo, sin tener ni idea de lo que me esperaba.

Después del almuerzo, entre charlas sobre la ceremonia del sábado, nos dirigimos a los establos, donde me entregó una pala con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.




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