Fleur

III. Donde quieras y cuando quieras te morderé. 

Me desperté con la imperiosa necesidad de vomitar —no supe porqué—, sentía unas nauseas abrumadoras que me nublaban la vista por completo y no me dejaban inhalar, ni exhalar bien; la presión en la boca de mi estómago era tal que tuve que salir corriendo —trastabillando— hacia el baño de la suite que había reservado.

Detestaba vomitar, era una de las peores cosas que existían en el mundo y me hacía sentir nauseabunda, otra razón más para ser pulcra en todo; me cepillé rápidamente los dientes, con una prisa avasalladora y un sentimiento de suciedad agobiándome por completo. Repetí ese procedimiento unas 3 o 4 veces y luego de media hora salí a la habitación, con el camisón de dormir húmedo y el cabello hecho un desastre —porque no había cosa más endemoniada que mi cabello—.

Me dirigí a la ducha con parsimonia y me zafé de todas las prendas que cubrían mi desnudez, quedando como Dios me mando al mundo, en todo mi esplendor —una Barbie luego de una tragedia, así me definía—; tenía unas ojeras increíbles, no porque fueran maravillosas, sino porque me hundían los ojos de tal manera que parecía un cadáver.

Bufé, imaginaba que aun así yo quisiera estar bien, mi cuerpo no quería estarlo y este si quería manifestar mi verdadero estado de ánimo deplorable; pero yo no me dejaría llevar por ello, así que me pellizqué las mejillas dándome color y me dediqué a tallar mi cuerpo con una pastilla de jabón de avena —el cual era perfecto para humectar y exfoliar la piel—.

Se podía decir que yo era demasiado pulcra —demasiado limpia y demasiado maniática con ello—, así que si me duchaba duraba horas haciéndolo, cosa que realmente no me molestaba, me ayudaba a pensar y a desahogarme de todo aquello que tenía adentro.

Una hora después cuando salí del cuarto del baño, admiré mi desnudez en un espejo de cuerpo completo que estaba en la suite, me veía de la mierda —aunque eso debía suponerse—, mi cuerpo no era realmente la gran cosa, era escuálido —un soplido de viento me haría volar, aunque eso era una será exageración—, solo tenía senos, porque la espalda me llegaba a los talones, tristemente.

Peiné mi cabello con delicadeza —sacando moños y moños de este enredado, se me caía demasiado— y esparcí protector solar de cerezas por mi cuerpo completo, amaba las cerezas y todo lo que tuviera que ver con ellas; me coloqué un traje de baño enterizo color azul cielo platinado, que resaltaba el color de mi piel y me encaminé sin siquiera desayunar hacia la piscina de aquél maravilloso hotel.

Había pagado por un mes y medio completo de todo incluido —lo que me había costado todos mis ahorros y la venta de una reliquia anticuada—, sin embargo, no tenía ganas de comer absolutamente nada, desde que había llegado al lugar simplemente comí snacks.

El área de la piscina era hermosa, había césped por todos lados y bellas flores que hacían vida allí, una de las piscinas tenía un tobogán y otra tenía un trampolín, había una cascada de agua en el medio de la piscina para adultos, lo que era hermoso, inhalé tranquilamente disfrutando del chapoteo de unos niños jugando en el agua y suspiré.

Coloqué mi toalla en una silla y me recosté en ella sutilmente, una sombrilla me cubría la mitad del cuerpo, por lo que el sol solo me bañaba las piernas con su calidez que me hacía sentir sumamente cómoda; conecté mis audífonos en mi celular y escuché música aleatoriamente mientras observaba todo lo que sucedía a mi alrededor.

Veía a las personas riéndose o discutiendo, o simplemente compartiendo y todo aquello me hacía pensar. El mundo de una persona se puede detener por algún acontecimiento y esta se puede ahogar en un mar de penurias y miserias, pero eso no quiere decir que el mundo realmente se detuviera.

Somos simples partículas en un mundo tan extenso, tan incomprensible, que el simple hecho de que estemos pasando por un proceso no hace ninguna diferencia; solo somos otro individuo más, que tiene complicaciones comunes.

En ese preciso punto no entendí porqué mierda nos debemos preocupar por tantas cosas, si lo único que importa en esta vida, es vivirla, de la mejor manera que se pueda hacer eso.

Cerré los ojos momentáneamente y tarareé la canción que estaba escuchando, dejando que la calidez del sol me embargara por completo, me hiciera sentir plena en algún punto de mi vida, sin embargo, nada en mi vida podía ser totalmente normal, ni parcialmente normal.

Así que —como siempre—, mi paz fue interrumpida por un individuo indeseable, fruncí el ceño de manera inmediata y abrí los ojos al percatarme de que el sol ya no se posaba sobre mis piernas, no sentir su calidez en aquél momento me hizo enfurecer.




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