Fleur

VII. Maestro.

Fleur

Al día siguiente tenía 5 docenas de llamadas perdidas de mi madre y una de mi padre —cosa que era extremadamente extraña, porque el no llamaba ni a mi abuela cuando estaba enferma—.

Me encogí de hombros y decidí vestirme lo más práctico que pude, un mono de chándal cortos rojos y una camisa estampada gris, junto con unos lentes de sol negros, lo que completó mi atuendo.

Me vi en el espejo y mi reflejo parecía solo un espejismo, algo que se podía borrar en cualquier momento por lo débil que era y es que mi vida sinceramente no tenía un rumbo fijo, solo me encargaba de satisfacer mis necesidades más primitivas y —literalmente— me tiraba el dinero que ganaba encima, sin consideración alguna.

¿Que si pensaba en mi futuro? No. 
¿Hijos? No pensaba tenerlos. 
¿Otra cosa? Para nada. Eso no me interesaba y si me sentía solo podría pagar una puta, o muy bien, comprarme un perro o en su defecto, un gato —que hasta jodían menos que los perros—.

Luego de quitarme unas cuantas pelusas que tenían mis pantalones de chándal me coloqué unos zapatos deportivos nikes blancos.

Tomé las llaves del automóvil que había rentado y me dirigí al hotel Mirage, uno de los hoteles mejor calificados en Miami, con cinco estrellas —lo que lo convertía en uno de los más costosos y lujosos—, cosa que realmente me importaba poco.

Lo que si sabía era que ese hotel estaba jodidamente lejos del mío, conduje alrededor de media hora y —a menos que el gps me estuviera jodiendo— me cansé del tráfico, cuando llegué le agradecí a todas las entidades físicas y espirituales que existiesen, porque ya me estaba hartando.

En cuánto me bajé de mi auto, suspiré extasiado, el hotel tenía una decoración bastante natural, murales, mosaicos y muchas palmeras y flores, la cantidad de plantas que estaban en ese hotel me hacía sentir envidia de las mismas.

Se veían hermosas las bastardas y no era que necesitaran mucho, la naturaleza me dejaba perplejo algunas veces y me jodía en otras —como cuando el sol me quería hacer negro, ya me bastaba con ser el único trigueño de mi familia—.

— Buen día, preciosa —saludé coqueto en cuanto llegué a la recepción del hotel, la recepcionista alzó la mirada junto con sus cejas y me echó una escaneada rápida, me brindó una sonrisa lasciva y yo le dediqué otra por respuesta— le podrías decir a el inútil de Friederick Lunge que Xavier Fleur está aquí ¿Por favor? —terminé mi palabrería con una interrogante, abrió los ojos de manera exagerada y me carcajeé como si nada.

— Un momento, por favor —llamó a lo que pensé era el número de la habitación de Lunge y cuando le atendieron su rostro cambió por completo a uno sumiso y tranquilo, pacífico— Maestro Lunge —musitó bajito, para que nadie la escuchara—, un hombre llamado Xavier Fleur le busca, a según para una reunión de trabajo —los ojos a la recepcionista se le aguaron y solo asentía y asentía, sin hacer nada más— mhmm, okay Maestro Lunge, ya se lo informo —colgó el teléfono y me miró apenada— Señor Fleur el Maestro Lunge informa...

— Ay, no. Ya va —la corté irritado, ya habían muchas veces en las que decía maestro, maestro, maestro— que yo sepa ese loco de carretera no tiene un título en docencia para que le digas de esa manera —bufé exasperado, ella se arregló unos mechones de cabello que se le habían escapado de la coleta que llevaba y me miró con los ojos agrandados, como si tuviera miedo de que alguien me escuchase.

— El Maestro Lunge informa —reiteró luego de carraspear y yo volteé los ojos molesto, al parecer era una regla para todas las trabajadoras llamarlo así, ese yoísmo no era nada sano— que por los momentos está ocupado, que puede atenderlo en horas de la tarde, que si lo desea puede disfrutar de las áreas del hotel, todo le será servido gratis —se encogió en su lugar y agachándose en el mismo empezó a buscar algo en una de las gavetas que se encontraba allí, cuando se alzó tenía un brazalete en la mano— con la ayuda de este brazalete todas las áreas le serán abiertas sin tener que pagar nada.

— Bueno será —bufé irritado— ¿Qué área me recomiendas?

— Una de nuestras áreas más afamadas es el área de la piscina, si desea puede pasarse por allí y ver qué tal le parecen.

— Gracias por el dato, cariño —comenté y me dirigí al primer mapa del hotel que encontré, la piscina estaba cerca, así que me dirigí a los cambiadores y me quité la camisa y los zapatos colocándolos en un locker.




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