Fleur

XVII. ¿Por qué quedarse con una?

Sí, después de un tiempo me percaté que, sin duda alguna, el trato que había hecho con aquella mujer de cabello color zanahoria, había sido mi maldición, —así como la criptonita para Super Man, igualito—.

Es que solo a mí se me ocurría encargarme parcialmente de una loca, y, lo que era más imprudente aún, una loca embarazada; negué con la cabeza repetidas veces, observando como hacía uno de sus inventos raros con los dulces, esa mujer realmente había disfrutado de los meses que se hospedó en aquél hotel; tenía un tobo lleno de muchas cosas.

—Sin duda alguna, seguro que tú has sido el "Todo incluído" más costoso de este hotel —me burlé, estando aún sentado en uno de los grandes sofás de su habitación.

En todo ese tiempo me había quedado allí, con ella, realmente no sabía la razón, solo sabía que algo en mí me hacía estar junto a ella en esos momentos, aunque fuera insoportable la mayoría del tiempo.

Ella entrecerró los ojos, viendome con esos iris color avellana detenidamente y, llenandose de nuevo la boca de dulce gruñó.

—¿Sabías que eres muy molesto? —preguntó, haciendo un mohín con sus labos azucarados por la azúcar glass que tenía uno de los waffles que se estaba comiendo.

Yo me toqué la quijada suavemente, percatandome de que debía rasurarme, la barba ya estaba empezando a molestarme, me reí porque aquél comentario estaba muy fuera de lugar.

¿Yo molesto? ¿Esa mujer no se veía a ella misma? Literalmente, ella jodía las 24 horas del día, hasta con la más mínima cosa, hasta con lo más estúpido e irrelevante y me decía a mi que yo era la molestia.

—Qué descaro el tuyo —me burlé, una parte de mi se sentía ofendido, más otra se sentía totalmente simpática, como si el comentario en lo más profundo me hubiera llenado de un sentimiento de placidez y satisfacción—, si para molestas tu.

—A mi no me estés hablando así —frunció el ceño de nuevo y me dedicó una mirada impasible—, mira que la embarazada aquí soy yo, no tú. Cuando estés embarazado, hablamos.

Volteé los ojos por sus ocurrencias y caminé con aire perezozo a la cama, donde ella se encontraba, tome el control del televisor y la encendí buscando algo bueno que ver allí; suspiré en cuanto estaban pasando una de las películas que más le gustaban a mi madre y mi hermana.

"Como si fuera la primera vez"

Lo dejé allí, recostandome en una de las almohadas y agarrando dulces del tobo que tenía Artemisa allí —pars ser sinceros, la colcha estaba vuelta un basurero, de tanto que aquella mujer había comido, estaba incluso casi seguro de que en cualquier momento le daría un coma diabético o algo por el estilo—.

Artemisa, me veía detenidamente con sus ojos cafés entrecerrados, pero al menos ya compartía alguna de sus cosas —especificamente hablando de dulces— conmigo.

—Ya mañana es el check out del hotel —le comenté, por encimita, haciendo que diera  respingo en su lugar y se tocara el pequeño vientra abultado.

—Lo sé, lo sé, no tienes porqué decirmelo —soltó un suspiro lastimero y yo solo pude observar cómo tocaba su panza y parecía meditar la situación.

—Todo estará bien —lo dije suavemente, intentando consolarla—, y si no sale bien o como esperamos, pues nos tocará darle golpes a la vida, pero al menos yo no me quedaré tranquilo hasta saber que estaremos medianamente felices.

Su cabello rojo cayó en sus hombros, mientras me veía con esos ojos agrandados, me reí espontáneo y con mi mano agarré otro dulce del gran tobo que estaba allí; justo estaba en la parte en la  el actor conquistaba a la chica día a día sin falta.

Bufé, mientras me burlaba de ese hombre, tenía que ser jodidamemte desesperado para hacer eso.

—¿De qué te ríes? —interrogó ella en un susurro, mientras se arrimaba un poco hacia a mi, con el tobo en la panza y se acomodaba en mi hombro.

—Esta es la película favorita de mi mamá y hermana —comenté con sorna, negando con la cabeza—, nunca he entendido porqué, es muy fantosioso —siseé casi que con repudio, ella alzó su rostro y dejo de centrar su atención en el dulce para verme directamente a los ojos— ¿Sabes? Mujeres como ella, él se las podría haber encontrado dónde sea, nunca entendí porqué quedarse con una, cuando hay más de un millón por ahí.

—Yo antes solía creer en eso —susurró, haciendose un ovillo mientras se acomodaba más en mi hombro—, supongo que por ser mujeres, el sentimentalismo y la simple idea de que  pueda existir un hombre así, como que nos vuelve locas —en ese momento, nos reímos juntos—. Pero, lamentablemente los hombres solo piensan en sí mismos, sus beneficios y sus ridículas y egoístas metas, que  catalogarán como los machos más machos —lo último lo escupió con la voz llena de repudió y lo único que pudo hacer mi cuerpo fue tensarse.

—La idea de que las mujeres quieran un hombre perfecto también jode mucho la situación —repliqué, no queriendo dejar mal a mi género—, ustedes como seres en si , no es que sean la cosa más perfecta del mundo, joden y lo demás es cuento, sin contar que la mayoría  son controladoras.

—Ustedes no son un diamante en bruto que se diga —su risa fue como la melodía de pajarillos al amanacer, natural y música para mis oídos, fue interrumpida por un perezozo bostezo que me hizo verla enternecido.

—¿Pero?

Sabía que bajo ese comentario había un pero escondido.

—Aunque es cierto que ya no creo en eso —afirmó esas palabras para sí misma, como acordandose de ello—, pienso que cada persona merece alguien que esté allí, sin importar las cosas buenas o malas, digo, al fin y al cabo, imperfectos somos todos y de errores se vive, solo hay que empezar a aprender de ellos.

Sus palabras me dejaron muy pensativo, la miré con mis ojos entrecerrados y suspiré en cuanto se acurrucó a mí; su respiración acompasada me daba a entender que se había dormido, dejandome con muchas interrogantes despiertas y rebotándo en mi cabeza.




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