Fleur

XXVIII. Basta de correr, ve por lo que quieres. 

—Bueno... —tanteó el terreno el peliazul, la noche anterior a ese día no había podido ni pegar un ojo, mi pequeño era audaz y bastante inteligente, pero aún así era un pequeño. ¿Qué haría sin mi?

Lo miré con mis ojos brillosos y el me dedicó una de esas miradas reconfortantes de sus ojos café traslúcidos.

—Vamos juntos, linda zanahoria —comentó, mientras abría la puerta del auto, me ayudaba a bajarme con Damián en brazos y cogía su bolso de ropa para un día, solté un suspiró cuando entrelazó nuestros dedos y me apretó la mano, no estaba del todo segura de aquello. No me agradaba la idea.

Xavier tocó la puerta tres veces seguidas y, a la cuarta vez fue que mi madre salió, mientras gruñía como perro en celo, parecía enojada, sin embargo, cuando nos vio a ambos allí, parados en la puerta, su mirada se iluminó y sonrío tan ampliamente que se le notaron pequeñas arrugas en los ojos.

Tragué en seco, soltando la mano de Xavier para tomar la de mi pequeño que veía a su abuela como si no la reconociera.

—¡Ay Dios mío! —exclamó mi madre, emocionada, observó el pequeño rostro regordeto de mi bebé, y examinó sus cabellos rojizos, eran como rojo cenizo— pero cómo has crecido niño, Sofía —dijo mi nombre en forma de reprimienda— ¿Por qué no me has traído al niño? ¿Es que no quieres que conozca a su familia? Me haces el favor y no estés criando a ningún ermitaño.

—No es ningún ermitaño mamá —me burlé mientras volteaba los ojos—, de hecho, es bastante sociable... —dudé— cuando quiere.

—Bueno —esa vez fue Xavier el que interrumpió, me dedicó una mirada rápida para que me fuera despidiendo de Damián y preparara las cosas—, aquí están todas las cosas de Damián, volveremos pasado mañana, esperamos que lo cuide bien.

—¡Por supuesto! —exclamó, como si aquello la hubiera ofendido— ¿Cómo se les ocurre que no voy a cuidar bien al pequeño retoño de mi hija?

Yo solo pude carraspear, en serio ¿De dónde había sacado tanto interés de forma repentina?

—Damián —lo llamé, ya que estaba escondido en mi cuello respirando intranquilo—, ella es tu Abu, mi mamá —expliqué de manera breve— te vas a tener que quedar con ella y con el abuelo —mencioné con una sonrisa cuando mi padre apareció tras mi madre— pórtate bien ¿si? —asintió repetidas veces mientras se lanzaba a los brazos de mi papá y se acurrucaba en él, abracé a mi padre mientras le pedía la bendición—. Por favor cuídalo. No lo dejes solo con la arpía de mi hermana y siempre tenle un ojo encima que es demasiado curioso.

Mi padre asintió a todo lo que le dije y mientras me miraba de una manera nostálgica, me sonrío.

—Tranquila hija, todo estará a la perfección cuando tu vengas, no te debes de preocupar por mi pequeño diablillo —sonrió mi padre mientras juntaba su frente con la de Damián, en un gesto cariñoso— ¿No es así diablillo?

—Mhmm —asintió repetidas veces mi pequeño, para lanzarse a mi de nuevo—, chao, mami.

Me dio un sonoro beso en la mejilla y me abrazó por el cuello con fuerza, gesto que me inundó de emociones contradictorias que me hacían suspirar nostálgica. Mi vista se empezaba a nublar, Damián corrió hacia Xavier y este lo atrapó en volandas, riéndose a la par, le dio un beso en la cabeza y le alboroto los cenizos cabellos, mientras lo llevaba de la mano de nuevo hacia la casa de mi padre.

—Cuiden de nuestro hijo bien, por favor —les pidió a mi padre y a mi madre, yo me sostenía del marco de la puerta, aferrándome a ella, algo me decía que no me fuera de allí sin mi pequeño, pero no tenía otra opción.

Me despedí rápidamente de mis padres, con dos besos fugaces en la mejilla y observé a mi alrededor, todo parecía ajeno y yo me encontraba total y profundamente confundida.

Parpadeé varias veces, para luego mirar a Xavier y sostenerme en él.

—Todo va a estar bien, cariño... —susurró, dándome un beso frágil en la sien, mientras yo sollozaba un poco.

—¿Y si le sucede algo? —interrogué en cuanto arrancamos con la voz quebrada—¿Y si no lo cuidan bien? ¿Y si no le hacen su atole como le gusta? —esas eran pocas interrogantes, para todas las que tenía arremolinándose en mi cabeza.




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