Fleur

XXXIII. Aborrezco tener tu sangre.

La desesperación que me tenía ahogada en una cantidad de pensamientos negativos nada satisfactorios, suspiré allí, en el suelo mientras me tomaba el rostro y me agarraba el cabello intentando acumular el estrés y la ansiedad en las palmas de mis manos.

Las lágrimas se deslizaban por sí solas en mis mejillas y rodaban hasta mi garganta, tenía tanta presión en mi cabeza que me hacía pensar que entraría en un colapso en cualquier momento.

Una jaqueca inclemente me atacó inmediatamente, haciendo que mi cabeza palpitara y que, unos desagradables puyasos me penetraran hasta lo más profundo.

¿Qué era lo que realmente quería de mi Renzo?

Cuando por fin abrí los ojos, me dolieron por la presión que suponía tenerlos cerrados con tanta fuerza, aún veía todo a mi alrededor borroso.

Justamente cuando empezaba a abrir mis emociones, justo cuando había decidido darle una oportunidad a Xavier, justo cuando pensaba que todo estaba bien en mi vida, pasaba aquello y me hacía sentir diminuta ante las situaciones.

Yo sabía que legalmente Renzo tenía derecho sobre mi hijo, pero la simple verdad era que yo no quería eso y nada más con la actitud que había tenido hacía unos instantes me demostró, de manera radical y transparente, que lo que quería no era a mi hijo, lo que quería era a mí y solo por mero capricho.

Por mera insistencia de que, lo que antes suponía suyo ya no le correspondía.

Y aunque él lo viera de esa manera, un niño no era un juguete, no era una mascota y menos cuando se trataba de Damián, no era nada de eso.

Fuera sido otro panorama si me hubiera dicho que se había enterado que el niño era suyo, no sé con cuáles artimañas y que quería tomar parte de la responsabilidad, quizá por la bondad de algún lazo afectivo sincero.

Solté una carcajada fría notando el hilo de mis pensamientos, estaban desbocándose hacia cualquier lado sacando preguntas adrede solo porque sí.

Renzo ni siquiera sabía qué hacer con su vida, su inestabilidad era tan grande qe no sabía ni a quién quería, solo quería tenerme porque le complacería quitarme de los brazos de Xavier y eso lo sabía.

Pero ¿utilizar a Damián como si fuera una carnada?

Cerré mis puños totalmente molesta, mientras fruncía el ceño y empezaba a sentirme caliente de la ira que empezaba a embullir desde lo más profundo de mi ser.

No sé lo que haría, pero no le daría el gusto.

Sí, es ilógico, porque pude fingir delante de muchas personas una falsa vida con Xavier, un total y completo desconocido, pero no iba a arriesgar mi felicidad, no iba a arriesgar mi bienestar, ni la de Damián.

En nuestra casa estábamos bien, con Xavier vivíamos bien.

Y eso nadie me lo sacaría de la cabeza.

Si bien era cierto que la amenaza de Renzo me había calado los huesos, no sentía tanto miedo como para dejar que mis emociones irracionales me dominaran.

Así que inmediatamente me levanté y dandome todo el ánimo que pude, me sequé las lágrimas, llamé a Xavier y le dije que fuera a la casa, porque necesitaba que él me apoyara en eso y mi único fundamento emocional en aquél momento era él.

Parecía preocupado y me aseguró que estaría en 20 minutos en casa, yo me quería desestresar así que luego de darle un beso a Damián, que seguía como una piedra de rendido, me dediqué a ducharme.

Pasaron unos minutos y se escuchó la voz de Xavier en la estancia.

—¿Artemisa? —interrogó, buscando mi presencia, cuando lo escuché entrar en el cuarto cerré el grifo del agua tibia y me centré en cubrirme con la toalla.

Cuando salí a la habitación lo encontré jugando con las manitos de Damián y la sensación se verlo allí, con mi hijo, como si fuera parte de él me dio unas inmensas ganas de llorar que se anudaron en la boca de mi estómago, haciendo presión allí y dejando que todo en mí se oprimiera.

Él me observó salir del cuarto de baño con cautela, sus ojos café traslúcidos me desnudaban y aunque la escena parecía lujuriosa y llena de un brutal deseo, la única verdad era que tenía una intensa y constante necesidad que me carcomía de lanzarme sobre él, olfatear su aroma y sentirme segura en sus brazos, refugiarme en él.

Y eso fue lo que hice, me lancé a él rodenadolo con mis brazos, y recostandome en su pecho como si no hubiera mañana, su respiración era pausada y los latidos de su corazón me hacían sentir resguardada de todo mal.

—Hey... —soltó con tono de voz impresionado, mientras me acogía en sus brazos cálidos y se dedicaba a darme leves caricias en el antebrazo, cuando vio que mis lágrimas empezaron a desbordarse de mis ojos su mirada pasó de intriga a preocupación— ¿Qué pasó, linda zanahoria? ¿Por qué estás así?

Sollocé, apretándolo más, intentando acercarme más a él.

—Renzo se enteró de todo.

—¿Cómo así? —inquirió mientras su cejas se elevaban, su rostro estaba lleno de confusión.

—Sí, no sé cómo pero realizó una prueba de paternidad —comenté entre hipidos, me daba dolor ver a mi pequeño allí, dormitando, sabiendo que todo estaba en riesgo— y todo fue positivo.

El bufó, irremediablemente molesto.




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