Fleur

XXXV. ¿De esas de películas?

Xavier que estaba a mi lado con mi hijo en brazos frunció los labios en evidente muestra de desagrado, y solo se dedicó a bufar, blanqueó los ojos y pasó completamemte por alto a su padre.

El hombre caminó hacia su silla y se sentó, colocando sus codos sobre la gran mesa de virio, me lanzó una mirada de desagrado y después blanqueó los ojos.

¿En serio?

Al menos ya sabía de dónde venían varias actitudes de Xavier.

—¿En serio? —volvió a interrogar el señor mientras le dedicaba una mirada fugaz a Xavier con mi hijo— ¿Y además con un bastardo? —inquirió, refiriéndose a mi hijo, mis manos se convirtieron en puños, sin embargo, me mordí la punta de la lengua y morí callada.

—Querido, esa no es una manera decente de tratar a los invitados de tu hijo —reprendió su mujer, roja hasta el cuello de la vergüenza, la mujer que había visto tierna y hogareña, tenía en ese momento una mirada fúrica, llena de rabia— y mucho menos, cuando se trata de su prometida.

El papá de Xavier tenía una copa de vino en su mano, pero cuando su señora pronuncio la última palabra, casi que se le cae de la mano aquella copa, sus ojos se agrandaron y parecía bastante impactado. Yo, por mi parte, alcé mi barbilla con orgullo, mientras retaba a... ¿mi suegro? con altanería.

—¿Prometida? —su pregunta fue burlona, pero el silencio lo hizo tragar en seco— ¿Prometida? —esa vez si se burló, con carcajada y todo, en ese momento Xavoer explotó y un golpe resonó en toda la estancia, silenciado el sonido de las carcajadas de su padre.

—¿Cuál es tu puto problema? —gruñó el peliazul a su padre, el que le dedicó una mirada severa, Xavier tomó a Damián y lo acomodó en sus piernas— Si vas a jactarte de mí o de mi futura esposa, o de mi hijo, te exijo por favor que sea fuera de la hora del almuerzo, de igual manera el maldito negocio te lo manejo desde el celular —el veneno se sentía entre ambos, su padre dio su brazo a torcer y se mantuvo callado durante toda la comida.

Luego ambos se encerraron en una de las oficinas de la gran finca, se escuchó un bullició y un griterío, pero al fin y al cabo ambos salieron rojos de la oficina, con el ceño fruncido y los labios rectos.

—Ellos siempre son así de temperamentales —siseó la madre de Xavier, cerca de mi oído, Damián estaba sobre su regazo, extrañamente le había cogido un cariño innato, su sonrisa era cálida—, pero así de gruñones y todo, se quieren, muy en lo profundo, pero lo hacen.

—¿Y su marido siempre es así de ácido? —interrogué, replicandole con gracia, en esa jocosidad había en parte una verdad, pero debía manejar mi vocabulario, porque no deseaba perder puntos con esa señora, me caía lo suficientemente bien como para no arriesgar mi pellejo.

—¡Me encanta tu sinceridad! —soltó en una carcajada, mientras negaba con la cabeza— mi marido es estricto, un poco rígido y muy amargado, de vez en vez —su tono lejos de ser fastidiado y lleno de quejas era cariñoso, amoroso, lo que realmente me sorprendió—, pero así lo queremos, y aunque ellos parezcan agua y aceite, se adoran, a regañadientes pero lo hacen.

Observé a los dos hombres con cara de culo, ambos sin dirigirse la palabra, parecía una rabieta, y eso los hacía tener cierta semejanza.

Pensandolo bien, ambos tenían la mandíbula igual y su ceño fruncido era bastante parecido, quizá si Xavier no se tiñera el cabello podría tener más parecido a su padre, sin embargo, sus ojos eran los de su madre.

—No lo pienses tanto —soltó Marina, mientras le daba una chupeta de fresa a Damián, el que arrugó la nariz y la rechazó, yo negué cómica, ella en serio se estaba intentando ganar la voluntad de mi pequeno. Pero, Damián no era un hieso fácil de roer.

—No le gusta la fresa —comenté jocosa, mientras me reía de su octavo intento fallido, en cambio, su madre no había hecho absolutamente nada y ya tenía a mi niño comiendo de su mano—, es más de cítricos.

—¡Ay! —suspiró dramáticamente mientras se ponía una mano en la cabeza— ya no sé cómo entender a mi sobrinito —fruncí los labios, el hecho de que cogieran tan bien esa idea me atemorizaba.

¿Qué pasaba si lo del peliazul y yo no funcionaba? ¿Y si solo duraba unos cuántos meses?

Porque sí, habíamos vivido una larga temporada juntos, pero una cosa es vivir como amigos —bueno, sí, amigos que se besan y siempre fingen ser algo más— y otra cosa es ser algo, más emocional, más enlazado... Más formal.

—Damián es difícil, pero cuando te toma cariño —reí, mirándolo con ternura—, no hay marcha atrás.

Miré a Xavier, que estaba resolviendo unos asuntos por el celular, mientras su madre, su hermana y yo compartíamos el té.

—Papá y Xavier son dos gotas de agua —gruñó Marina, irritada—, aunque mi hermanito se ve distinto a tu lado —comentó con cierto alivio en el tono de su voz—, el estar contigo lo rejuvenece, lo hace ver... Plácido, como si fueras su complemento —suspiró, totalmente embobada mientras hablaba de ello—. Nunca antes lo había visto tan dedicado con una mujer —su afirmación, redujo y aumentó mi corazón al mismo tiempo, lo que me hizo agobiarme y azorarme.

—¿Si? —inquirí, sin saber qué decir, totalmente absorta en ella y lo que me decía— sé que Xavier tiene un humor de la mierda, y me irrita como nadie, pero no creo que sea como su padre.




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