Fleur.
El ambiente estaba totalmente tenso, aquél era un terreno valdío, que en su soledad demostraba un aura totalmente aterradora, aunque también podía ser que la adrenalina que recorría mis venas estuviera manifestándose y saliendo de mí.
Suspiré mientras Luke y yo aún nos encontrábamos tras esa pared, cuando ya la hermana de Sofía había terminado de entrar en aquél lugar suspiré, y con cuidado de que nadie nos viera, ambos empezámos a avanzar. El alemán a mi lado, a través de su celular estaba en constante contacto con los policías y las personas de su confianza, para que toda aquella maniobra saliera bien.
Nos encaminamos hacia la entrada de la casa llena de telarañas, yo revisaba donde posaba constantemente, porque la pelirroja había dicho que ella nos dejaría una pista y confiaba fielmente de que así era, así que jamás dejé de ver hacia abajo, hasta que un objeto me llamó la atención.
Era demasiado arriesgado, pero era fresco, un pedazo de tela hecho jirones con un poco de sangre, los peores pensamientos areemetieron contra mi mente, contra mi ser, ella no se pudo haber arriesgado a tal punto de lastimarse, de herirse a sí misma.
La imaginaba con su sonrisa típica, sus ojos brillosos y ese cuerpo totalmente monumental que le había dejado el embarazo y el solo hecho de pensar que estaba lastimada me dolía.
—Es aquí —le confirmé a Luke, el pelinegro de ojos azules asintió y le envió un mensaje de confirmación a la policía y demás, entramos en aquella residencia abandonada.
Yo tomé aquél pedazo de tela y aspiré, aún estaba su aroma en el, mezclado con el olor a hierro de su sangre, era como un elixir que me hacía sentir esperanzas, pero de igual manera, me hacía esperar lo peor de toda aquella situación.
Lo primero que noté al entrar en la casa fue el crujido de mis pies chocando con aquella madera astillada, el polvo era perceptible en el ambiente y las ganas de estornudar se hicieron larte de mi ser sin ninguna prevención, eso sumandole que era complicado ver en el lugar y caminar a causa de las telarañas.
—Okay, detente —esa vez fue Luke el que habló, me miro con recelo y yo le devolví el gesto—. Esto no va a funcionar así, es necesario que caminemos como bailarinas de ballet...
Me burlé bajito, para que nadie me escuchara solo él. ¿Bailarinas de ballet? ¿Qué creía él que yo era? ¿Una damicela en apuros?
—¿Para qué mierdas? —el tono de mi interrogante era uno de los más irónicos y yo lo sabía, el hombre me miró mal y su cabello negro danzó con un movimiento negativo de su cabeza.
—Como se nota que jamás tu pellejo ha estado en riesgo por una emboscada y que nunca han secuestrado a alguno de tus familiares —fue un comentario sumamente normal que tenía un trasfono que realmente no me interesaba, solo me encogí de hombros, dándole la razón porque así era— pues haz caso entonces, si no quieres que tu hijo y la pelirroja candente salgan mal parados de esto —sus palabras eran severas y estrictas, yo tragué en seco e intenté hacerle caso.
Él me dio un pequeño tutorial de cómo caminar de esa manera, me dijo que pensara que mis pies estaban flotando y que el aire los acogía con sutileza, intenté bacerlo lo mejor que pude, pero era malo malo para aquello, era bruto y brusco.
Mientras que el alemancito aquél parecía que ni siquiera pisaba la madera que cubría el piso, yo parecía un gigante que parecía destrozar todo, cosa que me estresaba bastante ya que no quería ponernos en riesgo, a ninguno de nosotros.
Luego de llegar al fondo de un largo y extenso pasillo, ambos escúchamos sonidos de voces que provenían de lo más profundo de la casa, parecían venir del hueco que daba al sótano, se escucharon unos barrotes de metal sonando, unas cadenas repiquetearon en el piso y yo no pude soportarlo más.
Luego de escuchar que las jocosas voces se alejaban, halé a Luke y empecé a caminar a hurtadillas junto a él, bajamosa desgastada escalera de aquél hueco y nos topamos con un pasillo más lleno aún de telarañas y polvo, tres puertas se encontraban distribuídas en ese lugar, estaban desaliñadas y hasta a medio poner, algunas puertas no tenían bisagras, y sonaban de una manera sumamente estridente.
En la primera puerta, no se encontraba nada, estaba totalmente vacía, sin ninguna ventana, las paredes estaban llenas de mohó, y nada más de ver aquél lugar me dio una breve crisis de claustrofobia, el simple hecho de imaginarme allí, entre esaa cuatro paredes y con aquella puerta cerrada, me hacía sentir ganas de vomitar.
Había una silla de madera astillada en el medio de todo el lugar, como si fuera el centro de atención, unas sogas se encontraban tiradas bajo ella, y parecía que una pequeña persona había forcejeado en ese lugar.
No quería imaginar absolutamente nada, no quería pensar que mi niño había estado allí, no quería ni pensarlo, así que pasé de esa habitación putrefacta hacia la siguiente, en la que no había absolutamente nada, las paredes tenían la pintura caída y desaliñada, y el fétido okor me penetró en las fosas nasales.
Era bastante perturbador pensar que en ese lugar había estado Damián y además, que Sofía se encontraba por allí, gruñí porque detestaba aquella idea.
La última puerta, no daba a una habitación, sino que en ella se encontraba un pasillo extenso, cubierto en sombras que daba a otras escaleras.
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Editado: 07.09.2020