Fleur

XLVIII. Miel y un encendedor..

—¡Damián! —grité desesperada, ese niño algún día me volvería loca, desquiciada y sin remedio, sin duda, el psiquiátrico Letriskú no sería mala opción.

Habían pasado ya 6 horas, eran más o menos las 5 de la tarde y mi hijo todavía estaba bajo la influencia del dulce y del azucar que le había brindado aquél helado.

Sí, eso quiere decir, que se encontraba corriendo por la casa, desnudo, sin querer siquiera bañarse, porque decía que era sucio bañarse.

¿En qué cabeza cabía aquello?

Sucio, bañarse. Blanqueé los ojos y seguí correteando tras de él por toda la casa.

No quería que dañara la decoración que tanto nos había costado a su abuela, su tía, a su papá y a mí. El techo estaba lleno de globos y algunas luces led brillaban alrededor, no se veía bien por la hora, pero estaba segura que entrada la tarde se vería increíble. 
Pequeñas estrellitas de color plata y oro se encontraban colgadas de esos globos, dandole un toque galáctico, como lo quería mi pequeño.

Y habíamos distribuído el espacio de la sala para que hubiera mucho más espacio, la música clásica favorita de mi pequeño se escuchaba de fondo y aunque era bastante cómico verlo correr desnudo por la casa con esa música de fondo lo que quería era atraparlo con mis manos y encerrarlo en el baño, hasta que al menos se diera un chapuzón de un minuto.

Jadeé, porque estaba agotada de tanto correr, aún tenía los muslos entumecidos y mierda, no había tomado en cuenta que estar tanto tiempo sin tener sexo me afectaría tanto.

Escuché la carcajada de Xavoer de fondo y me giré de inmediato para verlo, casi que me le lanzó encima para asesinarlo.

—¿Por qué te ries? —exigí una respuesta mientras me cruzaba de brazos, mirandolo mal, él se tapó la boca con la mano, pero la risa le llegaba a los ojos.

Suspiré, porque era jodidamente hermoso y yo antes no me había dado cuenta de ello, de lo apuesto que podía ser y del excelente hombre que era.

—Porque es cómico que tu seas una obsesiva con la limpieza y que tu hijo, sea un desastre de niño —lo dijo entrecortado por las carcajadas y yo me indigné aún más, aquello me parecía una falta de respeto, me acerqué a él y le golpeé el beazo con intenciones de dejarlo lesionado.

Lo que no ocurrió, porque aquél hombre era una roca, no se inmutaba con nada, cosa que de hecho, me enfurecía aún más.

—¡Claro! —exclamé, casi escupiendole en la cara— cuando hace algo malo, si es hijo mío nada más... ¡Además! —chillé, roja de la furia— eso es culpa tuya, ¡Tú! ¡Tú y tú estúpida manía de casi no bañarte! —lo acusé realmente molesta, el alzó las manos jocoso y negó con la cabeza.

—¡No es mi culpa! —se defendió aún riendose—, yo a Damián no lo obligo a nada.

Gruñí, Dios que alguien me agarrara porque le cortaba la cabeza ahí mismo, vi el reloj y joder, era casi la hora pautada con los invitados y mi hijo estaba corriendo desnudo por toda la casa y mi... ¿marido? Se burlaba de lo que estaba pasando.

—Deja de verme así y ayúdame a perseguir a este muchachito, antes de que los dos terminen con mi paciencia —terminé diciendo, a lo que mi cuñada se rio con una sola carcajada, volteé como si se tratara del exorcista, porque en serio me preocupaba que empezaran a llegar los invitados y que el niño anduviera desnudo por toda la casa— ¿Y tú de qué te ríes?

—Es que... —se rio de nuevo y respiró con dificultad—, es que —se detuvo de nuevo para inhalar profundamente—, es que ustedes dos no parecen lo suficientemente adultos para ser papas.

Y esa vez, el peliazul dejo de sonreír, auch, él odiaba que le dijeran inmaduro y lo que había dicho su hermana era un sinónimo de ello.

—¿De qué hablas tú renacuaja? —escupió molesto— si es culpa tuya y de mamá que esté así de eléctrico —blanqueó los ojos y acercándose a mí sonrío con lasciva, me pasó suavemente por el lado, rozandome por poco y susurró— el que agarre primero al niño, tiene una recompensa en la noche...

Sus palabras sugestivas dejaron que mi imaginación se abriera, se expandiera y se hiciera más pervertida, dejó esa propuesta ahí, en el aire, mientras sus ojos llameantes me azoraban, y me hacían desear que ya fuera de noche, se mordió el labio inferior y yo me derretí, mientras lo veía correr tras nuestro hijo como un demente.

Me quedé allí parada, presa de mis pensamientos durante unos minutos, para luego ir tras de él y corretear tras Damián, mientras mi suegra y la inutil de mi cuñada se reían de nosotros sentadas en un cómodo sofá.

 

 

 

Luego de unos pocos minutos logré capturar a Damián con una técnica que decidi llamar manipulación azucarada, le daría más pudín a él, si se bañaba y se alistaba...


Y funcionó, a tal punto que en diez minutos estuvo listo, con unos jeans y una camisa verde que se le veía divina y no lo decía porque fuera mi hijo, porque en realidad aquellos colores se le veían bastante bien a él, por el color de su cabello.

Xavier, había contratado a dos personas que servirían de anfitriones en la pequeña reunión, porque a ninguno de los dos nos gustaba tener que andar tras de las personas, ofreciendoles bocadillos, bebidas y demás cosas.




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