Fleur

LVII. La mejor decisión.

Sofía.

 

Habían pasado meses y me había percatado de que Xavier había cambiado demasiado conmigo, no de mala manera, evidentemente, se comportaba mucho mejor conmigo y me hacía sentir valorada —aún más de lo que me hacía sentir antes de llegar a tener algo serio—, no sabía cómo hacía ese hombre para hacerme sentir aquello con tal intensidad.

Ya nos encontrábamos a mediados de año, era Junio, de Christopher no había sabido nada en todos esos meses porque estaba ocupado con el embarazo de Souvette que era sumamente delicado, así que si él ya era más que sobreprotector con la rubita que llamaba amor, sin duda alguna, sabiendo que había un pequeño ser con su sangre en su vientre, pues más encima estaría de ella.

Y no era que me molestara el asunto —si bien ella no me caía nada bien, la felicidad de mi amigo me importaba más que su mujer—, pero me tenía abandonada, de vez en vez era que me mandaba unos mensajes informándome y dándome novedades, como, por ejemplo, cuanto pesaba su bebe o beba, porque al parecer nunca quiso revelarme el sexo, o como iba el embarazo.

Debía admitir, que vivir todas esas cosas a través de él luego de que yo, como madre, hacía mas de 6 años los había experimentado, me dieron nostalgia y un tipo de anhelo que no pude entender, ni comprender; para mí, mi mundo era Damián y ahora el hombre que me acompañaba y que amaba a mi hijo como si fuera suyo y como si tuviera su sangre.

No sabia identificar que era aquello que me acongojaba las entrañas y no quería creerme aquello de que era posible que quisiera tener otro hijo, porque a mí sí que me había dolido tener a Damián y más allá de eso, el criar de un hijo no era un asunto sencillo, aunque terminabas amándolos y adorándolos, y quizá, solo quizá malcriándolos en algún tipo de sentido.

Eliminé la idea de mi cabeza, porque para el momento ya tenia demasiadas responsabilidades, o así lo veía yo como para empezar a crearme la idea de una familia feliz o algo por el estilo con unos hijos que fueran del pitufo que tenia de marido.

Me encontraba en la piscina, junto con Damián y Xavier, acompañando a mi pequeño niño que de la nada le habían dado ganas de empezar en cursos de natación, el peliazul y yo nos encontrábamos en la piscina para adultos, mientras que lo veíamos dar patadas y brazadas, en la piscina aprendiendo a nadar.

—Es hermoso verlo de esta manera —comenté hacia mi marido, que también se encontraba viéndolo como si fuera uno de sus tesoros mas preciados, Xavier sonrío mostrando unas pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos color café traslúcido, me miró con un brillo en sus ojos que no supe entender para después, darme un beso leve en los labios que me supo a poco, suspiré allí, en sus labios, si entiendo como todo mi cuerpo se estaba electrificando de poco a poco por tenerlo tan cerca de mi— ¿eso a qué se debe?

Me sonrío de nuevo, para después con una de sus manos acariciar mi rostro y aunque estaba empapada con el agua llena de cloro de la piscina, me sentí acalorada.

—Por nada —soltó, desviando su mirada de la mía y observando de nuevo a nuestro hijo, para llevar un mes en natación sabia muy bien lo que hacía y lo disfrutaba, lo que era aun mas importante—, solo que creo que jamás te he agradecido por cambiarme la vida tan radicalmente —vi cada leve movimiento de sus labios, cómo sus pestañas se alzaban y sus ojos observaban a la nada, mientras que aquellas palabras me calaban hasta lo más profundo de mis emociones y no sabía siquiera cómo reaccionar ante ellas.

De pronto, recordé cómo era yo al inicio de mi disque relación con Xavier y me avergoncé al punto que pensé que me ruboricé, porque parecía una fiera sin remedio, respondiéndole mal a todo lo que me decía e irritable, como si hubiera estado iracunda con el mundo entero. Y, aunque debía de admitir, que aun entre los dos había jugarretas como las del inicio de nuestra relación, algunos comentarios sarcásticos y a veces dolorosos… no importaba, porque sabíamos que eso era parte de cada uno de nosotros y ya lo habíamos aceptado.

—¿Por qué agradeces? —interrogué, sin saber qué más decir— digo, la mayoría de las veces fui una mierda contigo… así que no entiendo ¿por qué?

—Linda zanahoria… —suspiró con cansancio, como si mi respuesta la tuviera premeditada y como si estuviera harta de esta— no importa lo que hayas hecho en el pasado, incluso pienso que hasta solo era tu manera de manifestarle al mundo lo dolida que estabas con él —comentó pensativo mientras chasqueaba con la lengua— quizá no estabas preparada para ese golpe y por eso no lo afrontaste de la mejor manera… —se quedó un silencio durante unos instantes para después mirarme—, voto a tu favor, y te digo que yo no era ninguna joya cuando te conocí, es por eso que te agradezco…

—Pero… si la que te debería de agradecer soy yo —titubeé, aun pensando en cómo se había referido a sí mismo y a la vez, sabiendo que, sin él, mi hijo y yo no hubiéramos tenido alguna estabilidad palpable—, si no fuera por ti, no sé dónde estaríamos Damián y yo…

—Te subestimas demasiado, Artemisa —me interrumpió con una carcajada y me sentí ofendida en ese momento, porque parecía que me estaba llamando imbécil—, yo solo hice ese trato contigo porque me parecía completamente imposible que tu no sucumbieras a mis encantos… —volteó los ojos, como si estuviera molesto consigo mismo—, evidentemente, fue un proceso de tres pilares extraño…




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