Fleur

LVIII. Derecho de propiedad

Junio, sin duda alguna había sido una total tragedia para el que consideraba como mi mejor amigo, aunque en parte había sido un mes de bendiciones, en el que recibió a su hermosa y preciosa hija de ojos azulados y cabello rubio, pero fue un mes de duelos para él.

La vida trae vidas y se lleva otras, esa frase jamás me la creí hasta ese día, en la madrugada que Xavier me llamó alarmado, porque Souvette al parecer se había muerto teniendo a la bebé, tragué en seco, sin importar que aquella mujer me cayera tan mal, no se merecía una muerte así, sin poder siquiera ver a su hija, sin poder amamantarla.

Christopher, prácticamente, estaba viviendo con nosotros, iba y venía, al igual que a casa de su madre, porque sinceramente no sabia nada con respecto a lo de criar bebés y necesitaba tener al menos unas directrices, ya su pequeña tenia tres meses y yo no podía morir más de amor con mi pequeña ahijada.

Ya estábamos en el mes de agosto y todos nos encontrábamos preparando una fiesta sorpresa de bienvenida para Marina, que venía con sus preciosos gemelos recién nacidos, todo un festín para agasajar a su hermana, eso fue lo que hizo Xavier, Christopher estaba allí, además de toda la familia de mi marido, en ese justo momento tenía en mis brazos a la pequeña Sunrise, que me miraba curiosa con aquellos ojos agrandados de ella.

Damián, ayudaba a su tío Christopher con algunos globos, mientras yo le daba el biberón a la pequeña, cuando mi hijo terminó de ayudar a Chris, llegó hasta a mi y me miró con el ceño fruncido mientras que cruzaba sus pequeños brazos. Ya estaba vestido para impresionar, tenía un pantalón de chándal color azul marino, con una camisa deportiva y unas zapatillas, bastante cómodo porque aquello era lo que se quería poner si iba ayudar a su tío con la decoración.

—Mami, ¿por qué pasas tanto tiempo con Sun? —desde que la vio por primera vez, le decía de esa manera, para él, esa pequeña iluminaba a cualquiera como si se tratara de una estrella.

—¿Está celoso mi pequeño fosforito? —inquirí, jocosa, mientras le sacaba los gases a la pequeña Sunrise, él, aun con el ceño fruncido y su nariz arrugada negó con la cabeza.

—No… —me replicó como si intentara creérselo— después de todo, tú eres mi mami —dijo como todo un dominante, me reí, porque él era demasiado posesivo, yo me senté con la niña en brazos después de sacarle los gases, ella empezó a jugar con el cabello de Damián en cuanto lo tuvo al alcance y me dieron unas irremediables ganas de darle un hermanito o una hermanita a mi hijo— eres muy fastidiosa, Sun —la cogió de las manitas y las alejó de su cabello, para después sonreírle, haciendo que le balbuceara— nunca dejaré que nada te haga daño, Sun, aunque seas un fastidio —le dio un pequeño beso en la cien, para después ir a ver una película, pero que actuara de esa manera me dejó impresionado.

—Sofía… —Christopher me llamó y yo volteé para ver cómo había quedado toda la decoración y todo estaba excelente.

—Pero… ¡Dios! —exclamé impresionada, porque le había quedado con una precisión de mujer, aunque era una la mayoría del tiempo, ya que, era la madre de Sunrise las 24 horas— en vez de ser doctor, deberías de ser decorador de interiores.

—Si, si, por supuesto —se carcajeó mientras caminaba hacia mí—, ya me puedes dar a mi hija, pelirroja —y sí, él era bastante celoso con su pequeña niña, siempre estaba al pendiente de ella, siendo sobreprotector, suponía que era a causa de las pérdidas que había afrontado en su vida, que tenía miedo de que se le extraviase su niña— ven con papá, preciosa —la cogió delicadamente de los brazos y la acurrucó en su pecho, yo solté un suspiro enternecida.

El hecho de que fuera padre soltero, tierno, caballeroso y, además, para rematar el asunto, atractivo, seguro le traería muchas seguidoras, sin embargo, yo amaba eso de él y me hacia recordar cuando Xavier cambiaba y cuidaba de Damián pequeño.

Dios mío, realmente estaba muy mal, demasiado mal, no podía ser que después de casi 7 años tuviera ganas de tener otro hijo, llevaba meses con ese pensamiento invadiéndome, pero no me estaba cuidando y tampoco había pasado nada, así que me obligaba a mi misma a olvidar la idea, que para mí raciocinio era irracional.

—¿Estás bien si te dejo? —pregunté al castaño a mi lado, que arrullaba a su hija, él asintió y yo me encaminé a mi habitación— vale, estás en tu casa.

—¡Ya lo sé! —escuché su grito mientras me adentraba a mi habitación y me reí, por la confianza que el hombre había tomado en tan solo 8 años de amistad.

Cerré la puerta y me desvestí con rapidez, porque en cualquier momento llegaría Xavier lleno de nerviosismo por conocer a sus recién nacidos sobrinos, me reí, porque semanas antes estaba ansioso con solo ver la barriga hinchada hasta explotar de Marina, casi que juego con él diciéndole “Cuidado y te desmayas” pero no lo hice, porque sabia que era capaz de hacerlo, como lo hizo conmigo cuando rompí la fuente de Damián.

Como Dios me trajo al mundo, me introduje a la ducha y cerré el panel de vidrio, abrí el grifo y dejé que la lluvia artificial recorriera mi cuerpo por completo, pensando en como mi peliazul estaba totalmente acongojado por ser tío, mientras yo estaba sumamente aterrorizada porque a esa reunión asistiría su padre.

Que, si bien era cierto que uno debía de llevarse bien con los suegros, tener uno como el mío sinceramente no ayudaba en nada, después de que Xavier me había comentado que lo había despedido —y por consecuencia, también me había despedido a mi— empezaba a dudar la teoría de mi suegra de que su esposo podía llegar a ser un pan de Dios —que la mujer lo defendía como una loca—.




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