Flor Indomable

Capitulo 1

La noche en Nápoles era un manto espeso y perfumado. No el aroma de jazmín o azahar que se colaba por las ventanas abiertas de las casas burguesas, sino el olor denso del mar salobre mezclado con el hollín de los viejos motores y un sutil rastro de peligro. En la cima de una colina, dominando el horizonte con una arquitectura que alternaba la opulencia barroca con líneas severas y modernas, se alzaba la sede principal del imperio de Massimo Ferrer. Un lugar donde los negocios se cerraban en silencio y las deudas se saldaban en la oscuridad.

Dentro, las luces eran tenues, cálidas, proyectando sombras danzantes sobre paredes revestidas de mármol oscuro y madera de ébano. El silencio no era de paz, sino de contención, de poder latente. Massimo Ferrer, a sus 45 años, era una escultura viviente de ese poder. Su traje, impecable, de un corte que emanaba autoridad discreta, se ajustaba a un cuerpo que aún conservaba la agilidad de un depredador. Su rostro, anguloso y marcado por una inteligencia afilada, rara vez mostraba emociones. Sus ojos, de un azul glacial, parecían penetrar hasta el alma, evaluando, desnudando. Ahora, observaba un mapa extendido sobre una mesa de caoba pulida, sus dedos largos y pálidos trazando líneas invisibles sobre las rutas de Europa del Este, el Mediterráneo y el norte de África.

Un golpe seco y medido rompió el silencio.

Giovanni Castelli, su socio de años, irrumpió en la sala, su presencia una mezcla de arrogancia y una cierta jovialidad forzada que nunca lograba ocultar la avaricia en sus ojos. Llevaba un traje más llamativo, de seda brillante, y un anillo de oro grueso en cada dedo.

—Massimo— comenzó Giovanni, su voz resonando un poco más de lo necesario, —la carga de Odessa ha llegado. Todo según lo planeado. Los 'artículos' son de primera calidad. Especialmente un par de... joyas inesperadas— Hizo una pausa, sonriendo de lado, como esperando una reacción.

Massimo no levantó la vista del mapa. —Las joyas inesperadas suelen ser las que causan problemas, Giovanni. Asegúrate de que estén bien guardadas y catalogadas. Nada de improvisaciones— Su voz era un murmullo grave, carente de inflexión, pero cargada de autoridad.

Giovanni se acercó a la mesa, su sonrisa flaqueando ligeramente. —Siempre tan metódico, Massimo. ¿No te emociona nunca un poco? Esta nueva adquisición, el 'Alba Dorada', se está convirtiendo en el negocio del siglo. Mujeres de todas partes, las más exóticas, las más educadas... las más *valiosas*—

Massimo finalmente levantó la mirada. El frío en sus ojos pareció intensificarse. —El valor está en la gestión, Giovanni, no en la mercancía. Y tú sabes mejor que nadie cómo me gusta que se gestione mi 'negocio'—

—Por supuesto, por supuesto— respondió Giovanni, retrocediendo un paso. —Pero hay que reconocer el arte de la adquisición. Y esta vez, Massimo, han llegado dos... flores que parecen haber sido arrancadas de un jardín real. Tan puras que casi duele mirarlas—

Massimo frunció el ceño levemente. —Habla claro, Giovanni—

—Una es una artista. La otra... una doncella. Dicen que su familia tiene conexiones. O tenía— Giovanni se encogió de hombros, una burla apenas disimulada. —En cualquier caso, sus precios están por las nubes. Podríamos venderlas a coleccionistas muy selectos. O podríamos... usarlas para algo más—

Massimo se enderezó, sus ojos fijos en Giovanni. —No entiendes nada. Estas 'flores' son números. Números en un balance. Su 'pureza' o su 'arte' son irrelevantes a menos que aumenten el margen de beneficio. Asegúrate de que no causen ningún tipo de... interferencia—

—¡Interferencia! ¡Ja! Massimo, tú sí que eres frío. Yo digo que el riesgo calculado es la esencia del buen negocio. Y estas dos, mi amigo, tienen el potencial de ser la mayor ganancia de nuestra historia— Giovanni dio una palmada en la mesa, haciendo vibrar un pisapapeles de cristal.

En ese momento, un mujer alta y elegante, con el traje impecable pero la mirada alerta, entró sin llamar. Era Serena Bellini, la mano derecha de Massimo. Su rostro era de una belleza sobria, pero sus ojos oscuros no albergaban calidez, solo una inteligencia feroz y una lealtad inquebrantable.

—Massimo— dijo Serena, su voz clara y firme, —el transporte de Hong Kong está retrasado. Un problema en aduanas. Han pedido una 'inspección' de rutina—

Massimo suspiró, un sonido apenas audible. —Un problema. Siempre hay un problema. ¿Y quién está al mando de esa 'inspección'?—

—Se rumorea que el inspector es nuevo. Un tal De Luca. Dicen que tiene... ambiciones—

—Ambiciones— repitió Massimo, volviendo su mirada hacia el mapa, como si las líneas de los continentes pudieran trazarle una solución. —Giovanni, encárgate tú de Hong Kong. Quiero que el problema se resuelva. Sin ruido—

Giovanni sonrió ampliamente. —Con placer. A veces, un poco de presión es necesaria para que el oro fluya— Se dio la vuelta, su salida tan abrupta como su entrada.

Cuando Giovanni se hubo marchado, el silencio volvió a caer sobre la sala, solo roto por el suave murmullo de la maquinaria de ventilación.

—Serena— dijo Massimo, su voz más baja ahora, casi confidencial. —Has estado vigilando el 'Alba Dorada', ¿verdad?—

—Sí, Massimo. Como siempre. El 'Alba Dorada' es uno de tus establecimientos más lucrativos y... delicados—

—¿Y estas 'flores' que menciona Giovanni? ¿Son realmente tan... notables?—

Serena vaciló un instante, algo inusual en ella. —Son jóvenes. Una parece tener un espíritu... indomable. La otra, una inteligencia penetrante. Han causado una pequeña conmoción entre el personal. No se adaptan al comportamiento esperado—

Massimo se acarició la mandíbula. —Indomable. Interesante. ¿Alguna resistencia activa?—

—Todavía no. Pero se nota que no se resignan. La de espíritu indomable, la llaman Giulia. La otra, Isabella—

—Giulia— repitió Massimo, como probando el nombre. —Me gustaría verla—




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