El eco de la puerta al cerrarse en la habitación de Giulia Denegri no era solo un sonido. Era un sello, una sentencia. El aire, cargado antes con la tenue fragancia de rosas y especias, ahora se sentía denso, pesado con la presencia de Massimo Ferrer. Giulia se quedó inmóvil por un largo momento, su corazón latiendo con una fuerza que amenazaba con romper la fachada de calma que había logrado mantener. Sus ojos verdes seguían fijos en el punto donde él había estado, pero su mente repasaba cada palabra, cada gesto, cada chispa de algo inusual en la mirada glacial del capo.
"Indomable," había dicho. Y luego, "te observaré." No era una amenaza vacía, ni una simple curiosidad. Había una intensidad en su voz que Giulia, a pesar de su terror, reconoció como un tipo de obsesión incipiente. Él, el monstruo que controlaba su destino, parecía estar viendo algo más en ella que una mera posesión.
Se levantó lentamente del sillón, sus músculos tensos como cuerdas de violín. Caminó hacia el gran ventanal, sus dedos rozando la fría seda de la cortina. Abajo, las luces de Nápoles se extendían como un tapiz deslumbrante, pero para ella, eran las luces de una jaula. ¿Por qué la había traído aquí? ¿Por qué no la había tratado como a las otras? La pregunta resonaba en su mente, una melodía discordante en la sinfonía del miedo.
Mientras tanto, Massimo regresaba a su santuario en la colina. El encuentro con Giulia lo había perturbado. No era la norma. Él no se "interesaba" por su "mercancía". La mercancía era solo eso: un activo, un número. Pero Giulia... Giulia era un enigma envuelto en un desafío. Su resistencia no era una debilidad, sino una fortaleza. Y su mirada, esa mirada de esmeralda cargada de furia contenida, había logrado penetrar la coraza de frialdad que él había construido durante décadas.
—Serena— llamó al entrar en su estudio, su voz más grave de lo habitual.
Serena apareció de inmediato, su figura esbelta y profesional destacando contra la penumbra. —Massimo. ¿Todo en orden en el 'Alba Dorada'?—
—Por ahora— respondió él, dirigiéndose a su escritorio. Se sentó, sus manos entrelazadas sobre la pulida madera. —Giovanni dijo que trajo dos... adiciones interesantes. Una artista y una... doncella con conexiones. ¿Quién es la doncella?—
Serena consultó una tableta electrónica que llevaba en un bolsillo interior. —Giulia Denegri. Su familia... efectivamente, tuvo un nombre. Un padre respetado, inversiones en bienes raíces, algunos contactos en el gobierno. Sin embargo, sufrieron un revés financiero significativo hace unos años. El padre falleció recientemente. La madre, Elena, está intentando mantener a flote lo que queda—
Massimo asintió lentamente. —Giovanni vio el potencial en sus 'conexiones'. O en su historia—
—Giovanni siempre ve el potencial en lo que puede ser explotado, Massimo. La señorita Denegri, según los informes, fue capturada en circunstancias... desafortunadas, mientras viajaba para ver a su madre—
—¿Y la otra? ¿La artista?—
—Isabella Rossi. Es vocalista y compositora. También fue traída hace dos días. Su precio de venta es alto, pero Giovanni cree que puede venderla rápidamente a un coleccionista de arte peculiar en Dubai—
Massimo desestimó la información sobre Isabella con un movimiento de cabeza. —Quiero saber más sobre Giulia. Sus conexiones, su historia familiar. Y quiero informes diarios sobre su comportamiento. Quiero saber qué piensa, qué siente. Y quiero saber si Giovanni ha intentado hablar con ella—
Serena asintió. —Entendido. Ya he ordenado una vigilancia más discreta sobre la señorita Denegri. Y sobre el señor Castelli en sus movimientos relacionados con el 'Alba Dorada'—
—Bien. Y tú, Serena— Massimo la miró directamente, la intensidad en sus ojos devolviendo la de ella, —tú te encargarás de que Giulia Denegri reciba... un trato especial. No como una prisionera más. Pero tampoco como una invitada. Entiende mi intención—
—Perfectamente, Massimo— respondió Serena, su rostro impasible. —Será tratada... de manera diferente—