Giovanni Castelli, mientras tanto, no estaba perdiendo el tiempo. Rodeado de lujo pero con una atmósfera más vulgar y ruidosa, se encontraba en una de sus oficinas secundarias, un lugar menos refinado pero más funcional. Había solicitado una reunión "urgente" con Massimo, pero al enterarse de que este había ido personalmente al "Alba Dorada", sus ojos brillaron con una mezcla de diversión y picardía.
—¿Nuestro Massimo ha ido a 'inspeccionar' a la dama de espíritu indomable?— se rió entre dientes, sirviéndose un whisky caro. —Tan predecible. Tan fácil de manipular—
Se sentó frente a un hombre corpulento y de rostro curtido, Luca Bianchi, uno de sus hombres de confianza, un matón con un cerebro más desarrollado que la media, o al menos, con una astucia criminal.
—Luca— comenzó Giovanni, —necesito que te encargues de algo. Massimo está perdiendo la cabeza por una de las nuevas. Giulia Denegri. ¿La has visto?—
Luca asintió. —La he visto. Tiene una mirada que haría que un santo pecara, y un carácter que haría temblar a un demonio. No es el tipo de mujer que se doblega fácil—
Giovanni sonrió. —Exactamente. Y eso es lo que la hace tan... valiosa. Massimo la quiere mantener cerca, bajo su 'protección especial'. Eso significa que está desatendiendo sus negocios. Y está vulnerable—
—¿Y qué quieres que haga?—
—Quiero que te asegures de que tenga demasiada atención. No directamente. No ahora. Quiero que te las ingénies para que sepa que tiene otras opciones. Que hay alguien más que puede ofrecerle una salida. O mejor aún, que puede protegerla de Massimo. Y si es posible— Giovanni se inclinó hacia adelante, su voz bajando a un susurro conspirador, —hazle creer que esa persona soy yo—
Luca frunció el ceño. —Eso es arriesgado, Giovanni. Massimo no tolera que nadie se acerque a lo que considera suyo—
—Exacto. Y esa es precisamente la trampa. Si Massimo se entera de que yo estoy 'protegiendo' a su juguete nuevo, se volverá loco. Y un hombre loco, Luca, comete errores. Y los errores, mi amigo, son oportunidades para mí. Asegúrate de que Giulia sepa que tiene un 'amigo' dispuesto a ayudarla. Que yo soy su única esperanza de escapar. Y hazlo de forma que Massimo lo descubra... eventualmente—
Luca asintió, comprendiendo la peligrosa estrategia. —Lo haré, Giovanni. Pero si Massimo se da cuenta...—
—Si Massimo se da cuenta— interrumpió Giovanni, con una sonrisa cruel, —Será porque yo habré ganado. Y entonces, la 'flor indomable' será mía. Y Massimo, bueno... Massimo tendrá un problema mucho mayor que un par de retrasos en Hong Kong—
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En el "Alba Dorada", Giulia Denegri estaba en su habitación. El vestido de seda color marfil, impecable y caro, se sentía como un disfraz. La comida que le habían servido era exquisita, pero no tenía apetito. Había pasado el resto del día tratando de asimilar la realidad de su situación. El hombre que la había "adquirido", Massimo Ferrer, era la encarnación del mal que su padre siempre le había advertido que existía en el mundo.
De repente, un suave golpeteo en la puerta rompió su ensimismamiento. No era el golpe firme de Marco Rossi, ni la brusquedad que hubiera esperado de algún guardia. Era un toque más... tentativo.
Giulia dudó un momento, luego se acercó a la puerta. —Sí?—
Una voz femenina, suave y un poco temblorosa, respondió: —Señorita Denegri. Soy una de las damas que sirven aquí. Me han dicho que... que podría tener algunas preguntas. O que tal vez necesite algo—
La voz sonaba sincera, pero Giulia, a pesar de su desesperación, tenía un instinto agudo. Había algo en la forma en que decía las cosas, una elección de palabras... ¿Demasiado preparada?
—¿Si necesito algo?— preguntó Giulia, manteniendo la compostura. —Solo quiero saber cuándo podré irme a casa—
Hubo un breve silencio. —Me temo que eso... no es una decisión que yo pueda tomar, señorita. Pero... a veces hay maneras. Formas de que las cosas se aceleren. Si uno sabe a quién preguntar—
La conversación se sentía extraña, forzada. Como si las palabras estuvieran cuidadosamente elegidas. —No entiendo— mintió Giulia, su mente trabajando rápido. ¿Era una trampa? ¿O una oferta genuina de ayuda?
—Solo digo— continuó la voz, bajando aún más, —que hay personas con... influencia. Personas que no trabajan para el señor Ferrer. Personas que podrían estar dispuestas a ayudar a una joven ingenua que se encuentra en un apuro—
Giulia tragó saliva. El peligro era palpable. Pero la desesperación era un veneno potente. —Habla claro— dijo, su voz firme. —¿Quién es esa persona? ¿Y qué espera a cambio?—
—Un nombre— susurró la voz. —Solo quiero que sepa que existe una salida. Si alguna vez la busca. El nombre es... Giovanni. Giovanni Castelli. Él... aprecia a las damas que luchan. Y podría estar muy interesado en ofrecerle una... alternativa—
El nombre resonó en los oídos de Giulia. Giovanni Castelli. El socio de Ferrer. Había escuchado rumores, susurros. La mano derecha del monstruo. ¿Un aliado? La idea era absurda. Pero la alternativa era quedarse atrapada en la red de Ferrer para siempre.
—¿Giovanni Castelli...?— repitió Giulia, el nombre sonando extraño en sus labios.
—Él sabe que usted está aquí. Él sabe... lo que Ferrer está haciendo. Y él no está contento con eso— La voz se desvaneció. —Piénselo, señorita Denegri. A veces, la ayuda viene de donde menos se espera—
Se escucharon pasos alejándose rápidamente. Giulia se apoyó contra la puerta, sintiendo que sus piernas flaqueaban. La esperanza, por mínima que fuera, era una cosa peligrosa. Y la oferta de Giovanni Castelli, la oferta del socio del hombre que la había capturado, era la oferta más peligrosa de todas.
¿Era una trampa? ¿Un juego retorcido de poder entre dos hombres que veían a las mujeres como peones? O, ¿era una oportunidad real, una grieta en el oscuro imperio de Massimo Ferrer? Giulia Denegri, la "flor indomable", se encontraba en el umbral de una elección imposible, con el frío cálculo de Massimo de un lado, y la seductora promesa de Giovanni del otro. La chispa de su resistencia, encendida por Massimo, ahora era alimentada por una nueva y peligrosa esperanza...