Los días posteriores al enfrentamiento en la fábrica transcurrieron con la calma tensa que sigue a una tormenta. Massimo Ferrer, recuperándose de sus heridas, se sumergió en la tarea de reestructurar su imperio. La ausencia de Giovanni había dejado un vacío, pero también una oportunidad. La caída de su ambicioso socio significaba que muchas de sus operaciones debían ser absorbidas o reconfiguradas, y Massimo no iba a desaprovecharla.
En su despacho, revisaba informes con Serena. La atmósfera era de eficiencia implacable, pero la sombra de lo sucedido en la fábrica planeaba sobre ellos.
—Los contactos de Giovanni en los Balcanes están inquietos, Massimo— informó Serena, proyectando un mapa detallado en la pantalla. —Saben que su socio ha caído y están buscando un nuevo proveedor. Algunos ya han contactado a nuestros intermediarios, preguntando por nuestras 'nuevas capacidades'—
Massimo asintió, sus ojos fríos y calculadores.
—Excelente. Que sepan que el negocio sigue. Y que ahora, somos los únicos proveedores. Cierra esos acuerdos, Serena. Asegúrate de que los precios sean... competitivos. Y que cada uno de ellos sienta nuestro control—
—¿Y sobre Isabella Rossi?— preguntó Serena.
—Ella ha decidido irse— respondió Massimo con un tono de indiferencia. —Recibió su parte de lo que le correspondía y ha desaparecido. Supongo que quiere empezar de nuevo. Que así sea. No me interesa lo que haga ahora—
El tema de Giulia Denegri surgió, casi inevitablemente. —Giulia y su madre han decidido establecerse en una pequeña villa en la costa. Le he proporcionado los fondos necesarios para su seguridad y comodidad, como acordamos con Elena Denegri. No me han contactado directamente, y yo tampoco he intentado hacerlo—
Massimo hizo una pausa, su mirada perdida en el horizonte. —Ella ha demostrado tener un coraje que no esperaba. Pero nuestro... acuerdo, si es que se le puede llamar así, ha terminado. Lo que ella elija hacer con su vida a partir de ahora, está en sus manos—
Serena observó a su jefe con una mezcla de respeto y cierta aprensión. Massimo había demostrado ser implacable en los negocios, pero también poseía un código, aunque retorcido. —Entendido, Massimo. Me aseguraré de que la vigilancia discreta continúe, solo por precaución—
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Mientras tanto, Giulia , ajena a las intrigas que aún podían rodearla, disfrutaba de la tranquilidad de su nueva vida junto a su madre. La villa costera, financiada anónimamente, era un refugio de paz. Elena, aliviada de tener a su hija a salvo, se dedicaba a cuidar de ella y a reconstruir su relación.
—¿Estás segura de que estás bien, cariño?— preguntó Elena una tarde, mientras observaban el atardecer desde la terraza.
Giulia sonrió, un gesto genuino que ya no estaba teñido por el miedo.
—Sí, mamá. Estoy bien. Estoy a salvo. Y eso es todo lo que importa. Lo que pasó... fue una pesadilla. Pero ya pasó—.
Miró al mar, sus ojos reflejando la inmensidad del horizonte
—Aprendí mucho. Aprendí de la fuerza que hay dentro de mí. Y aprendí que no quiero volver a ser controlada por nadie—.
Elena asintió, orgullosa.
—Eso es lo que siempre te he dicho, mi amor. Que eres fuerte. Y que tu espíritu es indomable—
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Pero la vida, incluso en la calma aparente, raramente se detiene. Mientras Massimo consolidaba su poder y Giulia comenzaba a sanar, una nueva sombra se cernía en el horizonte. En un rincón oscuro de la ciudad, Isabella Rossi, la artista que Massimo había liberado, miraba un documento. No era un cheque de pago, sino una propuesta. Una propuesta de colaboración para un nuevo proyecto, una colaboración que la llevaría de vuelta al mundo del arte, pero con un giro inesperado.
La propuesta venía de un grupo de inversionistas discretos que habían estado observando las operaciones de Massimo desde las sombras, beneficiándose de la inestabilidad que la caída de Giovanni había generado. No buscaban controlar, sino influir. Y Isabella, con su conocimiento del mundo del arte y sus contactos dentro de las altas esferas, era la candidata perfecta para ser su nueva "cara visible".
Mientras Isabella consideraba la propuesta, su mente vagaba. Había aprendido mucho en el "Alba Dorada", y no solo sobre arte. Había visto la crueldad, la ambición, pero también la fragilidad bajo la fachada de poder.
Por otro lado, en un país lejano, un hombre misterioso recibía un informe. No era sobre Massimo Ferrer, ni sobre Giovanni Castelli. Era sobre la consolidación del poder de Massimo, sobre la aparente estabilidad que había logrado tras la caída de su socio. Y sobre la mujer que había capturado la atención de ambos hombres, Giulia Denegri. El informe no contenía datos sobre sus planes, sino preguntas. Preguntas sobre sus verdaderas motivaciones, sobre su potencial.
El mundo de Massimo Ferrer, aunque aparentemente pacificado, seguía siendo un tablero de ajedrez complejo. La caída de Giovanni no había traído la paz, sino que había abierto nuevas vías para la influencia y la ambición. Las cicatrices del pasado persistían, y las nuevas sombras comenzaban a alargarse, presagiando que la historia de Massimo, de Giulia, y del "buen negocio", estaba lejos de haber terminado. El juego de poder y la búsqueda de control continuaban, tejiendo un futuro incierto para todos ellos...