El silencio inundo la sala de estar ante el sorprendente anuncio de Juliana, inmediatamente el aire se volvió denso y las caras de su madre y su tío se transformaron en dos bloques de seriedad que se alternaban miradas; mientras Juliana se mantenía de pie a la espera de una contestación por parte de alguno de los dos.
Finalmente, mientras su tío partía un trozo de concha para acompañar el resto de su café, su madre aclaro su garganta mientras depositaba la taza de café en la mesita de caoba y se volteaba hacia su hija –¿Es en serio lo que estás diciendo hija?– pregunto mientras fijaba su mirada en ella.
—Si, estoy hablando en serio -respondió tratando de sonar firme con su respuesta–.
—¿En que momento se te pudo ocurrir tal cosa Juliana? -exclamó su tío con el ceño fruncido-, Mira, eres muy joven y la emoción te puede ganar, pero no tienes lo que se necesita para tomar el control de un negocio de esa magnitud.
—Pero es mi derecho legal y...
—¿Crees que el ser heredera te da los conocimientos para saber administrar correctamente la joyería? ¿Sabes cual es el costo actual en el mercado de las materias primas? ¿Sabes diferenciar entre una pieza autentica y una imitación?
-Puedo aprender tio.- Respondió, ahora en un nivel más bajo que con el que había comenzado–.
—Si, puedes aprender sobrina, pero hasta que eso pase, ¿cuántas pérdidas se tendrán? La cueva de plata ya estuvo cerrada durante mucho tiempo, se necesitan generar ingresos en cuanto antes.
Juliana se quedo estática, en realidad no había pensado en eso y quedarse sin argumentos ante su tío había provocado un nudo en su garganta.
Antes de que la conversación pudiera seguir, su madre se puso de pie y con una seña hizo que la sirvienta pasara para recojer las tazas vacías y retirar la bandeja de pan dulce.
—Bueno, es momento de pasar a tomar el desayuno, ¿gustas acompañarnos Efraín?
—Me encantaría Graciela, pero tengo compromisos para el resto del día –dijo mientras se levantaba y tomaba su sombrero y acomodaba su abrigo–.
—Pero estaría encantado de cualquier otro día aceptar tu invitación y continuar nuestra conversación.
-Encantada, prometo que esta vez sin interrupciones –exclamo Graciela con una sonrisa mientras dirigía una mirada a su hija–.
—Te acompaño a la salida, mientras, hija ve a ayudar a Cleotilde a poner la mesa por favor.
Juliana se abrió paso hacia el comedor abrumada por todo lo que ocurrió, nada había salido como lo había planeado y ahora las posibilidades de que ella quedara a cargo de La cueva de plata se habían desvanecido casi por completo.
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