Después del sexto vaso de agua la cabeza de Juliana dejó de sentir ecos por cada paso o movimiento brusco que daba; cada vez que lloraba con esa intensidad al día siguiente su cabeza resentía el dolor y en sus ojos se podía notar un poco la hinchazón.
El reloj marcaba las 8:39 a.m. y su madre aun no bajaba para el desayuno, tal vez era lo mejor ya que una plática sobre lo que pasó el día anterior no formaba parte de las cosas con las que Juliana quería empezar el día.
Mientras tomaba una manzana para calmar un poco la sensación de vacío en su estomago repasa una y otra vez lo sucedido el día anterior, en los casi 6 años de relación que llevaba con Gustavo habían tenido varias discusiones, muchas de ellas sus padres ni siquiera se enteraron y otras -como el incidente de la feria de reyes- era lo primero que recordaban cuando hablaban sobre el mal temperamento de él.
Ella lo conocía bien, y no podía negar que Gustavo tenia una personalidad fuerte, pero ella sabia que era por lo decidido que había sido desde pequeño, se aferraba tanto a las cosas que el quería que en ocasiones llevaba la situación a otros extremos.
Nunca entendía esos arranques de enojo que el solía tener pero sabía que el amor que le tenía siempre lo hacia recapacitar y hacer lo mejor.
Al menos eso es lo que ella creía.
Por perderse en sus pensamiento Juliana no se dio cuenta que inconscientemente había terminado enfrente del despacho de su padre, hace tanto que no visitaba ese lugar que en cuanto entro pudo sentir un nudo en su garganta formarse, ver todo de nuevo era agradable ya que en cada espacio de la habitación al que mirara un recuerdo se abría en su mente.
Cuando tomo asiento en la silla del escritorio pudo notar algo de lo que antes no se había percatado: la esquina de un sobre se asomaba ligeramente por sobre uno de los últimos cajones del lado izquierdo.
Su padre siempre fue organizado con respecto a la correspondencia; la catalogada como irrelevante o con propósitos de ventas era desechada, la correspondencia en la que se trataban temas sobre negocios y tratos importantes eran guardados en la caja fuerte de La cueva de plata, y la correspondencia familiar se depositaba en una caja blanca en el cuarto de sus padres.
Su sorpresa fue grande al abrir el cajón y descubrir que este se desbordaba con cartas del mismo remitente, algunas eran recientes y otras contaban con fechas de hace dos años. Después de poner en orden las cartas por fechas se dio paso a abrirlas.
Tres de estas cartas llamaron la atención de Juliana:
7 de Enero, 1949.
Estimado Don Manuel, después de tu agradable visita a Real del Monte y tras unos días de considerar tu oferta escribo esta carta con el propósito de informarte mi respuesta, acepto seguir con el trato que usted y Don Octavio llevaban de hace tiempo y respetar todo lo que fue estipulado entre ustedes. Espero recibir carta pronta de usted, hasta entonces le deseo lo mejor.