Pasaron 3 días antes de recibir respuesta a la carta que le envió a Fernando, el amigo de su padre.
En ella aceptaba reunirse con ella y responder sus dudas en tres semanas.
En su respuesta Juliana pudo sentir la tristeza del amigo de su padre al enterarse de la repentina muerte de él, debió de ser duro enterarse de algo así por escrito.
La espera por la reunión con Fernando pareció eterna, mientras los días pasaban las cosas no dejaban de cambiar; su tío Efraín había pasado a ser legalmente el administrador del negocio de su padre, y aunque su madre había acordado el libre acceso a la joyería para su hija, Juliana se limitaba a visitarla en la ausencia de su tío.
En cuanto a Gustavo, después de la ultima vez que se vieron paso casi una semana antes de que Juliana recibiera noticias de él, por medio de una carta y un arreglo florar el pedía su perdón por haber reaccionado de la forma en que lo hizo y lamentando no poder estar a su lado.
Después de eso prácticamente cada día ambos hablaban por llamadas, pero la sensación de que Gustavo se encontraba disperso en sus conversaciones no dejaba de inquietarla; era una sensación de extrañeza, como si la persona con la que estuviera hablando fuera apenas un conocido.
El día de la reunión, Juliana en compañía de Cleotilde fueron a recibir a Fernando a la estación de autobuses. Cuando llegó el autobús proveniente de Querétaro, poco a poco empezaron los tripulantes a descender y después de confundir a tres señores entrados en edad Cleotilde se dirigió a Juliana.
—Ay mi niña, entre las cartas que tenia tu padre, ¿no habia una foto del señor? -dijo mientras seguía mirando el tumulto de gente descender del autobús –tal vez si le hubieras preguntado a tu ma...
-Ya te dije Cleo, mi mamá no puede saber de esto hasta que tenga algo claro, por el momento él solo viene a dar el pésame.
Cleotilde solo se limito a asentir, como decía ella: "cuando se le mete una idea a la cabeza a esa muchacha, es como si hablaras con una pared".
Prácticamente todos los ocupantes del vehículo habían descendido ya, el último pasajero era un joven de aproximadamente 26 años, lucia un traje negro sastre con un sombrero a conjunto y en una de sus manos una maleta.
Era alto y aunque su porte mostraba dureza, su rostro se enmarcaba por una sonrisa amable.
Cuándo llego a donde se encontraban Cleotilde y Juliana expectantes, está ultima se le acercó —disculpe la molestia, ¿es usted el señor Fernando?
Con una pequeña reverencia en el saludo contestó —En efecto -sonrió -Usted debe ser la señorita Juliana ¿cierto? Es un gusto conocerla al fin.
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