Flores A Juliana

CAPITULO 10

—El gusto es mutuo –dijo mientras estrechaban la mano.
—La verdad no esperábamos que usted fuera tan joven  –señalo -por cierto yo soy Cleotilde.

—Cleo tiene razón, nunca pensé que mi papá tuviera amigos tan jóvenes.
—Encantado en conocerla    –menciono Fernando con una gran sonrisa -prácticamente herede la amistad de mi papá; Manuel era un gran hombre y un buen consejero, era inevitable no apreciarlo.

Escuchar esas palabras provenientes de Fernando de alguna forma eran reconfortantes, ver que había sido igual de importante para alguien más así como lo fue para ella, era agradable.

Una vez que llegaron a la casa y después de que su madre insistiera en que se instalara en una de las habitaciones para invitados, con la excusa de mostrarle la ciudad Juliana logro tener un momento a solas con él para hablar.

—Lamento que mí mamá te haya obligado a quedarte en nuestra casa, de seguro ya tenías una reservacion previa.
—No hay de que preocuparse, me pareció que tu madre fue amable –dijo con una sonrisa amable, que por un momento pareció transformarse en un gesto de tristeza.

—Respecto a lo de las cartas –mencionó Juliana con un tono de nerviosismo -¿porque mi papá mandó a investigar a mi tío?

Después de vacilar un poco, Fernando saco un paquete con fotografías -por esto –entregó las fotografías a Juliana —¿reconoces a los sujetos en las fotografías?
—Uno de ellos es mi tío, pero no reconozco a los otros dos.

—El de la izquierda es Armando López y el de la derecha es Juan Salvredo     –hizo una pausa mientras revisaba que nadie estuviera cerca -tienen la red de apuestas ilegales más grandes del país y tu tío tiene una gran deuda con ellos.

El impacto de Juliana fue grande ante la revelación sobre su tío, y más lo fue cuando revisando las fotos identificó en una de ellas un sobre con el sello que solía usar su padre en vida.

—¿Desde hace cuánto?
—Aproximadamente cinco años, Manuel tenia sus sospechas y por un tiempo trató de ayudarlo pero solo fue en vano, sólo estaba esperando estas pruebas para confrontrarlo.

—¡Dios mío! –dijo Juliana mientras masajeaba suavemente su entrecejo; si su tío estaba involucrado en eso, ¿sería capaz de poner en peligro la joyería?

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