Cuándo regresaron del paseo encontraron en el comedor una gran cena para darle la bienvenida a Fernando. Una vez que la deliciosa comida que preparo con empeño Cleotilde fue degustada, Doña Graciela se abrió paso a la reserva de la casa.
—¿Qué te gustaría tomar Fernando?
—Nada Doña Graciela, no soy partidario de la bebida.
—En ese caso solo yo tomare una copa de vino, para la digestión –menciono para sí misma.
—Hablanos de tu familia, ¿tus padres viven contigo en Hidalgo?
—Mi madre murió cuando era muy pequeño, y mi padre... hace dos años –recordó con melancolía–.
—Lamento oír eso –dijo Graciela mientras le daba un sorbo a su copa–.
—¿Tienes esposa, hijos? –Juliana entro en la conversación–.
—No, aún no he encontrado la persona indicada en realidad.
—Tal vez aquí puedas encontrar el amor, hay mujeres muy bellas y de buen corazón –comentó Graciela mientras con discreción alcanzaba la botella en busca de otro trago–.
—En eso puedo darle la razón –respondió Fernando mientras volvía la mirada hacia Juliana y con una sonrisa marcaba el camino de regreso a su lugar inicial–.
Las mejillas de Juliana se encendieron ante la mirada de Fernando, trato de ocultarlo mientras bebía un poco de agua pero el color rojo no abandonaba su cara, cosa que su madre no paso por alto y con una risa burlona le guiño "discretamente" a su hija.
—Mi pequeña tampoco se a comprometido, aunque pareciera que lo estuviese.
—Mamá...
—Esta este joven Gustavo, solo son novios pero la cela como si fueran esposos –menciono mientras la risa comenzaba a formarse en una carcajada –es tan celoso y malhumorado que en cada pelea que tienen la abandona, ¿y ella que hace? Lo espera lista para perdonarlo en cuanto el se lo pida.
—¡Mamá!
La cara de Juliana variaba entre el enojo, la incomodad y la tristeza. —Creo que ya digeriste lo suficiente por hoy, lo mejor es que te vayas a acostar –dijo con un tono más sereno mientras ayudaba a su madre a levantarse de la mesa–.
Una vez que deposito a su madre en la cama y se aseguro que se encontrara dormida regreso a la planta baja, donde se encontró a Fernando viendo retratos familiares antiguos.
—Lamento lo que paso hace un momento, mi mamá usualmente no es así pero cuando se excede en copas suele perder la discreción –se sincero-.
—Descuida –contestó con dulzura -Conozco lo que el alcohol puede hacerte, provoca que lastimes a los que más amas.
El rostro de Fernando se torno melancólico, a pesar de que trato de ocultarlo cambiando de tema. Juliana pudo notar tanto en la cena como en ese momento que a pesar de mostrarse alegre en cada momento; en sus ojos se podía notar como una tristeza se asomaba. Por más que el tratara de ocultarlo.
¿Qué secreto podían guardar esos ojos olivados?
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