El ocaso anunciaba ya el fin de otro día cuando Fernando tocaba desesperado la puerta de la familia Montes Ortiz tratando de llamar a quien fuera.
—Por dios joven Fernando casi nos tira la puerta –dijo Cleotilde molesta con una mirada de reprendimiento–.
—Lo siento, pero necesito hablar con urgencia con Juliana –dijo exaltado–.
—Hubiera llegado hace media hora, ¿gusta esperarla? –menciono mientras lo hacia pasar–.
Fernando lo pensó por un segundo; esperar a Juliana podría ser la mejor opción, pero con una situación como esa era necesario actuar lo más rápido posible.
—¿Se encuentra la Señora Graciela en casa? Quisiera hablar con ella.
Cleotilde lo llevo con Graciela quien se hallaba en el jardín trasero leyendo. Sorprendida por su llegada dejo su libro a un lado y lo invitó a tomar asiento.
—Fernando, ¿a que se debe la visita repentina?
—Lamento traerle malas noticias sobre la joyería –dijo más calmado -el lote que llego hoy tenía piezas falsas.
—No puede ser
—Eso no es lo peor, los registros indican que ya se habían vendido falsificaciones antes.
La preocupación en la cara de Graciela era evidente mientras trataba de asimilar todo.
—Si alguien se entera de esto perderemos toda credibilidad –dijo.
—Además de que existe la posibilidad de una demanda por fraude –respondió.
-No dejare que eso pase –dijo Graciela mientras se dirigía a paso veloz hacia la sala donde le llamaría a su abogado para que los viera en la estación de policía.
Mientras todo eso sucedía Juliana se encontraba en un taxi por la carretera; sus ojos rojos dejaban notar que recientemente había derramado algunas lágrimas, huella de aquello se encontraban dos caminos negros que bordeaban sus mejillas.
Cuando el conductor noto los esfuerzos por borrarlos saco de uno de sus bolsillos un pañuelo y se lo ofreció.
—Gracias –dijo Juliana mientras se limpiaba -es usted muy amable.
—Aveces las personas que creemos amar son las que más nos dañan.
—¿Disculpe? –preguntó confundida.
—Cuando uno se enamora, lo entrega todo por la persona que ama, aveces olvidando que uno también merece ser amado. Cuando cae en la persona equivocada ese amor provoca dolor y tristezas –dijo sin apartar la mirada del camino–.
—¿Ustes a pasado por eso? –preguntó–.
—Como todos alguna vez.
—¿Cómo lo superó?
—Fue difícil al principio, piensas que el dolor nunca se irá, pero con el paso del tiempo te das cuenta que la vida sigue, que ningún dolor es eterno.
"Ningún dolor es eterno..."
Juliana se quedo pensando en lo último que dijo; sin saberlo se quedaría grabado muy profundo de su mente aquella frase.
—Gracias por el consejo –dijo con sinceridad–.
El conductor del taxi solo se limitó a asentir por el retrovisor y seguir el trayecto.
Una vez más tranquila colgó la mirada por la ventana, ahora ya se encontraban transitando por la calle principal.
De repente noto un tumulto de gente reunida a las afueras de la joyería y a varios oficiales transportando cajas con la leyenda EVIDENCIA en los costados.
—Pare aquí –le indicó y después de pagar lo debido se abrió paso entre la gente hasta llegar a la entrada, donde se encontraba su mamá conversando con un oficial–.
—¿Qué paso mamá?
Con tranquilidad Graciela le explicó todo lo que había ocurrido mientras Juliana escuchaba atenta.
—Aun no entiendo cómo tu tío pudo caer con falsificaciones, con tantos años de experiencia –dijo al finalizar–.
—Mamá, tal vez no fue un accidente.
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