El estruendo de la puerta al cerrarse inundó la joyería provocando un eco.
Fernando siguió con la mirada a Efraín hasta que lo perdió de vista en la esquina. Podía sentir su furia, por un momento al verlo a los ojos recordó aquellos ojos oscuros que lo atormentaban en sus pesadillas de joven; por un momento volvió a él el olor a mezcal y a sangre, por un momento volvió a paralizarse.
Si la intención de Graciela había sido llevarlo para tenerlo como apoyo por si las cosas se complicaban, sin duda sería de más ayuda una maceta que él.
Cuándo regreso a la realidad se dio cuenta que Graciela y Juliana se encontraban hablando en la salida, no podía escuchar de que pero el semblante de Juliana se veía preocupante.
Graciela se acercó a el y, a diferencia de hacia unos momentos, se acercó más calmada y serena.
—Mi hija y yo regresáremos a la casa, necesito que te quedes y te vayas organizando con todo.
—¿Organizando?
—Ahora serás el nuevo administrador, no podemos cerrar la joyería o quedaríamos en la quiebra.
—Sera un honor –dijo sorprendido mientras estrechaba su mano–.
—Con la condición, claro, que le enseñes todo lo que sabes a mi hija; para que un día ella sea quien lleve las riendas de este negocio –un brillo en los ojos ilumino a Graciela en la última frase–.
—Estaría encantado –sonrió–.
Antes de irse, Graciela le dio una última mirada al lugar y dirigiendose a Fernando con la expresión seria habló —Con Efraín tuve consideración por ser familiar de mi Manuel; si hubiera sido alguien más no hubiera dudado en hacerlo pagar. Para que quede claro.
La advertencia de Graciela quedo clara, aunque no hacia falta para él. A pesar de solo haberlas conocido hacia un par de meses tenia claro que haría todo por su bienestar.
-Ellas son mi sol, lo que me da fuerzas cada día-
Le dijo alguna vez Manuel en una visita a Real del Monte, ahora veía porqué.
Mientras limpiaba el taller encontró la pequeña margarita que Juliana había cortado —Una pulida y sería un hermoso collar –pensó–.
Mientras agregaba ciertos detalles recordaba a Juliana y lo feliz que se veía, lo hermosa que se veía aquel día. Deseaba poder repetir el momento en el que estuvieron más cerca que nunca y donde casi probaba el néctar de sus labios.
Cuándo término el collar lo guardó en una caja y le agrego un listón blanco.
El collar debía de regresar con su dueña.
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