Caminar era difícil por los golpes que aún no sanaban, mientras veía a lo lejos a su sobrina y Fernando alejarse él se movía por entre los callejones de la ciudad.
Al pasar por lo que alguna vez fue su casa los recuerdos lo inundaron; después de que Armando lo metiera a la fuerza a la casa adentro se encontraba Juan esperándolos en una silla del comedor, el miedo al verlo ahí recorrió a Efraín de la cabeza a los pies.
—Efraín, mi querido amigo, lamentamos sinceramente lo de tu trabajo –mencionó haciendo una mueca burlona de tristeza –Pero, ¿imitaciones?, es evidente que haz perdido el toque.
—Juan por eso no hay problema, tendré tu dinero para fin de mes.
—¿El millón y medio de pesos?, ¿Tendrás el millón y medio para fin de mes?
Efraín se quedó pensativo, su cabeza estaba en blanco y lentamente caía en él pánico de la incertidumbre.
—He sido paciente contigo, más que con ningún otro, pero todos tienen un límite –de su bolsillo saco una navaja mientras le indicaba a Armando que lo sentara –Quiero mi dinero, y me lo empezaras a pagar desde mañana.
—¡Dame más tiempo! En lo que consigo otro negocio y después te pagare todo lo que te debo.
Juan lo miraba fríamente y después de unos segundos hizo una seña con su mano, Armando y la mitad de sus hombres procedieron a golpearlo con intensidad mientras que Juan y la otra mitad tomaban todo lo de valor.
Cada golpe era como una llamarada sobre su cuerpo, para cuando la paliza término sentía que su cabeza iba a explotar del dolor, la vista de un ojo era borrosa debido a la sangre que brotaba de su cabeza.
La mayoría de matones había abandonado ya la casa; ahí solo se encontraban Armando, Juan y Efraín. El primero lo volvía a poner sobre la silla mientras el segundo esperaba a que Efraín volviera en sí.
—Esta bien, tus argumentos me convencieron –Armando río –te daré dos semanas para que me empiezes a pagar lo debido, con lo que generosamente nos entregaste hoy de tu deuda se resto cien mil pesos.
—Te...pagaré...lo haré –dijo entre jadeos.
—Una cosa más –En un abrir y cerrar de ojos Juan deslizo la navaja hasta que acertó en la mano izquierda; el alarido de dolor que salio de su boca retumbo en toda la casa mientras dos dedos caían al suelo.
—Tomalo como advertencia de lo que te pasará si no cumples.
El recuerdo se esfumó al oír los pasos de alguien, rápidamente se oculto hasta que la gente pasará; así se había acostumbrado a vivir los últimos meses, ocultándose en la oscuridad y huyendo de la vista de todos.
No estaba orgulloso de lo que se había convertido pero guardaba la esperanza de que al saldar su deuda todo acabaría y podría olvidar todo.
Lo que más le pesaba de todo era aquella anciana, él solamente se iba a escabullir en su casa y sacar todo lo de valor que pudiera, pero no contaba con el sueño ligero que ella tenía; cuando lo descubrió robando inmediatamente gritó en busca de ayuda.
El pánico lo invadió al ver que sus gritos iban tomando más fuerza, impulsivamente tapó su boca con su mano para evitar que alguien acudiera. Sus intenciones no eran matarla, simplemente la iba a dejar encerrada en su habitación hasta que alguien la liberara al día siguiente, ¿Cómo iba a saber él que sufría del corazón?
No había día que no recordara la mirada de aquella señora en sus últimos segundos de vida.
Llego a su destino ya entrada la noche, su pierna no había quedado del todo bien y ahora tomaba el doble del tiempo desplazarse.
—¡Efraín! Que gusto tenerte de vuelta, ven sientate y juega una partida con nosotros –lo invito Juan animadamente.
—Sólo vengo a pagarte y me iré.
—Ultimamente estas muy amargado, ¡alegrate!
—¿Acaso tienes remordimientos? –preguntó Armando.
—¿Remordimientos? ¿De robar? No digas tonterías Armando, si ya esta acostumbrado. Le robo a su familia casi toda su vida.
Efraín se limitaba a escuchar con la cabeza agachada.
—Esta bien, ¿cuanto conseguiste esta vez?
—Cinco mil pesos.
—Con eso no llega ni a la mitad de pagado –señalo uno de los delincuentes.
—Cierto, pero esta vez lo ayudaremos –respondió Juan –harás un robo más y te daré algunos de mis hombres para que te ayuden.
—El robo sera grande, con eso saldarás lo que resta y te sobrara para restablecerte muy lejos de aquí –añadio Armando.
—Lo haré, diganme donde será y lo haré, quiero acabar con todo esto.
—Es un lugar que conoces muy bien...
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