Flores A Juliana

CAPITULO 29

El frío de Diciembre calaba en los huesos de Juliana, ella apretaba el paso para llegar rápidamente a la joyería. Al dar la vuelta se percató de los juegos mecánicos que se estaban instalando, la feria de la Virgen había llegado.

Emocionada apretó el paso y al llegar con Fernando le contó emocionada. A Juliana le encantaban las ferias, el olor a buñuelos por todas partes y comer algodón de azúcar en la rueda de la fortuna viendo el paisaje.

-¿Porqué no vamos hoy? -preguntó Fernando -Cerramos un poco más temprano para regresar antes de que sea muy noche.
-¡Sí! -contesto emocionada.

Al ir caminando entre los puestos se sentía de nuevo como una niña, probando la comida de cada puesto y probando suerte en los juegos.

-Nunca puedo encestar más de dos pelotas -dijo Juliana al fallar en el juego de las canastas.
-Prueba en otro juego, tal vez tengas más suerte en otro.
-Pero toda la noche solo he jugado yo, ¿porque no juegas tu uno?
-No creó que sea lo mío -mencionó despreocupado.

-¿Jugar no es lo tuyo?¿Acaso nunca fuiste a una feria de niño?
-Era un niño muy ocupado.
-Creo que te saltaste la infancia y fuiste directo a la adultez -menciono entre risas -vamos prueba uno, que tal ese -señalo el puesto de tiro al blanco.
-Enserio yo estoy bien solo caminando.
-No, lo intentaras al menos una vez -le ordeno mientras pagaba cinco pesos por diez tiros -toma -le extendió el rifle de balines.

-De acuerdo -dijo Fernando resignado.
Con el rifle en la mano se acomodo y tras unos segundos de mantener la mirada fija en los blancos lanzo su primera munición la cual acertó en un pato de hule.

Por la emoción Juliana le festejo cada vez que lograba atinar en el objetivo y al final de diez tiros logro acertar seis.
-Buena puntería joven, puede escoger de premio cualquier cosa de esa estantería -mencionó el encargado del juego.

-Me engañaste -le reclamó Juliana con el oso de sombrero azúl en la mano que escogió Fernando.
-Nunca te engañaría, solo tengo buen ojo -sonrió.
-Aun no me convences... pero te perdonaré si subimos a la rueda de la fortuna.

-No tendré más remedio que cumplir tu deseo -dijo ofreciéndole su mano para ir hacía la fila.

Arriba se podía ver casi todas las luces de la ciudad alumbrando la noche, el frío podía sentirse más intenso por lo que Juliana se acerco más hacia el calor de Fernando.

Así permanecieron en silencio por unos minutos, no hacia falta decir nada ya que en el silencio se expresaban todo. Cuando la rueda retomo su curso sacándolos del trance en el que los dejó Fernando miró a Juliana.

El viento la despeinaba y su maquillaje se había corrido un poco por el paso del día; aún así seguía siendo la mujer más hermosa que jamás hubiera visto.

-Doy gracias por el día en que llegaste a mi vida -confesó, Juliana le devolvió la mirada y ambos colisionaron sus labios en un beso profundo.

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